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María Wills: la curaduría y el cuidado de una carrera en el arte

María Wills, quien hizo parte del equipo curatorial de la Bienal Internacional de Arte y Ciudad BOG25, ha cultivado su vida alrededor de las artes. A lo largo de su carrera se ha dedicado a proyectos colectivos en distintas latitudes.

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Andrea Jaramillo Caro
13 de diciembre de 2025 - 02:59 a. m.
En 2019, María Wills ganó el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría “Crítica en prensa escrita” por su ensayo “El centenario de la Bauhaus: de conveniencias y conexiones”.
En 2019, María Wills ganó el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría “Crítica en prensa escrita” por su ensayo “El centenario de la Bauhaus: de conveniencias y conexiones”.
Foto: Federico Bottia
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El arte y la cultura hicieron parte de la cotidianidad de María Wills desde que tiene memoria. Sus padres y su familia le transmitieron el interés por el mundo en el que ha desarrollado su carrera. Creció rodeada de música, literatura y arte, algo que considera una fortuna. Pero su inclinación por este entorno fue más allá de lo visual y se transformó en una preocupación por ver el arte y la cultura como un derecho social.

Contó que desde el colegio tuvo una inquietud por las cuestiones ambientales y, ya en la universidad, con las conversaciones alrededor de los derechos sociales, económicos y culturales, surgieron más preguntas sobre la importancia de la preservación de la cultura, más allá de lo patrimonial. “Colombia es un país que tiene una cultura muy rica y su preservación y accesibilidad tienen que darse en todos los niveles: desde lo más popular hasta lo que se denomina alta cultura. Este último término es lo que pienso cuestionar duramente en mi presente. Desde la investigación, estoy reivindicando la necesidad de buscar en qué momento se crean los quiebres que hacen que haya jerarquías en el arte y la cultura popular”, aseguró en entrevista para El Espectador.

Aunque su familia y crianza fueron unos de los detonantes para su camino, también influyó el periodo que pasó estudiando en Italia, antes de comenzar su carrera de Derecho en la Universidad de los Andes. “Mi mamá era muy amiga de Lorenzo Jaramillo y tuve la oportunidad de conocerlo de cerca. Además de venir de dos familias volcadas hacia todas las manifestaciones culturales, también tuve acceso al arte a través de lo que él me enseñó. A los 10 años recorrí el Museo Pompidou de su mano, y fue muy importante, junto a él, mi madre y mi tía, poder escuchar de las vanguardias”. Durante el tiempo que permaneció en Italia, se acercó al arte del Renacimiento, con su enfoque en el mecenazgo, la religión y las academias de arte. Y el tercer pilar que solidificó su pasión por el arte fue la fotografía. “Estuve metida en un cuarto oscuro desde los 15 años y tomé muchísimos cursos de fotografía. Creo que a raíz de ese contacto, que para mí casi tiene que ver con algo mágico o alquímico, la fotografía se volvió muy protagónica en mi vida”. Al final no se dedicó a ella, pero este medio marcó sus intereses investigativos futuros.

A pesar de que no ejerció la fotografía como profesión, la historia de este arte fue la ruta que desarrolló y acompañó con la curaduría, pues muchos de sus proyectos curatoriales estuvieron enfocados en la obra de personajes como Fernel Franco y la fotografía latinoamericana.

“En Latinoamérica se experimentó muchísimo con la fotografía, porque no era una disciplina que tuviera una formación, era muy experimental y eso también me ha permitido entender el arte desde lugares no tan cerrados y no ser especialista en una sola cosa, sino poder estar en diferentes campos. Por ejemplo, la fotografía extendida, dialogando con el collage o los periódicos, la imagen en movimiento, la foto como objeto”.

El paso de lo análogo a lo digital, que vivió entre la década de los 90 e inicios del siglo XXI, le hizo entender la fotografía como un medio que transformó el entorno, pero el cual se asume que registra la realidad. Lo que la ha motivado como investigadora es esa intersección entre el campo de la ciencia, en el que la fotografía dio sus primeros pasos, y el lugar de transformación en arte. “Desde ahí, el cine. El hombre de la cámara, de Dziga Vertob, es una de mis películas favoritas. Habla sobre cómo la vida metropolitana y la vida urbana se crean desde una visión de cámara. De hecho, curadurías que he hecho como Urbes mutantes tienen que ver con la ciudad como un lugar emblemático desde lo fotográfico, relacionado con la velocidad, y lo que sucede al congelar una imagen en medio de lo frenético de la metrópoli. Las posibilidades son infinitas”.

