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I
El desierto no tiene caminos. Por largos tramos no hay nada que detenga la mirada. Todo se asemeja al vacío. Pero pueden aparecer pequeños remolinos. Es cuando la arena consigue entornar su cuerpo, tan fuerte, que a la vista parece que incita al viento, y que él recibe su palma amarilla. Resulta fácil perderse.
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Al Cabo de la Vela había ido una vez. Seguir de largo por la Alta Guajira es entrar en el paisaje intenso del desierto. Después de 6 horas de viaje, como si se estuviera saliendo de un lugar irreal, de un más allá, se llega al corregimiento de Puerto Estrella.
El tema de conversación esa tarde, mientras cenábamos, fue la muerte de un joven que había salido al mar a pescar con su padre. La marea subió y el chico cayó al agua. Marlene, la bibliotecaria, la anfitriona, y su familia comentaban el suceso con tono serio, preocupados por el tratamiento que se da en su comunidad a estas circunstancias relacionadas con la muerte accidentada.
Yo pensaba en el Jepira, pero creí inoportuno preguntar. Más tarde, acurrucada en el chinchorro, imaginé el alma del chico convertida en yoluja, viajando al más allá guajiro. La manera tradicional de llegar allí es volando o andando sobre el mar. En la geografía del Hades es el río Aqueronte el que conduce y antecede el ingreso al destino de los muertos. En el caso del Jepira no se trata de un inframundo, porque el sitio al que llegan los muertos wayuu es un punto particular en el mar del Cabo de la Vela.
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II
Los jóvenes wayuu son expresivos y risueños. Durante la sesión de lectura en voz alta todos participaron con interés, eligiendo textos y asumiendo el rol de lectores voluntarios. Pero hubo un chico de grado once que sobresalió, Kelvis Dilan Epiayú, quien contó un viejo cuento guajiro, El conejo y el mapurito, publicado en español por la editorial Ekaré. A penas lo vio decidió “leerlo”. Uso las comillas porque lo que en realidad hizo fue narrar la historia con sus propias palabras en wayuunaiki.
El puente de la traducción no solo implicó pasar de un idioma a otro, sino también del lenguaje escrito al oral. No conozco el wayuunaiki, pero sí la particular expresividad de la oralidad, y este jovencito la usaba: tonalidades, gestos, posturas corporales. El auditorio se mostró vinculado con la historia. Tal vez algo parecido sucede cuando se cuentan las Jayeechi, canciones narrativas, o narraciones cantadas, tradicionales en la comunidad wayuu, y que hace tiempo empezaron a desaparecer. Seguro este jovencito lleva en su espontaneidad narradora vestigios de esta raigambre.
III
La historia más conocida del Jepira es la de Ulépala, un hombre que estando recién casado pierde a su esposa. En medio de la devastación, ella lo visita y, atendiendo la desesperada insistencia, permite que la acompañe a la mansión de los muertos, desplazándose de manera “ilegal”, es decir, no sobrevolando el mar sino cruzando un camino cavernoso que queda por debajo de él (versión de Ramón Paz Ipuana, 187). Ella muestra el lugar a su esposo, quien no disfruta los manjares ofrecidos, como tampoco del cuerpo de su todavía hermosa mujer. El rol femenino, como se concibe tradicionalmente en el “mundo real” wayuu, se ve trastocado en el más allá, pues en la ultratumba las mujeres no están obligadas a guardar fidelidad, ni a atender la responsabilidad familiar. Ulépala, desorientado en ese otro orden en el que de repente se ve imbuido, pronto decide marcharse. Al salir lo espera un recorrido de aprendizaje cerca a poderosos dioses wayuu.
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IV
También en la Guajira, hacia el centro, existe un universo mitológico distinto, el de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Luego de la visita a Puerto Estrella, surgió la idea de compartir un taller sobre el más allá, reflexionando acerca de la vida después de la muerte e imaginando esa diversidad de atmósferas construidas alrededor de la inevitable realidad del morir.
Los jovencitos del resguardo kogui de Dumingueka, en Mingueo, casi no participaron. Compartimos lecturas protagonizadas por personajes como Cerbero y Anubis, siniestros perros guardianes que reciben a los humanos al terminar su vida. El profesor de la clase de tradición kogui, Lucas Coronado, se animó a contar algunos datos míticos del lugar que ancestralmente recibe a sus muertos.
V
Nabbᵾdue está ubicado en los picos nevados de la Sierra. En ese sitio también un perro negro recibe, pero sobre todo acompaña y guía a los recién llegados. Su nombre es Piushkaldadziwa. Como una especie de reiteración mítica, en Nabbᵾdue, al igual que en Jepira, se da el desplazamiento de un hombre recién casado que acompaña a su esposa por el camino de los muertos.
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En esta ocasión, gracias a una máscara sagrada, el esposo consigue identificar el alma de su compañera ya separada del cuerpo. Después de presentarse ante diversos cuidadores que registran los pasos, ascienden a los picos nevados. Estando ya en Nabbᵾdue, él consigue conversar con los de allí, de quienes recibe instrucciones sobre el modo en que deben realizarse los rituales funerarios. Al despedir a su esposa e iniciar el regreso, decide recoger algunas semillas de árboles inexistentes en el mundo de los vivos. La hazaña, por su puesto, disgusta a los árboles. Empiezan a perseguirlo. El esposo corre hacia la salida, cerrando una puerta que jamás volvió a abrirse. De aquel lugar no regresaría nadie más1.
VI
En el libro Los grandes iniciados, de Édouard Schuré, se pronuncia en la voz de Orfeo la siguiente sentencia: “Eurídice, viva, me hubiese dado la embriaguez de la dicha; Eurídice, muerta, me hizo encontrar la verdad” (167). Como se sabe, la imagen de un hombre que, entristecido, marcha al inframundo buscando recuperar a su enamorada es clásica en la mitología occidental, por la trágica historia de Orfeo y Eurídice. Al escuchar la narración wayúu, Michell Perrin la transcribió al español y al francés, y la tituló así: El viaje al más allá. Eurídice guajira.
En los mitos wayíu y kogui ambos hombres ingresan a mundos desconocidos gracias a esposas fallecidas precipitadamente. De ellos vuelven, como Orfeo, con un aprendizaje inaudito. Tal vez sea motivo repetido en múltiples mitologías, sería interesante revisar su lugar simbólico.
1 En esta síntesis se integra información recibida por el profesor Lucas Coronado y de la versión publicada por Reichel-Dolmatoff.
Bibliografía
-Paz Ipuana, Ramón. La historia de Ulépala. Juan Duchesne Winter (Comp.), Hermosos invisibles que nos protegen. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2015.
-Perrin, Michell. “El viaje al más. Eurúdice guajira”. Juan Duchesne Winter (Comp.), Hermosos invisibles que nos protegen. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2015.
-Reichel-Dolmatoff, Gerardo. Los Kogi: una tribu de la sierra nevada de Santa Marta Colombia. Bogotá: FCE, 1985.
- Schuré, Édouard. Los grandes iniciados. Bogotá : Ediciones Universales, 1987.