Hablemos sobre los recortes al presupuesto de la Fundación Nacional Batuta. Se ha asegurado que esta reducción no se debió a falta de recursos, sino a un cambio de enfoque del ministerio en cuanto a la educación artística. ¿Ese recorte tuvo que ver con la iniciativa del Ministerio de Artes para la Paz, que busca llevar distintas disciplinas artísticas a los territorios, como ya se ha hecho con la música?
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Si algo queremos todos los gestores culturales de este país es formalizar la educación artística para alejarnos de la informalidad e ingresar a los establecimientos educativos, a los proyectos educativos institucionales, a los PEI de los colegios. Este programa de Artes para la Paz ha buscado justamente ese diálogo interinstitucional entre el Ministerio de Cultura y el Ministerio de Educación, para poder garantizar la oficialización del sistema de educación artística y cultural dentro de los proyectos curriculares. Esa fue la invitación que le hicimos a Batuta: formalizar la educación artística y cultural, para que sus centros musicales pudieran operar dentro de los establecimientos educativos. De esta manera, ampliamos la cobertura e ingresamos al sistema educativo. Artes para la Paz no viene a desplazar a Batuta; lo cobija, lo invita a ser parte de un programa de formalización que además es una apuesta de política pública. Se trata de cómo formalizamos la educación artística para que sea valorada como cualquier otra disciplina del conocimiento y deje de estar en los márgenes de una educación integral en Colombia.
Entonces, esa reducción que vimos en el presupuesto de Batuta, ¿a qué se debió? ¿Y lo que se destinó cómo se direccionó para este año?
Con la asignación presupuestal de este año a Batuta estamos garantizando el 100% de cobertura de los procesos que adelanta: la atención a todos los niños, niñas y jóvenes que atienden, la formación de personas con capacidades diversas y la continuidad de sus dos orquestas regionales, en Quito y en Buenaventura. El aporte del Ministerio cubre todas las acciones misionales de Batuta. El reajuste responde a una reflexión técnica que presentamos ante la Junta Directiva, relacionada con la nómina —que consideramos desproporcionada— y los salarios de la Junta Directiva y otros cargos directivos del modelo operativo. Recomendamos que, siendo una organización mixta con diez participantes en su Junta (cinco empresas privadas y cinco entidades del Estado), debería haber un modelo de cofinanciación y gobernanza más compartido. Si se quiere mantener ese modelo operativo y esos niveles salariales, deben existir otras organizaciones que cofinancien más el funcionamiento de Batuta.
Hablamos con Lucía González, exdirectora de Batuta, y dijo que era importante fortalecer esa relación público-privada. ¿Cómo ha sido esa conversación con los privados? ¿Qué voluntades se han visto para apoyar esta organización?
Batuta es una organización muy querida por los colombianos, porque ha sido fundamental en el desarrollo de la educación artística en el país. Desde hace casi 30 años fueron pioneros a nivel nacional. Claro, eso no quiere decir que no haya organizaciones de base que, desde hace mucho, han sostenido la educación artística de forma informal en sus territorios. Pero Batuta es una organización insignia, con un enfoque psicosocial muy importante. Muchos de los agentes privados que integran la Junta Directiva están allí porque comparten esa visión de educación integral. Sin embargo, sí creo que deben revisarse los modelos de inversión conjunta, para que el Ministerio no sea, de lejos, el mayor aportante en la operación, formulación y expansión de sus proyectos.
En cuanto al presupuesto del Ministerio, aunque el año pasado hubo un reajuste, sigo insistiendo en que tenemos el segundo presupuesto más alto en la historia del país. El Gobierno Petro, en sus tres años de administración, ha tenido los presupuestos más altos asignados a la cultura. Hay un ajuste, pero en ninguna circunstancia estamos reduciendo programas ni operaciones. Por el contrario, estamos ampliando la historia.
Se dijo que Batuta estaba a punto de cerrar por falta de recursos, pero usted desmintió esta afirmación, y también fue respaldada por otras organizaciones del ecosistema orquestal, que defendieron el trabajo hecho por la cartera. Hablemos de esa labor a las otras orquestas y demás.
Aquí hay dos líneas de acción y dos hitos históricos importantes. Primero, recuperamos la Sinfónica Nacional de Colombia, el Coro Nacional y la Banda Nacional. Estas organizaciones habían sido expulsadas de un modelo de gestión cultural neoliberal que buscó entorpecer el reconocimiento del movimiento sinfónico en el país. Segundo, como expresamos en nuestra respuesta pública y a través del programa Artes para la Paz —del cual Batuta hace parte esencial—, estamos fortaleciendo cerca de 500 organizaciones de base: estudiantinas regionales, centros de danza y movimiento, espacios teatrales, salas de cine... Todos ellos llevan a cabo procesos de formación artística informal. Esto demuestra que existe un ecosistema de educación artística. Si alguien ha invertido en su formalización y en reconocer la legitimidad de las organizaciones culturales en este país, ha sido este Gobierno. Tenemos una alianza con más de siete universidades públicas que contratan a cerca de 4.000 artistas formadores locales, quienes están presentes en aproximadamente 2.700 establecimientos educativos.
