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Preguntas que me hacía mientras bailaba

Les presentamos el testimonio de un bailarín de Ballet Clásico. Solieh Samudio, bailarín panameño, se ha encargado de romper los estereotipos creados y difundidos por una sociedad que le ha dado la espalda al arte.

Laura Valeria López Guzmán / @Lauravalerialo

31 de enero de 2020 - 05:02 p. m.
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Cada vez el ballet tiene mayor acogida y reconocimiento. Pese a la apertura moral y mental de la sociedad desde los años 60 del Siglo XX, la sociedad sigue considerando que los hombres que practican esta corriente son homosexuales, así como que el ballet no es una profesión, y como consecuencia, no es un trabajo para mantenerse económicamente.

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El ballet clásico, como todas las danzas requiere de una preparación física, de fuerza, estética, disciplina y sacrificio, tanto para hombres como para mujeres.

Desde pequeña yo veía “El cascanueces”, “El lago de los cisnes”, “Don Quijote”, entre otras. Siempre había hombres en ellas. Cuando iba a clase de ballet pensaba: ¿Por qué solo bailo con mujeres? Me gustaría bailar con hombres. ¿Cómo seré una gran bailarina si no tengo la compañía de un hombre? ¿Cómo voy a aprender a bailar con una pareja, si ni siquiera existe?

Durante cuatro años estuve en el Ballet Nacional de Colombia. Veía folclor y ballet clásico. Para ballet me daba clase una mujer y para folclor me daba clase un hombre, Nelson Osorio. Recuerdo oirlo hablar sobre los estereotipos que se han creado, sobre mis dudas e inconformidades. Un día le pregunté por qué decían que todos los hombres que practican alguna danza son gays.

Me respondió que se debía a que “nos han acostumbrado a que el hombre debe ser fuerte, vulgar, que no debe llorar porque eso es de niñas, y nosotros como bailarines debemos mantener una estética y delicadeza que no están bien por ser hombres. Además, gays hay en todas las profesiones”.

El año pasado, en el Festival Internacional de Ballet Clásico Ballerine de Neiva, tuve la oportunidad de conocer y hablar con un bailarín panameño. Le comenté las mismas dudas que a mi profesor de folclor. Decidí entrevistarlo formalmente.

Solieh Samudio nació en Panamá. Es bailarín del Ballet Nacional de su país. Baila desde muy pequeño. Cuando les informó a sus papás que quería involucrarse en el ballet tuvo el apoyo de ellos, pero no el de sus abuelos. Se prometió a sí mismo demostrarle a su familia que sería una figura inspiradora y que tendría que comer. Pertenecer al ballet nacional le ha dado la oportunidad de presentarse en escenarios internacionales y dejar el nombre de su país en alto.

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¿Qué factores cree que han generado que el Ballet Clásico no sea considerado una profesión?

Solo hay un factor, la educación. La falta de educación en el arte es la responsable de que la sociedad no lo entienda ni lo valore. Lo primero que la gente piensa es que la danza no es una carrera profesional, sobre todo en Latinoamérica. El ballet es un estilo de vida, los bailarines viven como el resto de las personas que decidieron estudiar otra carrera.

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¿Cómo se puede cambiar este pensamiento?

Mediante la educación, insisto, todo es por la educación. Ningún trabajo debería valer más que otro. Hay que enseñarles a los niños que el arte es un pilar importante en la vida de todos, no podemos dejar el arte de lado. También hay que enseñarles que esto se trata de compromiso, sobre todo con uno mismo y con todo lo que conlleva esta carrera.

¿Cómo reaccionó su familia al saber que quería ser bailarín profesional?

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Mis papás han sido mi gran apoyo, no se opusieron a mi decisión. Cuando mis abuelos supieron no estuvieron de acuerdo, como te digo, ellos tenían un pensamiento opuesto y similar. Pensaban que no iba a salir a delante, que no iba tener qué comer. Acá en Latinoamérica es más difícil “salir adelante”, no hay una cultura que apoye y potencie la danza. Hay que esforzarse el doble o más, en comparación de los países europeos o academias de Estados Unidos. Teniendo esto en cuenta es gratificante llegar hasta donde estoy y de esta manera demostrarle a mi familia y a las personas que el arte es un camino bellísimo y sostenible.

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¿Es importante el apoyo y la aprobación de la familia?

Sí, indudablemente. Más que tener una aprobación, porque uno no debe ser aprobado por alguien, es un apoyo. Sé de muchos casos, sobre todo en hombres, que por la inconformidad de la familia se retiran de las academias y no persiguen sus sueños.

¿Le han dicho en algún momento que es homosexual por ser bailarín?

Hasta el momento no me ha pasado, pero sí me han hecho comentarios negativos en cuanto a mi carrera. Conozco a otros bailarines que sí han recibido comentarios en contra de su sexualidad. Pero esto es ajeno a lo que uno decide hacer en su vida. Estoy de acuerdo con lo que te comentó tu profesor, en cualquier puesto de trabajo puede haber una persona con una preferencia sexual distinta a la tuya a la mía. En el ballet nacen relaciones amorosas, sobre todo entre hombres y mujeres.

