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Paloma Valencia: “El primer valor en la política debe ser el amor por tu país”

Como complemento del capítulo de El refugio de los tocados, y de la serie “Perfilados”, publicamos este texto con la senadora y ahora precandidata presidencial, que nos cuenta su relación con la literatura y cómo ha cambiado su vida desde que es mamá.

Andrés Osorio Guillott

27 de mayo de 2025 - 07:58 p. m.
Paloma Valencia estudió Escrituras creativas y es autora del libro de cuentos "Otras culpas".
Foto: Óscar Pérez
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En la sala de su casa, en la que generalmente hay mucha actividad familiar o incluso debido a su función en la política, la senadora y también precandidata presidencial Paloma Valencia dijo: “Yo siempre he sido culpable. Seguro fue la formación de las monjas, la formación judeocristiana de la culpa, pero yo soy culpable. Es un sentimiento de profunda responsabilidad con todo. Si pasan cosas malas, aunque usted no las cause, usted no puede evadir la responsabilidad de vivir en un país donde están pasando. Yo me siento culpable de que no me pasen las cosas que a otros sí, y eso es por un profundo sentido de lo terrible que es la injusticia. Si bien ya no lo siento tan fuerte, si hubo un tiempo en el que era muy doloroso vivir en un país así todo el tiempo. Eso me llevó a hacer política. Uno no puede vivir en un país así y no hacer nada. Uno no puede subir la ventana del carro”.

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En esta afirmación se desprenden varios de los factores que podrían representar las vivencias, decisiones y los oficios a los que se ha dedicado Valencia. De niña, estudió en colegios religiosos. Lo hizo primero con las Benedictinas en Bogotá y con las Josefinas en Popayán. La educación recibida en estas instituciones, más que en su casa, influyó en su forma de ver la vida y en la relación que construyó con el país. Esa culpa incluso quedó resonando tanto que escribió un libro de cuentos que precisamente lleva el nombre de “Otras culpas”.

Detrás de la vehemencia con la que Paloma Valencia defiende sus ideas y los principios del Centro Democrático, partido al que pertenece, hay una mujer que quizá decide confrontar el vértigo de la política con la pausa de la escritura. Hace años, estudió derecho y en esa carrera tuvo la intención de hacer doble titulación con economía. Sin embargo, se hizo amiga de Aquiles Arrieta, que era monitor en derecho romano y hoy es magistrado auxiliar de la Corte. En ese entonces, él le dijo “qué va a estudiar economía, venga mejor vemos unos cursos de filosofía”. Y tras esa decisión encontró un gusto en las lecturas de Hegel, Nietzsche, Kant y Shopenhauer.

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“Estudiar filosofía es muy chévere porque es seguir raciocinios de gente supremamente inteligente, ver el mundo por ojos diferentísimos y me quedé feliz. El existencialismo de Shopenhauer y de Nietzsche es más el reconocimiento del dolor de la existencia, y cuando conoces eso y sabes que la existencia es dolorosa, no tiene que impresionarte el sufrimiento”, dijo la senadora del Centro Democrático, quien reconoció también que creció en una casa en la que los libros eran importantes. “A mi papá le encantaba que uno se aprendiera la poesía del maestro Valencia y a mi mamá le fascina la poesía. Mis dos familias son intelectuales. En mi casa todo el mundo lee, todo el mundo estudia, a todo el mundo le tiene que ir bien en el colegio. No es opcional. A mí nadie me dijo que me tenía que ir bien. Es lo mínimo”.

Valencia, que hizo su tesis en filosofía sobre el suicidio visto desde Shopenhauer, reconoce que desde pequeña le gustó el existencialismo como corriente. “En el colegio tuve mucha obsesión con Niebla, de Miguel de Unamuno, yo he sido existencialista desde chiquita. Después, cuando uno mira en retrospectiva, es un libro bastante filosófico desde todo punto de vista. Preguntas sobre el ser, sobre la naturaleza de Dios. Claramente me interesaba la filosofía. También leía mucho a Kafka”.

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¿Para qué escribir?, le pregunté. Me dijo: “No sé para qué. Me gusta. Como decía Rilke: uno escribe porque no puede no escribir”.

