Niños migrantes de Estados Unidos: un recuerdo que salva

Más de 2.300 niños fueron separados de sus padres en Estados Unidos bajo la ley de cero tolerancia. El Espectador cuenta seis historias en diferentes países donde la guerra les amputó la infancia a millones de pequeños. ¿Qué efectos tiene en los menores la separación de sus familias? ¿Qué pasa cuando sus llantos parecen ir al vacío?

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Camila Builes / @CamilaLaBuiles
02 de julio de 2018 - 02:42 a. m.
Ilustración: Eder Leandro Rodríguez
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—¿Puedo llamar nada más a mi tía pa’ que me venga a recoger? ¿Y… y después para que llegue mi mami lo más pronto posible?

No se escucha ninguna respuesta. La voz de la niña está atravesada por el llanto, pero insiste:

—Me dejaron dar el número, por favor.

En la grabación se escuchan los llantos ahogados de otra niña. Gemidos infantiles que se detienen cada tanto por la falta de respiración. El audio dura más de siete minutos y la primera persona que lo escuchó fue Ginger Thompson, periodista del medio investigativo Propública. Cuando Thompson lo oyó se quedó quieta en su escritorio mirando la única ventana que hay en su oficina. Siete minutos de un coro de voces y de llantos que le perforaron el pecho. Era el sonido de un enjambre de niños cautivos.

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La niña que se oye al principio de la grabación, la que le grita al vacío que llamen a su tía para que la saque de ahí, es Alison Jimena Valencia Madrid, de El Salvador. Tiene seis años y viajó a Estados Unidos junto a su mamá huyendo de su país. Cruzaron Guatemala y México hasta llegar a la frontera sureña de Norteamérica. En la última parada que hicieron antes de cruzar, la mamá de Alison llamó a sus hermanas, en Houston, dijeron algunas plegarias para que todo saliera bien, se aferraron a lo único que podían cuando una de ellas le dijo: “Asegúrate de que Jimena se aprenda mi teléfono”. La mamá le parecía una tarea imposible porque estaban a punto de subirse a una balsa que cruzaría el Río Grande. Sin embargo, lo intentó. Le repitió el número algunas veces a la niña y le dijo que, en caso de estar separadas, ella debía mencionar ese número todo el tiempo: ese sería su salvavidas.

En uno de esos campos áridos de Texas, cuando lograron bajarse de la canoa y mientras madre e hija intentaban arrancarse el pasado de la piel, patrullaban agentes fronterizos. Las encontraron, las detuvieron y las separaron. Eso fue el 13 de junio.

Las suplicas de Jimena para una llamada telefónica, en un centro de detención de la Patrulla Fronteriza, acompañadas de los llantos y las voces de otros niños fueron capturadas en una grabación y publicadas el lunes 18 de junio por Ginger Thompson. Las voces le dieron la vuelta al mundo y se convirtieron en la encarnación de lo que la administración Trump les está haciendo a los niños. La voz de Alison Jimena estaba en todas partes. Se escuchó en millones de hogares y se reprodujo más de tres millones de veces. Esa voz, incluso, se escuchó en la sala de prensa de la Casa Blanca. La niña no pudo entrar a Estados Unidos, pero su llanto sí. Thompson pudo comunicarse con la tía de Alison Jimena. Según ella, la niña la llamó gracias a la ayuda de una autoridad consular. Cuando escuchó la voz de su tía, la pequeña empezó a gritar, le suplicaba que la sacara de ahí: “sácame de aquí, me voy a portar bien. Pero, por favor, sácame de aquí, porque estoy sola”. Sin embargo, ella no podía hacer nada. El momento más terrible de su vida fue ese: oír a su niña tras la bocina del teléfono, rogando por ayuda, seis años colapsados por la guerra y sus manos atadas sin poder ayudarla. Su estatus migratorio también está en juego, a la tía le preocupa que, si va a recoger a su sobrina, su proceso de asilo podía ponerse en riesgo. Una de las cosas que ha cambiado de la política de migración en el gobierno de Donald Trump es que ya no se considera el refugio para casos de violencia doméstica y ha hecho más complicado el proceso de pedir asilo por violencia de maras y pandillas.

Miles de niños migrantes están siendo sometidos a la política de “Cero tolerancia”, anunciada el mes anterior por el gobierno estadounidense. El tema migratorio en Estados Unidos es cada vez más complejo de entender. La última vez que hubo un cambio serio en las leyes migratorias de Estados Unidos fue hace más de 10 años, en el 2005.

