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Operación Rodolfo Walsh

El texto “Carta de un escritor a la Junta Militar” tuvo repercusiones en la vida intelectual de América Latina. El autor confrontó, desde la palabra, el exterminio en la Argentina de finales de los 70s. Hoy su legado está vigente.

Juan Carlos Guardela Vásquez
24 de marzo de 2024 - 07:31 p. m.
Este 24 de marzo se cumplen 47 años del texto “Carta de un escritor a la Junta Militar”.
Este 24 de marzo se cumplen 47 años del texto “Carta de un escritor a la Junta Militar”.
Foto: Piktochart

Escribir es una profesión de riesgo

La presa más exquisita para un dictador es un escritor. El mal se ha extendido en todo el mundo. Hoy, en pleno siglo XXI, cientos de escritores están en la cárcel. La práctica de mantener encarcelados a escritores y disidentes por expresar opiniones contrarias es una flagrante violación de los derechos humanos y un acto de represión.

El mundo tiene hoy más encarcelados intelectuales que hace 4 décadas. Pen Freedom to Write Index America proporciona una lista de los escritores e intelectuales encarcelados en todo el mundo durante el último año. Desde su lanzamiento el Índice de Libertad para Escribir ha ayudado a informar sobre las amenazas a los escritores de todo el mundo, contando las historias de personas que han sido silenciadas y detenidas por sus palabras y arrojando luz sobre los países que presentan las más graves amenazas a escritores e intelectuales.

En la actualidad al menos 813 escritores, académicos e intelectuales de 35 países están en prisión o fueron detenidos injustamente. Esto representa un aumento del 10 por ciento con respecto al año pasado, lo que indica un grave deterioro del clima para la libre expresión en el mundo.

Salman Rushdie, incluso después de haber sido apuñalado casi hasta morir, insiste en que la lucha continúa, asegurando que las dictaduras tienen un terror patológico a los escritores porque temen a las narraciones alternativas del mundo.

En Uganda la poeta Stella Nyanzi fue presa por publicar una sátira contra el presidente Yoweri Museveni, aferrado al poder desde 1986. En Irán Nasrin Sotoudeh, activista y escritora, fue sentenciada a 38 años. Burhan Sönmez, en Turquía, está preso por el régimen de Tayyip Erdogan. Eso sin mencionar a Julián Assange, fundador y director de Wikileaks. En Nicaragua Gioconda Belli fue perseguida y Sergio Ramírez vive hoy en el exilio. En Cuba es cruento el caso de la narradora disidente María Cristina Garrido. Recientemente en Rusia el novelista Dmitri Glujovski fue condenado luego de dar testimonio sobre la guerra en Ucrania.

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El legado Walsh

Uno de los casos emblemáticos en América Latina es el de Rodolfo Walsh. Lo es por su arrojo y por el testimonio que dejó acerca del oficio de la escritura, esa actividad que sirve para decir lo que los poderosos quieren silenciar.

Este 24 de marzo se cumplen 47 años de su famosa Carta de un escritor a la Junta Militar. Hay que recordar dicha carta, y más en estos tiempos en los que hay sectores que quieren entronizar tendencias de ultraderechas contra el ejercicio de la libertar de opinión.

Rodolfo Walsh fue un destacado escritor y periodista argentino (1927 en Lamarque, Río Negro, y desaparecido el 25 de marzo de 1977 en Buenos Aires). Es reconocido por ser pionero en la escritura de libros que abrieron caminos en el periodismo de “no ficción” en América Latina.

Escribió cuentos policiales y su legado como periodista creció con el tiempo. Hoy es considerado como uno de los más destacados artistas e intelectuales a nivel latinoamericano y mundial.

Realizó traducciones y publicó antologías de cuentos policiales. En 1953 por “Variaciones en rojo” (tres novelas policiales cortas), obtuvo el Primer premio Municipal de Literatura. En aquel año el autor no se había involucrado en política y era antagonista a las ideas de Perón.

No obstante, no pasó mucho tiempo cuando se presentaron acontecimientos que marcarían un nuevo camino en su vida. Con la caída del peronismo el nuevo régimen, la llamada “Revolución Libertadora”, empezó a castigar con cárcel el hecho de nombrar a Juan Domingo Perón y a Eva, y prohibió los símbolos partidarios “creados y por crearse”. El periodismo escrito y radial de esos tiempos se referirá al general derrocado como “el dictador depuesto” y “el tirano prófugo”. Durante el mandato de Aramburu y Rojas se le acusó a Perón de 121 delitos, y se le inició un juicio por “traición a la patria” e incluso se le prohibió el uso del grado militar y el uniforme.