***

El despertador suena todos los días a las 5:00 de la mañana. Paloma se encarga de alistar a Amapola, su hija, para que vaya al colegio. Ella ayuda a vestirla le alista la lonchera y Tomás, su esposo, la acompaña al bus. O la acompañaba, porque ya Amapola ha dicho que puede bajar sola.

A veces, de 5:30 a 6:30 se acuesta otra vez. No siempre duerme. “Después de eso me arreglo y me voy. Si hay Congreso, normalmente tengo algún desayuno o reunión antes y de ahí hasta que se acabe la plenaria. Almuerzo en comisión una ensalada de Crepes. El Congreso Petro ha sido vago. En otros que me ha tocado uno no salía antes de las 10:00 de la noche, ahora hay veces en que uno sale a las 8:00. Impensable”.

Trata de llegar antes de que se acueste Amapola (7:30). Las probabilidades de llegar a esa hora, en general, son bajas, pero a veces va a la casa, la acompaña y vuelve a salir. Los domingos intenta estar con su hija. La acompaña a montar bicicleta. Van a cine. Comen helado. Les gusta hacer manualidades. Tomás le lee mucho porque le gusta mucho la lectura.

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“Cuando uno tiene un hijo se da cuenta de que la única forma de educación real es el ejemplo. A mí me educaron de una manera bastante libre, realmente tuve pocos límites, y yo creo que Amapola también tiene pocos, uno quisiera a veces más”, reconoció Valencia, que cuando está con su hija parece que el mundo es otro, menos complejo y más esperanzador.

De ese ejemplo como madre también se reafirma el ejemplo como líder. “Yo creo que la única forma de liderazgo es el ejemplo. Yo no puedo pretender que mi equipo trabaje un montón si yo no lo hago. Soy una jefa dura, soy exigente y tengo una vara arriba, pero soy aún más dura conmigo misma. Si yo me esfuerzo mucho, el equipo se inspira para hacerlo de la misma manera. En un país, el ejemplo es muy importante, inspira. El mal ejemplo te rompe la confianza con la ciudadanía. Uno en un país con tantas necesidades quisiera un gobernante que dé ejemplo de austeridad, de cuidar cada centavo, de que la plata se invierta bien, de que no haya sobrecostos. Por eso hay medidas simbólicas que toman mandatarios que se vuelven importantes: reducir esquemas de seguridad, reducen gastos de funcionamiento del Estado y eso te da un ejemplo de que la plata importa, y esos mensajes tienden a ser más poderosos que salgas todo el tiempo a decir que te importan mucho los pobres, y lo repitas y lo repitas y no lo demuestres”.

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“Desde una perspectiva en la que no estamos de acuerdo en muchas cosas, le tengo respeto porque la forma en la que articula sus ideas es muy solvente. Hace un esfuerzo por presentar de manera ordenada, lógica y en ocasiones sensata sus ideas y su postura”, dijo Humberto De la Calle, exsenador, quien debatió con ella hace varios meses sobre la Muerte Médicamente Asistida en Colombia.

También ese amor que profesa por su hija es el amor que la mueve a hacer política. Mucho de lo que sucede de puertas para adentro en su casa parecen ser pequeños reflejos de lo que sucede de puertas para afuera. Incluso, Amapola se preocupa por el futuro de su mamá en caso de que no logre ser presidenta, pues le angustia que se quede sin trabajo. “A ella le parece muy chévere. Está muy preocupada porque vaya a aspirar a la presidencia y pierda. Le parece que perder es terrible. Me pregunta que qué voy a hacer si pierdo, que qué tal si no consigo un empleo y dejo de ser senadora. Está super preocupada con eso”.

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“El primer valor en la política debe ser el amor por el país y por tu gente. La fuerza que lo tiene que mover a uno tiene que ser el amor genuino. El segundo, la honestidad. En eso yo creo que el profesor Mockus tiene razón, el fin de no justifica los medios. Uno no puede decir que va a hacer el bien si el camino por el que se conduce no lo está. Y el tercer valor es el trabajo. Esto no es de varitas mágicas y de ser chévere. Esto requiere un esfuerzo, gente que estudie, que sepa, y requiere hacer. No tanto decir, sino hacer. Uno no puede creer que las cosas se hacen solas. Hacer las cosas no es decir que las hará, ni delegarlas para que alguien más las haga. Y en este país nos cuesta mucho hacer. Somos buenos para decir, no tanto para hacer. Y aquí somos muy trabajadores, pero no sabemos hacer”.

