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Relatos Dibujados: a propósito del ‘stand up’ ilustrado de Liniers y Montt

Una comedia de pie, pero sentados dibujando, es lo que Ricardo Liniers y Alberto Montt vinieron a presentar al público bogotano este mes de septiembre en su “Stand Up Ilustrado”.

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Nico Rojas
25 de septiembre de 2022 - 04:53 p. m.
‘Stand up' ilustrado, presentado por Ricardo Liniers y Alberto Montt.
‘Stand up' ilustrado, presentado por Ricardo Liniers y Alberto Montt.
Foto: Cortesía Nico Rojas
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La tradición de juntarnos a contar historias está vinculada a los orígenes mismos del lenguaje y es incluso anterior a la escritura; por otro lado, los hallazgos más antiguos de arte rupestre, otra forma de narración y preservación de la memoria, datan de decenas de miles de años. Y es que aunque la costumbre de convertir en relato la experiencia humana, se haya sofisticado hasta nuestros días a través de la literatura, el teatro o el cine; el ritual del encuentro alrededor de la palabra hablada parece resistirse a desaparecer, incluso en tiempos como los que vivimos, de artificios audiovisuales y lenguajes digitales.

Los primeros monólogos de comedia o stand up comedy, como los conocemos hoy, no tuvieron su origen en salas de teatro, sino en clubes nocturnos y tabernas clandestinas, mayormente controladas por las mafias del alcohol durante la prohibición de los años veinte y treinta en los Estados Unidos. Posteriormente, el formato se popularizó y fue así como artistas de la talla de Robin Williams, Jim Carrey o Eddie Murphy se iniciaron: un micrófono, un pequeño auditorio y rutinas cargadas de carisma, histrionismo e ironía.

Una comedia de pie, pero sentados dibujando, es lo que Ricardo Liniers y Alberto Montt vinieron a presentar al público bogotano este mes de septiembre en su “Stand Up Ilustrado”, un espectáculo que alejándose de los regionalismos y chistes parroquiales, tan característicos del formato, le propone a la audiencia reírse de temas tan universales como la paternidad o la religión, planteando incluso reflexiones hilarantes sobre el verdadero significado de la palabra arte, o teorías al respecto del papel decisivo que jugara Leonardo DiCaprio, en el fatal hundimiento del Titanic en 1912.

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Uno de los dos ilustradores toma el micrófono y lleva adelante un monólogo que el otro va dibujando sobre una mesa pequeña con dos cámaras encima, las cuales transmiten cada mamarracho al telón de fondo del escenario. Y es que si los asistentes al show acudieran con la expectativa de presenciar en tiempo real, cómo la singular dupla de dibujantes da vida a alguno de sus personajes más icónicos, saldrían decepcionados, porque lo que allí presentan son figuras más parecidas a bocetos o rayones hechos de afán; incluso, en un punto del monólogo de Montt, Liniers le grita: ¡Para, para, para! Advirtiendo que el ritmo del relato rebasa su capacidad de ilustrarlo en sincronía.

En la segunda parte del espectáculo, se sientan los dos a dibujar y a fabular, por ejemplo, las tramas y personajes de un posible cómic bíblico, que en lugar de llamarse los X-Men, se titule los A-Men, esto sin dejar de deslizar consignas polémicas como que la iglesia católica debería abolir la confesión para menores de edad.

Al escucharlos, es fácil evocar monólogos como el de Woody Allen en Annie Hall, una de sus películas más aclamadas, en el que va de lo banal a lo filosófico con la naturalidad que lo caracteriza; así, Liniers y Montt, dos de los artistas gráficos más reconocidos del continente, llevan a su audiencia de los cuartos de baño públicos, a los castillos medievales y de las grandes preguntas de la humanidad, a historias familiares de media noche, con muñecas de un ojo a medio cerrar que parecen estar poseídas.

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¿Pero cuál es el encanto del formato? ¿Qué lo hace tan exitoso y lo mantiene vigente? Quizás no sean las narraciones en sí mismas sino los narradores, los que despierten el interés del público. Todos conocemos de memoria el cuento de la niña que atravesando el bosque, va a visitar a su abuelita con una canasta de fiambres, pero si Tarantino o Scorsese decidieran rodar y presentar su propia versión de Caperucita Roja, los espectadores acudirían en masa. No es solo la historia, es el punto de vista de quien la presenta, su tono, las metáforas que propone, su performática personal.

Por otro lado, justamente el hecho de que los relatos resulten tan familiares, hace que se produzca un singular fenómeno de identificación y complicidad con el comediante, pues mientras las personas nos reímos, por ejemplo, del miedo que le produce a Montt la muñeca de su hija, quien se pasa a su cama en madrugadas de lluvia y truenos, en realidad nos reímos de nosotros mismos, de nuestros miedos irracionales, de nuestra infancia o de los intentos que hacemos por ser adultos equilibrados.

Un tercer ingrediente que podría explicar el éxito del formato, es la experiencia de la verbalidad. Lalo Mir, una de las leyendas vivas de la radio hablada argentina, ha comentado en entrevistas para distintos medios durante los últimos años, que si bien los soportes pueden mutar, como la radio que migró de las antenas a internet; a las personas nos sigue gustando que nos hablen, que nos cuenten cosas. Hoy, el círculo alrededor del fuego de las comunidades primitivas, suele sustituirse por audiencias globales que de forma asincrónica, escuchan las historias de comediantes, youtubers, periodistas o conferencistas, a través de podcast o videos; dando origen a nuevos lenguajes y estructuras comunicativas.

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Es así como estos dos comediantes gráficos incursionan en el formato de la comedia hablada, con un humor que va más allá de la burla fácil, los estereotipos o los chistes básicos por contraste u oposición, para proponer un diálogo pseudo intelectual y divertido, que interpela al espectador y sugiere reflexiones; a la vez que seguimos recreando la escena milenaria en la que un grupo de seres humanos abandona por un lapso de tiempo sus propias historias cotidianas, sus dramas y comedias, para reflejarse en el espejo de las vivencias de otro, sean estas reales o inventadas, sucumbiendo al hipnótico encanto de la narración oral, en este caso, dibujada.

Por Nico Rojas

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