El cadáver de Evita, que aguardaba en el segundo piso de la CGT, es vejado por un grupo de militares, escondido en diversos lugares y sacado furtivamente fuera del país.

El 9 de junio de 1956, durante la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu, militares y civiles peronistas intentan recuperar el poder por las armas. Los generales Juan José Valle y Raúl Tanco, junto con el teniente coronel Oscar Lorenzo Cogorno, encabezan una especie de rebelión cívico-militar en Buenos Aires, La Plata y Santa Rosa, capital de La Pampa. Fueron unos 200 hombres que, cuyos planes habían sido descubiertos por la Inteligencia y al final no tuvieron ninguna posibilidad. El intento es abortado en unas cuantas horas y concluye en un baño de sangre.

El domingo 10 de junio de 1956, menos de veinticuatro horas del levantamiento peronista y cuando ya no existen focos de resistencia, el gobierno de facto encabezado por el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas lanzó el decreto Nº 10.364, que impone la ley marcial. La pena de muerte debía hacerse efectiva a partir de ese momento, pero con carácter retroactivo para los sublevados del día anterior, aunque se habían rendido y estaban prisioneros.

El régimen de la “Revolución Libertadora” ordenó que en menos de 72 horas se realizaran 28 fusilamientos de militares y civiles en seis lugares distintos. Nunca se conoció el número exacto de rebeldes, pero todos fueron fusilados.

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«¡Hay un fusilado que vive!».

Rodolfo Walsh estaba en el café de La Plata lugar en que jugaba habitualmente ajedrez cuando escuchó la ya frase célebre: «¡Hay un fusilado que vive!».

Así empieza la pesquisa de Walsh y así mismo empieza el libro sobre los hechos de esos fusilamientos.

Rodolfo empezó a indagar sobre la suerte de ese fusilado que se salvó, Juan Carlos Livraga. Doce hombres fueron fusilados de espalda en un basurero de la localidad de José León Suárez, al norte de Buenos Aires.

Walsh encontró al “malfusilado” y escribe que le quedó un agujero en la mejilla, que encuentra que en su boca quebrada y en sus ojos opacos se ha quedado flotando una sombra de muerte.

Operación Masacre se convierte así en el primer libro de “no ficción” de América Latina.

Para terminar este libro Walsh se vio obligado a dejar su trabajo, y asumiendo que podría ser perseguido vivió en distintos sitios. Se dice que Walsh redactó la historia de un tirón, con el temor de que se le adelantaran. Pero ningún periódico la quiere publicar después de escrita. Cuando sale, sin firma, se imprimió con otro título en un sótano. En esas páginas policías, militares, políticos y jueces son puestos en evidencia.

Después de los efectos que causa entonces sí se publica por entregas en el semanario Mayoría, entre mayo y julio de 1957 y ya con título de Operación Masacre.

Enriqueta Muñiz, periodista española que había llegado a sus dieciséis años, compañera de Walsh en la editorial Hachette, fue crucial en la investigación. Durante el proceso de investigación Muñiz anotó los pasos que Walsh y ella dieron para la elaboración de Operación Masacre. Sesenta años después, en 2019, la Editorial Planeta los publicó. Las anotaciones describen las dudas que tiene Rodolfo sobre el hecho de que su fama de novelista policial se tirara al traste la credibilidad de Operación masacre. Recurre entonces Walsh a darle mucho más soporte documental al texto.

A diferencia de Capote en Norteamérica, la escritura de Walsh, desde el inicio estuvo siendo cercada por fuerzas oscuras que querían que no se supiera la verdad de los hechos.

Si se hubiera encerrado en las oficinas con aire acondicionado de las salas de redacción, hoy nadie recordaría a Rodolfo, porque hubiera sido un escritor muy distinto. Acaso hubiese sido una obra de denuncia, pero sin los rasgos profundos de un escritor comprometido. Eran tiempos de apuestas.

Rodolfo escribiría sobre Operación masacre: “Cambió mi vida. Haciéndola, comprendí que, además de mis perplejidades íntimas, existía un amenazante mundo exterior. (…) Me fui a Cuba, asistí al nacimiento de un orden nuevo, contradictorio, a veces épico, a veces fastidioso. Volví, completé un nuevo silencio de seis años”.