Paloma Valencia y lo que piensa de la política actual:

Para la senadora del Centro Democrático, las redes han jugado un papel no menor en el ejercicio del poder y la política en los tiempos actuales: “Las redes sociales tienen cosas que vale la pena destacar: le dan a mucha gente voz, que es positivo. Pienso que hay un problema con los algoritmos porque impiden que uno pueda hablar con gente que piensa muy distinto a uno, te van radicalizando. Ese es un reto para un político porque cómo hace para romper el hueco en el que quedó metido. También diría que es muy complicada esta idea de las redes de que todo es muy fácil, de que todo es solo voluntad, lo que produce una política de la trivialidad. Eso tiene dos problemas: que rompió en la gente la idea del esfuerzo y de lo difícil que es solucionar problemas sociales, desvalorizó mucho la experticia y la idea de un proceso que se debe ajustar al infinito. El otro problema es que un político que no estudió, que no sabe nada de nada, graba un video y se hace acreedor de un montón de cosas que no le corresponden. Eso es difícil. La gente ya no sabe distinguir qué es verdad y qué es mentira”.

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En ese ejercicio de las redes, Valencia critica, pero también reconoce que en algo se parece al presidente Gustavo Petro y su manera de usar sus cuentas en las distintas plataformas. “Yo me identifico con Petro en eso. Yo pongo tuits y a veces se me van errores. Mi marido me regaña infinitamente: ‘¡pon atención!” ‘¡No se puede escribir así, piénsalo bien!’. Las redes han llevado a que uno tenga que producir mucho, y producir es lo contrario a lo auténtico. Es muy difícil. Una cosa es cuando uno quiere hacer una crítica y otra es compartir esta luz que se me acaba de prender. Cuando uno es presidente no puede hacer eso porque no eres un señor opinando una mañana cualquiera. Lo de las redes genera complejidades, pero también es cierto que hay presidentes que los eligieron las redes, y Petro, o Trump, son ejemplos de eso. Hay la novedad y luego la gente puede mirar realmente qué es lo que hay".

Paloma Valencia y su proyecto de familia

Tomás Rodríguez es el esposo de Paloma Valencia. Ella cuenta que fue amor a primera vista, pero no fue un amor fácil, al menos tuvo un salto en el tiempo y en la segunda oportunidad que se dieron lograron reunir sus caminos y esfuerzos para tener la familia que son hoy. “Lo vi recién me gradué de derecho. Estaba terminando filosofía. Entré a trabajar en planeación nacional. Él trabajaba allá también. Pero no nos conocimos ahí, sino en una reunión de profesores de Los Andes, en 2003. Yo fui a buscar a Sergio de Zubiría, que era mi director de tesis. Allá me lo encontré, empezamos a hablar y supe que era amor a primera vista. Después no nos vimos como seis meses. Luego nos volvimos a encontrar. Fuimos novios como tres años. Después se fue a hacer el doctorado y la relación de lejos fracasó, y siete años después volvimos. Yo fui una vez a visitarlo a Barcelona, era profesor allá, y le dije: “bueno, si vamos a volver es para algo, yo quiero tener un bebé”. Lo pensó y se dio. Nos casamos en medio de la marcha del proyecto de tener un bebé. Fue una decisión de hacer un proyecto juntos”.

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Y como todo en su casa también tiene que ver con la política, Tomás resulta ser uno de sus primeros contradictores. Según Paloma, él es de centro, lo que hace que muchas veces cuestione las ideas y discursos que da frente a los colombianos. es de centro. “En Colombia la polarización nos ha hecho creer que pensar distinto es sinónimo de no poder convivir. Eso no es cierto. Pensar distinto le da riqueza a cualquier conversación. Es la posibilidad de entender distintas maneras de ver el mundo, de solucionar las cosas, y con él nos encontramos en muchos puntos, finalmente en lo fundamental, que es en lo que uno tiene que coincidir, y eso es querer un mejor país, querer un país más justo. En esta casa todo el tiempo se conversa de política y hay discusiones sobre todo. Mi marido, por ejemplo, en segunda vuelta consideró votar por Petro. Yo le dije: ‘no, tampoco, no exageremos’. Pero votó en blanco”.

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