El presidente Trump comenzó su campaña diciendo que los mexicanos eran violadores y criminales.

Ese fue Trump, el candidato.

En el poder, su administración ha sido bastante consistente: siempre con una retórica dura contra los latinos, específicamente, y contra la migración, en general. John Kelly, el actual Jefe de Gabinete de la Casa Blanca, fue antes Secretario de Seguridad Nacional, Department of Homeland Security, lo que se conoce como DHS, en inglés. En mayo del 2017, Kelly dijo que estaban considerando separar a los niños de sus padres, como una forma de prevenir que más familias inmigrantes llegaran a los Estados Unidos. Esas declaraciones generaron muchas críticas. Sin embargo, en mayo de este año, el Fiscal General, Jeff Sessions, ratificó esta nueva política: “I have put in place a zero tolerance policy for illegal entry on our Southwest border. If you cross the border unlawfully, then we will prosecute you. It’s that simple. If you are smuggling a child, then we will prosecute you. And that child may be separated from you, as required by law”. (“Establecí una política de tolerancia cero para la entrada ilegal en nuestra frontera del sudoeste. Si cruzas la frontera de forma ilegal, te procesaremos. Es así de simple. Si trafica con un niño, entonces lo procesaremos también. Y ese niño puede estar separado de usted, como lo exige la ley”). Después de que se escuchara la voz de Alison Jimena, alrededor del mundo, el miércoles 20 de junio el presidente Trump, que llevaba una semana diciendo que no podía hacer nada y que todo era culpa de las leyes que habían firmado los demócratas, firmó una orden ejecutiva que parecía ponerle fin a la separación de niños de sus familias. A pesar de eso, muchos críticos han salido a denunciar que la supuesta orden ejecutiva es solo una nube de humo. La orden dice, textualmente, que las familias se mantendrán unidas “siempre y cuando sea apropiado y consistente con las leyes y recursos disponibles”. O sea, habrá casos en los que sí sean separados.

Según reportes, en las últimas 6 semanas, más de 2.300 niños migrantes han sido separados de sus padres. Y la orden ejecutiva de Trump no resuelve el problema de qué hacer con estos niños, ni de cómo reunirlos con sus papás. Según ProPublica, más de 100 son menores de cuatro años; en algunos casos, bebés.

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“Obama tuvo un papel histórico en términos de deportaciones. Él deportó más personas en la historia reciente del país. Estaban desesperados para buscar una manera de parar esta ola de inmigrantes. Pero nunca, nunca decidieron separar familias, especialmente padres de sus hijos. Trataron de procesarlos juntos porque pensaban que separar a las familias era una medida demasiado cruel”, dice Thompson.

Uno de los aspectos más preocupantes es que el gobierno se ha negado a dar cifras y datos exactos acerca de la situación de los niños. Se sabe, por ejemplo, que más de 2.300 niños han sido separados de sus padres, pero, lo más alarmante es que en muchas ocasiones deportan a los padres sin sus hijos. “El gobierno no ha planeado o establecido medidas para reunirlos después de que sus casos han sido procesados. Entonces, ahora estamos viendo muchos casos de padres que han sido deportados, y sus niños se quedan aquí y pueden perder o meses, o más, mientras los reúnen. Yo creo que eso es la próxima etapa de la crisis: esta separación sin un fin definido”, asegura Thompson.

Según la National Child Traumatic Stress Network (la Red Nacional de Estrés Traumático Infantil). Lo más importante para evitar que el trauma de la separación de los niños y sus padres no escale y sea incurable es que en los centros de detención hallan personas capacitadas para realizar ejercicios donde el niño, sobre todo los más pequeños, no sientas una amenaza a sus vidas. Sin embargo, según Ginger Thompson, que ya ha entrado a algunos de estos centros, es muy probable que el personal que cuida a los niños no tenga la capacidad para hacerlo.

Un niño sometido al estrés del encierro, según la misma organización, puede desarrollar miedo al relacionamiento con otros seres humanos, incluso de su misma edad. Se convierten en adultos inseguros y que no saben distinguir entre una actitud violenta y una actitud educadora. Para ellos, cualquier persona es un posible enemigo.

La tía de Alison Jimena Valencia Madrid dijo que cuando escuchó por primera vez la voz de su sobrina en el teléfono, se levantó de la cama y se arrodilló: “Le agradecí a Dios que ella recordara el número. Si no, no sé qué le hubiera pasado a ella”. Los otros dos mil niños, no lo recordaron.

 

Por Camila Builes / @CamilaLaBuiles

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