En 1959, llega a Cuba en donde desarrolla su faceta periodística más exhaustiva en la Agencia Prensa Latina junto a Jorge Masetti, Rogelio García Lupo y Gabriel García Márquez. Diversos testimonios indican que fue un accidente lo del ya célebre descubrimiento de los códigos de la CIA. Al parecer, por casualidad, llegaron al teletipo de la agencia de noticias unos textos cifrados. El asunto es que Rodolfo era un criptógrafo autodidacta, y con sus propios recursos descifra en unos ocho teletipos que hay un plan de Estados Unidos para invadir a Cuba en playa Girón.

A pesar de las reservas que tenía con el gobierno de la isla realizó muchísimas entrevistas incluyendo a Ernest Hemingway.

Luego de esa experiencia va en busca de Perón a España, con quien quedó impactado por sus convicciones políticas, “manejaba el arte de la conversación”. De dicha experiencia quedó un cuento inconcluso.

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Tiempos de terror

En 1970 trabajó en revista Panorama y en Semanario CGT. Se adhirió a la militancia sindical peronista junto a su compañera, Lilia Ferreyra. Entrando en los 70, la violencia institucional lo obligó a ingresar en la CGTA, Confederación General del Trabajo de los Argentinos, concretamente en el peronismo de base. El “Profesor Neurus” era uno de sus seudónimos.

En 1973 se unió a Montoneros. Trabajó en el diario Noticias junto a Horacio Verbitsky, Paco Urondo, Juan Gelman y Miguel Bonasso.

Operación masacre, sería filmada en la clandestinidad por el director Jorge Cedrón, para luego ser exhibida en barrios y plazas de la capital.

Pocos meses después del golpe militar de 1976, Walsh creó la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA) con el objetivo de “Derrotar el terror al acceso a la información de los que informan”. Solicitaba lo siguiente: “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance…Mande copias a sus amigos... El terror se basa en la incomunicación. Derrote el terror”.

“Walsh siempre abominó el panfleto y trabajó con esmero la forma, puliendo cada texto en forma obsesiva”, aseguró Horacio Verbitsky.

Por su parte, Ricardo Piglia aseguraba que “Walsh trabaja con el procedimiento de la voz ajena y el testigo y explora los límites del lenguaje. Su obra de no ficción elabora la noción de límite, es decir, la imposibilidad de expresar directamente la verdad en lo real (…) La experiencia del horror puro de la represión clandestina, una experiencia que a menudo parece estar más allá de las palabras, define nuestro uso del lenguaje y nuestra relación con la memoria, y por lo tanto con el futuro y el sentido (…).

Rodolfo siempre se quejó de que los asesinatos fueron demostrados con sus textos periodísticos, pero que los asesinos quedaron libres, como ocurrió con otros dos trabajos del mismo corte investigativo: Caso Satanowsky y ¿Quién mató a Rosendo?

Eduardo Jozami autor de la biografía Rodolfo Walsh asegura que “Walsh fue un pionero como periodista de investigación, pero muchas veces no se recuerda que en realidad tuvo una actividad como periodista bastante atípica (...) era alguien que le gustaba la tarea del notero, del colaborador, del que elige un tema y lo trabaja con tranquilidad, con perseverancia y un enorme rigor profesional. Si bien estuvo ligado a algunas experiencias periodísticas realmente muy importantes, creo que Walsh tenía más el ritmo del escritor, que del periodista”.

El historiador Osvaldo Bayer, escribió: “Walsh es siempre joven, impetuoso. Vuelo y profundidad. En su conversación con el lector pobre de novelas policiales hay genio, tragedia, misterio, ansia. (...) Nunca le van a perdonar a Walsh eso: que ha quedado siempre joven. Se les escapa de los moldes y las escuelas. Supo ver y desnudó a toda la sociedad argentina cuando dejó de jugar al ajedrez y se asomó a ver qué pasaba. Así nació Operación Masacre”.

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Carta de un escritor a la Junta Militar

Rodolfo Walsh selló su muerte y lo supo en el instante en el cual firmó la ya famosa carta. Sabía de antemano de su fracaso.

“Éstas (escribió al final) son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”.

Y en ese sentido, su trascendencia no era su propia vida sino le eficacia de su escritura. La Junta Militar iniciaba a principios de marzo de 1977 un asunto oscuro al que llamaron Proceso de Reorganización Nacional, una especie de “Refundación de la nación”.