¿Es diferente el sacrificio que hace un hombre al de una mujer?

Claro, pero más que sacrificio se trabajan cosas diferentes. Nosotros los hombres debemos ir continuamente a entrenar al gimnasio, alzar a las bailarinas requiere de una técnica y claramente de fuerza y esto se consigue solo con trabajo en el gimnasio, alzar pesas.

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¿Qué es más común en lo hombres bailarines?

Que empiecen tarde. Muy pocos bailarines empezaron en su niñez. Me refiero a trabajar desde los cinco o siete años. El cuerpo cambia y se amolda a las posiciones. Cuando uno entra tarde, después de los quince años se debe trabajar mucho más fuerte, se pueden tener las condiciones, pero el trabajo debe ser duro, constante.

¿Cómo ve el ballet actualmente?

Puedo agradecerles a las redes sociales por difundir esta profesión. Cada vez hay más personas interesadas en pertenecer a una academia y ser bailarines, eso es bello. El problema, pienso yo, es que todo lo quieren pronto y llegar lejos ya, y eso no es posible, el ballet requiere de años y largas horas de entrenamiento. No todos se destacan y muchos se retiran. Se van porque el ballet te reta a diario y no todos resisten este “examen” diario.

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La serie juvenil “Dance Academy”, como la película “Street Dance 2” o “Center Stage”, entre otras, han sido esenciales para promover el ballet y difundir esta “profesión”, como lo señala Samudio. En algunos de sus capítulos han dado a entender que los hombres que se dedican al ballet son homosexuales. Sin que importe si lo son o no lo son, la historia va en completa contravía con respecto a esa tendencia, o a esa idea.

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El Ballet clásico surgió en Italia durante el Renacimiento. Luego se trasladó a Francia por medio del rey Luis XIV, más conocido como el “Rey Sol”, quien vio la necesidad de que el ballet se convirtiera en una profesión. En 1661 se creó la primera escuela de danza “Académie Royale de la danse”, de la que solo participaban hombres. Por supuesto, nadie sabía si unos u otros eran gays.

Luis XIV también fue bailarín de su corte y ferviente apasionado de la danza. Creó bajo su reinado la Real Academia de la Música y la Danza, hecho que impulsó el desarrollo del ballet profesional, pues en ella se establecieron las primeras técnicas de lo que hasta hoy se conoce y se sigue ejerciendo, rigurosamente establecidas por aquellos primeros maestros, encabezados por Pierre Beauchamps, quien se encargó específicamente de la evolución del ballet en la Real Academia.

Los hombres fueron quienes crearon y perfeccionaron las técnicas a lo largo de la historia. Uno de los colaboradores de Beauchamps fue Claude Balon (1671-1744), maestro, bailarín y coreógrafo, uno de los más emblemáticos de la época. Su nombre está asociado al término “ballon”, que entre los bailarines expresa la capacidad para quedar suspendido en un salto por un instante y caer luego suave y elásticamente.

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Apenas en 1681 apareció la primera bailarina de ballet, propiamente dicho. Se llamaba Henriette-Anne, y fue más conocida con el seudónimo “De la Fontaine”. Se presentó en la ópera-ballet con la obra “El triunfo del amor”, creada por el músico, compositor y bailarín Jean Baptiste Lully. Esta bailarina provocó que los espectadores no estuvieran de acuerdo con su participación, ya que tenían la idea de que este género de danza era únicamente para hombres. Actualmente se reclama lo contrario: “la danza es solo para mujeres”.

En el siglo XVIII empezaron a aparecer nuevos talentos femeninos en la Real Academia: Marie Sallé y Marie Anne de Cupis de Camargo fueron reconocidas por su expresividad y por sus habilidades técnicas, pero los bailarines siguieron siendo las figuras emblemáticas del ballet.

El inglés Luis Dupré fue el más conocido. Recibió el apodo “Dios de la Danza”. Nació en 1697, y falleció en 1774. Bailó durante treinta y siete años. En 1750 se retiró y comentó sobre la actuación impecable de su compañero Pierre Beauchamps. Su huella dejó una serie de excelentes discípulos. Estos nuevos bailarines disputaron en varias ocasiones el protagonismo en varias presentaciones.

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Unos años después apareció Gaetano Apolline Baldassare Vestris, bailarín al que denominaron también como el “Dios de la Danza”. Nació en Florencia, en 1728. Para 1751 quedó como primer bailarín de la compañía parisina. En la compañía conoció a la bailarina Marie Allard, una de las primeras mujeres reconocidas en el Ballet Clásico. Esta pareja, como muchas otras en la actualidad, tuvo un hijo.

Por Laura Valeria López Guzmán / @Lauravalerialo

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