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El reconocido pianista, compositor y escritor austríaco, aunque nacido en Checoslovaquia, Alfred Brendel falleció este 17 de junio a los 94 años, informaron sus representantes.
Brendel fue sobre todo conocido como uno de los grandes intérpretes de las obras de Beethoven y de Schubert, aunque también destacó su trabajo con partituras de Haydn, Mozart, Brahms y Liszt.
Brendel será “recordado y celebrado con profunda gratitud por su familia: su pareja Maria Majno, Irene Brendel, sus hijos Dorian, Adrian, Sophie y Katharina, y sus cuatro nietos”, señala el comunicado difundido por sus representantes.
Además de por su faceta musical, Brendel también fue conocido por su obra literaria como ensayista y poeta, marcada por su sentido del humor.
La editorial española Acantilado, que ha publicado De la A a la Z de un pianista (2013), Sobre la música (2016) y próximamente lo hará con Milagrería y escalas disonantes, lamentó este miércoles en un comunicado el fallecimiento del artista.
“Artista inclasificable y gran humanista, su estilo combinaba el rigor intelectual con el espíritu poético de forma única e inimitable. Su repertorio era muy amplio, y no sólo destacó como solista, sino también como concertista, colaborando asiduamente con los más importantes directores y orquestas del orbe”, señala.
Para la editorial, “su ingenio, agudeza y extraordinario sentido del humor hacían de él un conversador inolvidable”.
Alfred Brendel y su vida
Nacido el 5 de julio de 1931 en Wiesenberg, en Moravia (hoy en la República Checa), pronto se mudó a Yugoslavia con su familia, con la que no recibió ningún tipo de educación musical, para posteriormente instalarse en Graz (Austria).
Estudió en el conservatorio de esa ciudad austríaca hasta los 16 años, pero a partir de entonces fue en buena medida autodidacta, especializado en sus primeros años en Liszt.
Dedicó su vida a los clásicos, al tiempo que daba la espalda a la música moderna.En 1971 se mudó a Londres, donde conoció a Simon Rattle, con quien le unió una fuerte amistad.
Doctor ‘honoris causa’ por las universidades de Oxford y Yale y Caballero Comendador del Imperio Británico, su nombre solo alcanzó talla mundial a partir de los 45 años, con un estilo marcado por la pasión y la emoción, pese a lo cual problemas de espalda le obligaron a abstenerse de tocar las piezas más exigentes en los años postreros de su vida.
Cuando se retiró de los escenarios en un concierto en Viena en diciembre de 2008, le preguntaron qué echaría más de menos. “La adrenalina”, respondió. Y “a pesar de todos esos tosedores molestos y los teléfonos móviles y audífonos sonando”, también echaría de menos al público, dijo.