Frente a eso escribe su carta el 24 de marzo en la que denuncia los crímenes de la dictadura, entre ellos el asesinato de varios amigos y el suicidio de su hija Victoria, durante el sitio de un operativo militar.

Una vez terminada su redacción se dispuso a llevarla a un buzón. Varios autores coinciden en que Rodolfo sabía que había sido delatado. Así que, al día siguiente, en la esquina de la Avenida San Juan y Entre Ríos, en el barrio porteño de San Cristóbal, sería asesinado.

Justo en el momento de la entrega del texto, Rodolfo, se vio rodeado por un grupo de hombres de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Tenía en el bolsillo un revolver 22, y al verse cercado, supo enseguida que no había marcha atrás. Imagino que fue una escena de imponente energía; de bornes chispeantes, cargada de desespero inapelable.

Quiero imaginar que, con ese insignificante calibre 22, lo que hizo fue una puesta en escena; un prometeico apuro hacia la muerte. Acaso fue un disparo al aire, o a los lados de los uniformados y en seguida, una ráfaga lo partió en dos.

Su cadáver nunca fue encontrado, y desde entonces está en la lista de detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado en Argentina.

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La valentía de Walsh

La obra de Walsh es un referente de la literatura de denuncia y ha influido en generaciones posteriores de escritores y periodistas. Sus textos no son panfletos ni libelos, son obras de arte. Ello implicaba un compromiso con la verdad y él, en medio de los acontecimientos, tuvo valentía de no cambiarlos, de no agregar ni quitar nada.

Walsh muestra una valentía excepcional al dirigirse directamente a la Junta Militar, a pesar del riesgo personal que esto implicaba. Su compromiso con la verdad y la justicia lo lleva a denunciar abiertamente los crímenes del régimen.

La carta está redactada de manera clara y directa, sin rodeos ni eufemismos. Walsh utiliza argumentos sólidos y datos concretos para respaldar sus denuncias.

Walsh critica la censura impuesta por la Junta Militar, que silenciaba a periodistas y escritores. Revela la persecución y desaparición de personas, así como la violación sistemática de los derechos humanos.

La carta defiende la libertad de prensa y la importancia de la palabra como herramienta de resistencia. Así el autor se erige como un defensor de la verdad y la memoria histórica.

Walsh utiliza su habilidad como escritor para impactar al lector y transmitir la gravedad de la situación. Lo que indica que aspiró al gran público, y no sólo los destinatarios de la Junta Militar.

Era uno de los pocos hombres que tenía en ese momento la suficiente valentía, compromiso y claridad para hacer un tipo de denuncia como esa. Su legado perdura como un testimonio fundamental en la lucha por la justicia y los derechos humanos.

En la “Carta” hay un rasgo que define humanamente al texto: se trata de un tono de familiaridad con el que el autor se dirige a sus perseguidores. Un tono que tiene una mezcla de serenidad y de franqueza, propio de los hombres habituados a la asechanza y que saben que van a morir.

Su “Carta” sigue siendo un recordatorio de la importancia de la verdad y la dignidad humana en tiempos de oscuridad y represión. Hoy el balance es el siguiente: los militares se murieron o fueron a prisión, pero el espíritu de su carta está vivo y vigente.

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Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar

Carta abierta de un escritor a la Junta Militar - Wikipedia, la enciclopedia libre

1. La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años.

El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades. El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron.

Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese “ser nacional” que ustedes invocan tan a menudo. Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentina.

2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror. Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.

Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados. De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda una ley que fue respetada aún en las cumbres represivas de anteriores dictaduras.

La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparece en los testimonios junto con la picana y el “submarino”, el soplete de las actualizaciones contemporáneas. Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad, que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido.

3. La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes en lugares descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga. Extremistas que panfletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a diez en vehículos que se incendian son los estereotipos de un libreto que no está hecho para ser creído sino para burlar la reacción internacional ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carácter de represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las acciones guerrilleras. Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en respuesta a la voladura del Departamento de Policía de La Plata, 30 por el atentado en el Ministerio de Defensa, 40 en la Masacre del Año Nuevo que siguió a la muerte del coronel Castellanos, 19 tras la explosión que destruyó la comisaría de Ciudadela, forman parte de 1.200 ejecuciones en 300 supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos. El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es asimismo una evidencia que surge de los comunicados militares que en un año atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y solo 10 o 15 heridos, proporción desconocida en los más encarnizados conflictos.

