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Por décadas, la figura de Pablo Escobar ha trascendido el ámbito criminal. Sin embargo, más allá de su legado de violencia y narcotráfico, un aspecto menos explorado de su vida es su relación con lo esotérico. En Pablo Escobar y los patrones de la brujería, título publicado por el grupo editorial Penguin Random House, el antropólogo Esteban Cruz Niño desentraña cómo el capo del Cartel de Medellín utilizó la brujería y el simbolismo como parte de su estrategia de poder, y cómo su figura sigue envuelta en un halo místico que lo acerca al culto de los llamados “santos populares” del crimen en América Latina.
El sincretismo esotérico del narcotráfico
Según explica Cruz Niño, el caso de Escobar no es un fenómeno aislado, sino parte de una tendencia más amplia dentro del crimen organizado. En la historiografía del narcotráfico, figuras como Jesús Malverde, en México, o la Santa Muerte han sido adoptadas como protectores espirituales por criminales y comunidades marginadas. Este sincretismo se alimenta de una mezcla de creencias indígenas, africanas y europeas, configurando una cosmovisión donde la violencia, el poder y lo sagrado se entrelazan.
“En América Latina, los santos populares muchas veces fueron criminales en vida. Con la distancia del tiempo, se convierten en figuras devocionales, tanto para los criminales como para sectores populares que los ven como benefactores”, señala el autor. En el caso de Escobar, su figura ha adquirido connotaciones místicas que se reflejan en los altares que algunos devotos han construido en su honor y en las historias de “milagros” atribuidos a su espíritu.
El simbolismo en la vida y muerte de Escobar
Uno de los hallazgos más sorprendentes del libro es la obsesión de Escobar con el color azul. Según testimonios recogidos por Cruz Niño, el narcotraficante mandaba pintar las paredes de sus refugios en tonos azules, vestía frecuentemente de ese color e incluso su cadáver fue sepultado con una camiseta y un jean azules. Para el autor, este detalle podría estar vinculado con una creencia personal en la protección esotérica del color o con rituales desconocidos dentro del Cartel de Medellín.
El libro también recoge la experiencia del embalsamador de Escobar, quien aseguró haber pasado 24 horas junto a su cuerpo en circunstancias que él mismo describió como “infernales”. Además, se incluyen relatos de personas que afirman haber visto al capo en visiones del más allá, consolidando la idea de que su presencia sigue latente en el imaginario colectivo.
Más allá del mito: ¿instrumento de poder o construcción cultural?
Si bien las creencias esotéricas de Escobar pudieron haber sido genuinas, Cruz Niño también plantea la posibilidad de que fueran utilizadas como una estrategia de intimidación dentro del Cartel de Medellín. En el mundo criminal, el temor no solo se impone con la violencia, sino también con lo simbólico. La imagen de un capo que consulta médiums, realiza rituales y parece estar protegido por fuerzas sobrenaturales, puede generar una sensación de invulnerabilidad entre sus aliados y de terror entre sus enemigos.
El caso del Tren de Aragua, una organización criminal transnacional de origen venezolano, demuestra cómo este tipo de creencias siguen vigentes. En su estructura, los líderes confían en médiums conocidos como “cajones” para tomar decisiones estratégicas, asegurando que los espíritus de antiguos malandros los guían en sus acciones. Aunque en el narcotráfico colombiano no se ha documentado un sistema tan estructurado, la figura de Escobar sigue siendo un referente en este tipo de sincretismo criminal.
Un nuevo “santo del crimen”
La romantización de la figura de Escobar en series como Narcos y el auge del narcoturismo en Medellín han contribuido a la creación de un mito que, con el tiempo, se ha mezclado con lo místico. Como señala Cruz Niño, la devoción hacia Escobar en algunos sectores guarda similitudes con el culto a figuras como Jesús Malverde o San La Muerte.
“Lo que empieza como un símbolo de poder criminal termina convirtiéndose en una figura devocional”, explica el autor. La pregunta que queda abierta es hasta qué punto este fenómeno es una construcción espontánea de la cultura popular o si es alimentado deliberadamente por quienes buscan mantener vivo su legado.
En última instancia, la relación de Escobar con la brujería no es solo una anécdota dentro de su historia, sino una manifestación más de cómo el crimen organizado no solo opera con armas y dinero, sino también con símbolos, creencias y mitos que trascienden el tiempo y la realidad.
Por Santiago Díaz Benavides - @elmiopecurioso
