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Los rastros del fútbol como el deporte más popular del mundo en la obra literaria del autor colombiano Pedro Badrán se reportan en Magangué (Bolívar), su lugar de origen. Bajo el calor asfixiante y las canchas que lucían como potreros o los arcos que se construían con maletas o prendas de vestir, se hallan momentos de enorme alegría y regocijo para personas que, como Badrán, vivieron el fútbol con mucho ahínco y siempre vieron la pelota como el objeto que mayor felicidad produce en el mundo.
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Combinar la pasión del fútbol con su historia, la pasión y el oficio de escribir conlleva repensar la forma en que el deporte es una manifestación más de la cultura de una sociedad y de las infinitas variables e imbricaciones que un deporte como el fútbol puede llegar a abarcar en los ámbitos culturales, políticos y sociales de una comunidad. Es así como Pedro Badrán logra reencontrar su escritura en personajes, lugares y acontecimientos que reflejan la historia del fútbol a nivel mundial y, a su vez, a nivel personal. De esa forma, el autor colombiano aguarda en su obra un espacio particular para hablar de los recuerdos y los hechos que enmarcan o empapan las canchas de fútbol alrededor del planeta.
Sócrates y el misterio de la copa robada, editado por Norma, es el resultado de una trilogía de textos que se reúnen para enarbolar los colores del fútbol en tiempos en que la idiosincrasia de un pueblo se centra en un evento tan relevante como el Mundial de la FIFA, que este año se realiza en Rusia. La mención del certamen más importante de este deporte es el tema que ronda la última novela de Badrán: en ella se crea un relato ficcional alrededor de lo que pudo llegar a suceder con la copa Jules Rimet, trofeo que obtenían los campeones del mundo hasta que fue robada en la década de 1970, luego de que Brasil ganara el torneo más apetecido por los futbolistas y los futboleros en todo el planeta.
Una odisea une los intereses de Sócrates, futbolista colombiano que en la historia es cedido al fútbol francés tras su paso por el fútbol brasileño en el 2010, con Samanta Livoria, una periodista argentina que trabajaba para el club donde jugaba el colombiano.
Luego del viaje a París para ultimar los detalles del traspaso, Samanta y Sócrates se embarcan en un viaje por los misteriosos e imponentes terrenos de la Amazonia, lugar que el personaje y narrador define como “un planeta, quizás una galaxia, con una gravedad casi muda”. Allí se sospechaba que podían dar con el paradero de la copa Jules Rimet gracias a unos mapas de Madame Tussaut. El destino los lleva a Manaos, lugar donde inician la travesía en busca de una embarcación llamada El Tesoro de Jonás. Allí, en ese melancólico y desconocido lugar, deberán encontrar aquel objeto simbólico de una cultura popular que se redefine constantemente en el avance y recorrido de la “bocha”.
Hablar para un público específico puede llegar a ser reduccionista en el campo literario, y si hablamos de fútbol y su relación con las letras puede llegar a serlo aún más. Por eso, más allá de pretender situar esta novela y varios de los textos de Badrán en un nicho infantil y juvenil, se trata de aterrizar el quehacer del escritor en el terreno del conocimiento y de la integridad de los lectores, ya que escribir sobre fútbol desde la ficción no solamente logra aumentar el interés y la diversión por los oficios realizados y mencionados en el texto, sino también invita y sugiere a los lectores, sin importar la edad y el origen, a conocer la historia que yace en las referencias tratadas en la novela y que datan de grandes jugadores y curiosidades del fútbol en Suramérica y el mundo.
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La narrativa de Badrán, que es conocida en el gremio futbolero, significa mucho para un país que busca sentar las pasiones que despierta el fútbol en la pasión que despierta un relato y una imagen implantada en la mente del lector. Este tipo de ejercicios serviría para restar el imaginario de que el fútbol no puede ir ligado a las artes, pues escribir sobre algo que se vive con tanto ahínco y tensión es demostrar el poder que tienen las palabras y el valor que tiene el juego, equiparando sensaciones, recuerdos y acciones que hablan del fútbol no como opio, sino como la vida misma.