Esta impresión es confirmada por un muestreo periodístico de circulación clandestina que revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977, en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y la guerrilla 63 muertos. Más de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga cuyo relato oficial tampoco está destinado a que alguien lo crea sino a prevenir a la guerrilla y los partidos de que aún los presos reconocidos son la reserva estratégica de las represalias de que disponen los Comandantes de Cuerpo según la marcha de los combates, la conveniencia didáctica, el humor del momento. Así ha ganado sus laureles el general Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo del Ejército, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en Córdoba, después con la muerte de Hugo Vaca Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de fuga, ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor. El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de enero de 1977 con otros siete prisioneros en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército que manda el general Suárez Mason, revela que estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe de las 3 Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno.

4. Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas. Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada, fondeados en el Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 años, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, “con lastimaduras en la región anal y fracturas visibles” según su autopsia. Un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el lago San Roque de Córdoba, acudió a la comisaría donde no le recibieron la denuncia y escribió a los diarios que no la publicaron. Treinta y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el Río Luján el 9 de octubre, sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muertos a 15 kilómetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora.

En esos enunciados se agota la ficción de bandas de derecha, presuntas herederas de las 3 A de López Rega, capaces de atravesar la mayor guarnición del país en camiones militares, de alfombrar de muertos el Río de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la 1a Brigada Aérea, sin que se enteren el general Videla, el almirante Massera o el brigadier Agosti. Las 3 A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre “violencias de distintos signos” ni el árbitro justo entre “dos terrorismos”, sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y solo puede balbucear el discurso de la muerte. La misma continuidad histórica liga el asesinato del general Carlos Prats, durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general Juan José Torres, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz y decenas de asilados, en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democráticos en Chile, Bolivia y Uruguay. La segura participación en esos crímenes del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal, conducido por oficiales becados de la CIA a través de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station Chief de la CIA en Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las que hoy sacuden a la comunidad internacional, que no han de agotarse siquiera cuando se esclarezca el papel de esa agencia y de altos jefes del Ejército, encabezados por el general Menéndez, en la creación de la Logia Libertadores de América, que reemplazó a las 3 A hasta que su papel global fue asumido por esa Junta en nombre de las 3 Armas.

Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de cuentas como el asesinato del capitán Horacio Gándara, quien desde hace una década investigaba los negociados de altos jefes de la Marina, o del periodista de “Prensa Libre”, Horacio Novillo, apuñalado y calcinado después que ese diario denunció las conexiones del ministro Martínez de Hoz conmonopolios internacionales. A la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de la guerra pronunciada por uno de sus jefes: “La lucha que libramos no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal”.

5. Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada. En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40 %, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30 %, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales. Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9 % y prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificado de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron. Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40 %, el de ropa más del 50 %, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. Como si ésas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la “racionalización”.

Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con que semejante política la convierte en una villa miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua porque las industrias monopólicas saquean las napas subterráneas, millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes sólo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo, el río más grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Martínez de Hoz arrojan en él sus residuos industriales, y la única medida de gobierno que ustedes han tomado es prohibir a la gente que se bañe. Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar “el país”, han sido ustedes más afortunados. Un descenso del producto bruto que orilla el 3 %, una deuda exterior que alcanza a 600 dólares por habitante, una inflación anual del 400 %, un aumento del circulante que en solo una semana de diciembre llegó al 9 %, una baja del 13 % en la inversión externa constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la fría deliberación y la cruda inepcia. Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve autónoma. Mil ochocientos millones de dólares, que equivalen a la mitad de las exportaciones argentinas, presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal, doce mil de la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120 %, prueban que no hay congelación ni desocupación en el reino de la tortura y de la muerte, único campo de la actividad argentina donde el producto crece y donde la cotización por guerrillero abatido sube más rápido que el dólar.

6. Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete. Un aumento del 722 % en los precios de la producción animal en 1976 define la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: “Llena de asombro que ciertos grupos pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos”.

El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la mañana duplicaron su capital sin producir más que antes, la rueda loca de la especulación en dólares, letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el interés por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que venía a acabar con el “festín de los corruptos”. Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crédito nacional en manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupación en la Argentina. Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales, dónde están los mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideología que amenaza al ser nacional. Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados, no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aun si mataran al último guerrillero no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas. Éstas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.

Rodolfo Jorge Walsh. - C.I. 2845022

Buenos Aires, 24 de marzo de 1977

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Por Juan Carlos Guardela Vásquez

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