¿Cuándo conoceremos el nombre del nuevo director o directora de Batuta? ¿Qué espera de la persona que asuma ese cargo?
Esperamos que en acuerdo con todos los miembros de la Junta Directiva se tome una decisión pronto. Deberá ser un perfil con alta experiencia en gestión pública y acercamientos al ecosistema de la formación artística y musical.
Al inicio de esta entrevista explicó un poco lo que ha sido el programa Artes para la Paz, que resultó como la ampliación de lo que conocíamos como Sonidos para la Paz. Esta fue una de las propuestas que usted presentó siendo viceministra de las Artes y ahora es una realidad. ¿Cómo se ha venido consolidando esta iniciativa en los territorios? ¿A qué regiones ha llegado y cómo planean medir su impacto más allá del número de beneficiarios?
Uno de los grandes cambios de este Gobierno ha sido entender que los modelos de gobernanza cultural deben construirse en diálogo con las necesidades y particularidades de los territorios. El territorio mismo demandaba una visión más integral del arte, no fragmentada al estilo decimonónico, que separaba rígidamente las disciplinas artísticas. En los cantes bailados, por ejemplo, la música y la danza conviven en un mismo espacio. En el teatro, en territorio, no hay escena sin ceremonia ni ritual. Las disciplinas artísticas deben comprender todas esas dimensiones del saber. Por eso pasamos de Sonidos para la Construcción de Paz a Artes para la Construcción de Paz. No lo reemplazamos, lo ampliamos. Mantenemos todos los centros de interés en música —que son cerca de 1.500 en 3.000 colegios— y sumamos aproximadamente 300 centros más en danza, teatro, cine, medios interactivos y literatura, con énfasis en nuevos relatos.
Otra gran apuesta del ministerio ha sido la reforma a la Ley General de Cultura. Ya pasó el primer debate, pero aún quedan tres más. ¿Qué ha visto usted de esas voluntades políticas en el Congreso? ¿Cree que hay una conciencia diferente sobre el proyecto cultural del país o simplemente seguimos gestionando símbolos como Estado?
La reforma a la Ley General de Cultura es una deuda pendiente desde hace casi 27 años. Ya lo habíamos conversado. Es una reforma inédita porque se construyó con las voces del país cultural entero, no desde un centro. Participaron grandes ciudades como Cali, Medellín, Bogotá y Barranquilla, pero también tuvimos 17 encuentros regionales con más de 5.000 artistas, gestores y artesanos. Creo que los congresistas están reconociendo esa pluralidad. No se percibe como un proyecto politizado ni con ideologías radicales, sino como una apuesta por encontrarnos en valores culturales comunes. Esperamos que en los debates restantes haya disposición para entender el articulado, reflexionar sobre él y hacer observaciones constructivas, sin ideologizar el proyecto. La cultura es un espacio que nos permite hacer pequeños acuerdos de paz, y eso es necesario para todos.
Uno de los puntos centrales de la reforma es la transformación del Programa Nacional de Estímulos. Aunque esta edición aún no está cobijada por la ley, ¿qué cambios concretos se están implementando para hacerlo más accesible, menos burocrático y más equitativo?
Hay un cambio estructural en la política de fomento y estímulos: entender que la oferta institucional no solo se reduce al Programa Nacional de estímulos, diseñamos el Sistema Nacional de Convocatorias Públicas Artísticas y Culturales, sistema que como nunca se basa en el relacionamiento interinstitucional —turismo, cancillería, entre otros— e intergubernamental para ampliar las fuentes de financiación. Y a propósito de la oferta del ministerio, como nunca en la historia, se democratiza el presupuesto ampliando la oferta y el acceso a través de convocatorias públicas; creando programas como Centros de Danza y Movimiento, Espacio Vivos, ContraPulso, Orquestas Vivas, Jóvenes por el Cambio, Trayectorias, CLANES, Banco de Iniciativas, Lista Bienal; entre otras. Este sistema, esperamos, quede formalizado en la reforma de la ley, que además promueve ajustes en la flexibilidad de la operación y reducción de trámites. Esto se ha venido aplicando a toda la oferta del Sistema Nacional de Convocatorias y Estímulos de manera paulatina.