Aprovechando que el gobierno germano dio apertura a sus sitios turísticos del mar Báltico, tomamos automóvil hacia el norte del país rumbo al puerto de Kiel. Por una súper autopista de seis carriles, sin peaje alguno, y con una velocidad moderada, a pesar de estar permitido manejar hasta los 300 Km/hora, llegamos a nuestro lugar de destino en hora y media después de salir de Hamburgo.
Quiero resaltar que el día anterior al viaje nos tomamos el test del coronavirus, y después de salir con resultado negativo, tomamos la decisión de viajar. En este país, gran parte de las decisiones ciudadanas están enmarcadas en la honestidad de cada quien, y no hay autoridad alguna de sanidad ni de policía que le pregunten a uno si cumplió con la norma establecida. De igual manera, ocurre para tomar el tren rápido, en donde usted puede adquirir su boleto de viaje por celular, montar en el medio de transporte, y ningún empleado del tren le pide constancia de ello.
El puerto de Kiel tiene muchas caras emocionantes. Aquí se puede experimentar de cerca, durante todo el año, el arte y la cultura, así como la historia marítima y de la ciudad. Bonitas playas de un mar verde, pequeños botes, viejos veleros, elegantes yates, enormes grúas, gaviotas gritando, el ruido de astillero y una sensación de aire salado del mar, con olor a pescado recién capturado.
Temprano en la mañana, los pescadores salen al mar con sus aparejos, y regresan muchas horas después con una rica captura. De una parte del puerto se puede navegar hasta sitios vecinos de manera gratuita. Grandes ferries de pasajeros, desde Noruega y Suecia, atracan en el corazón de la ciudad todos los días. Los cruceros parten desde aquí hacia los siete mares del mundo.
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Finalmente visitamos el canal de Kiel, inaugurado en 1895. Cada año, alrededor de 32.000 barcos y alrededor de 10.000 embarcaciones de recreo utilizan esta popular vía fluvial. Es el canal más transitado del mundo, por delante del canal de Panamá y el Canal de Suez. Los buques de hasta 235 metros de largo y 32 metros de ancho pueden pasar por el canal.
Al terminar nuestro paseo, después de almorzar en un restaurante italiano ubicado en un muelle, me encontré con una sorpresa: El almacén de ropa de novia y para la noche de mi posible familiar Susanne Seidel. Pero, al igual que gran parte del comercio local, estaba cerrado, y no lo pude conocer…