Más allá de su investigación, María Wills veía el arte de la fotografía reflejado en sus álbumes familiares. “Crecimos en una generación que tenía acceso a estos objetos y, en mi caso, uno podía encontrar paisajes o fotos que tenían un sabor muy experimental. Crecí rodeada de estos álbumes porque en casa también les interesaba la fotografía y había todo tipo de exploraciones con el paisaje y el retrato. El álbum como libro, ya en extinción, se vuelve un espacio muy bonito y hasta poético. La foto como memoria y leída desde el archivo me interesa mucho y hace parte de la obra de muchos artistas clave en la historia del arte”.

Las leyes fueron la elección por la que empezó sus estudios universitarios, aunque, según relató, su mente le decía que, en realidad, la historia del arte era su camino y por eso estudió la opción en este campo. Los temas sociales fueron sus compañeros inevitables y su carrera comenzó a inclinarse hacia lo público y lo patrimonial desde que comenzó a trabajar.

Para Wills, la experiencia que obtuvo trabajando en las fundaciones del Banco de la República, donde se encargaba de las colecciones de arte desde varias empresas, buscando apoyo y recursos para el arte, y como abogada, fue crucial para continuar construyendo su camino y desarrollar su faceta de gestora. Esas habilidades vinieron acompañadas del contacto que tuvo con académicos, creativos y mediadores de museos que, además de convertirse en sus amigos, hoy son artistas reconocidos. “Llegar a ser curador es algo que requiere un trabajo comprometido con la historia y el contexto. Desde ahí uno puede proponer nuevas o renovadas miradas, pero siempre desde el conocimiento”. Ese compromiso continuó con su trabajo en museos y, luego, con la especialización y la maestría en Historia del Arte.

María Wills regresó más tarde al Banco de la República como jefa de exposiciones temporales, con el objetivo de crear un balance en la programación entre 2009 y 2014. Sin embargo, su historia con esta institución no culminó ahí. Tras dedicarse unos cinco años a la maternidad, volvió al Banco de la República en 2019 como directora de la Unidad de Artes y Otras Colecciones. Desde este cargo se propuso plantear la necesidad de cuestionar cómo y desde dónde se coleccionaba arte en el país, una preocupación que se decantó en la exhibición “Sembrar la duda”, que estuvo abierta entre 2023 y 2024.

Aunque Lorenzo Jaramillo fue una de sus primeras influencias o mentores, Carmen María Jaramillo dejó su huella en la curadora cuando trabajaron juntas para la tesis de maestría de Wills.“Creo que es la historiadora de quien más he aprendido, desde una perspectiva no solamente académica, sino humana. Tuve un acompañamiento generoso y bonito gracias a ella. También curamos juntas y con Sylvia Suárez la colección de arte de Banrep y la muestra ‘El arte de la desobediencia’ en el MAMBO”. Hubo un momento en el que se fue a la capital del Valle del Cauca y allí conectó con el Grupo de Cali, entre los que destacaron Óscar Muñoz y Luis Ospina. El curador Miguel González fue otro de sus mentores, quien, según su testimonio, le permitió tener certezas como curadora, pues “no es una labor fácil y en Colombia, hasta hace poco, no había escuelas para formarse en esto, por lo que va armándose desde lugares de ambigüedad, de no saber si uno lo está haciendo bien. Paradójicamente, lo bonito de ser curador desde el sur es que no necesariamente existen unas reglas para serlo, sino que uno también puede estar cerca a los procesos artísticos y conversar con los artistas, crear historias y líneas de lectura que, desde la creatividad, muestren maneras diversas de ver el mundo.”. Otros nombres que influyeron en su proceso fueron José Roca y Carolina Ponce de León, con quienes entendió la relevancia de Colombia en el marco global del arte.

Su formación en el arte se extendió por fuera de las aulas y las personas que la rodearon. María Wills citó el cine, desde el neorrealismo italiano hasta la nueva ola, y la literatura y la historia como herramientas fundamentales para el curador, de manera que pueda hablar de contextos para anclar una obra u otra y construir hilos narrativos.

Una de las lecciones más importantes que ha aprendido con sus años en este campo es el ejercicio constante de la rigurosidad, la disciplina y la entrega, en términos investigativos, cuidando siempre del artista, vivo o muerto, pues al hacer curaduría se habla de cuidar. Escuchar las voces de estas personas, estar atenta a sus necesidades y mantener el rigor y la capacidad de colaboración han sido claves para su carrera y el sentido colectivo de los proyectos en los que ha trabajado.

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Andrea Jaramillo Caro

Por Andrea Jaramillo Caro

Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com
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