El 2025, declarado año Guillermo Cano por el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes en honor al centenario de su nacimiento, ha estado lleno de eventos en homenaje a su vida y obra, pero tal vez ninguno como el que tendrá lugar el próximo domingo 30 de noviembre, desde las 4:00 p. m., en el Auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional de Colombia. Allí, la Orquesta del Conservatorio de Música de esta institución y el Coro Nacional de Colombia presentarán el ”Réquiem del silencio”, op. 143, una pieza compuesta por el maestro Blas Emilio Atehortúa, en 1987, en honor a todos aquellos que habían sido silenciados por la violencia.
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El plan original era estrenarla con varios conciertos en simultáneo en noviembre de ese mismo año, pero eso al final no se pudo concretar y la obra se terminó presentando por primera vez el 26 de febrero de 1988 en el Teatro Colón, de la mano de la Orquesta Nacional de Colombia y el Coro Yakaira. La grabación de ese concierto fue la que la investigadora Johanna Calderón Ochoa, también profesora de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB), llegó buscando a la Biblioteca Nacional el año pasado mientras hacía su tesis doctoral sobre el maestro Atehortúa. De ese redescubrimiento del réquiem nació la idea de impulsar una presentación este 2025 que conmemorara tanto el centenario de Guillermo Cano, como los 40 años de la toma y retoma del Palacio de Justicia.
“Fue muy bello porque, sin saberlo, pensamos también en organizar un evento a nivel nacional en el que participaran varias orquestas. Y luego, con el programa de mano original, nos dimos cuenta de que esa también había sido la intención en el 87″, relató Lizeth Acosta Orjuela, musicóloga del Centro de Documentación Musical (CDM) de la Biblioteca Nacional y una de las mujeres que estaba acompañando la investigación de Calderón Ochoa. Con ellas estuvo también Carolina Correa, directora del CDM, y juntas empezaron a planear el montaje de esta obra para este año. Sin embargo, cuando ya iban a poner todo en marcha, se hicieron una pregunta que, hasta entonces, habían pasado por alto: ¿dónde está el score?
Se referían a la partitura general en la que están las partes de la orquesta y el coro; la hoja de ruta para cualquier presentación de este tipo. Sin ella, era imposible para cualquier orquesta montar la pieza, entonces empezaron a buscar en el CDM y Calderón Ochoa hizo lo mismo en el Centro de Investigación y Documentación Musical Alejandro Villalobos de la UNAB, pero no lo encontraron por ningún lado. Contactaron entonces al Coro Yakaira con la esperanza de que ellos pudiesen darles pistas del paradero del score, pero se encontraron en cambio con que iban a tener que trabajar mucho más si querían montar este réquiem.
“El director del coro nos contó que, en su momento, Atehortúa dirigió con el score vocal únicamente. Lo demás nunca existió”, continuó Acosta Orjuela. Se tuvieron que enfrentar entonces a una decisión: o acababan con el proyecto o debían reconstruir a partir de las veinticuatro partes individuales y manuscritas de cada instrumento el score con el que la orquesta se podía presentar. En este punto no se iban a dejar derrotar, así que asumieron la tarea.
Sobre la reconstrucción del “Réquiem del silencio”
La labor que tuvo que asumir Acosta Orjuela entonces se asemejó mucho a la de un monje copista de la Edad Media. “Lo que hice fue coger desde la flauta, que es el primer instrumento que aparece en el score, hasta el último, que es el contrabajo y empecé a copiar la música. Y, si bien no es una obra muy extensa, sí tiene muchos pequeños movimientos que implican una atención muy fija para que no se vaya a ir una nota o un ritmo mal”, contó. La buena noticia fue que en ese momento llegó Adolfo Hernández, un compositor que también trabajaba en la UNAB y que había sido alumno de Atehortúa, lo que lo había familiarizado con el lenguaje musical del maestro. Él entonces se convirtió en una pieza más del proyecto y ayudó a supervisar el proceso.
Una vez terminada la transcripción, pasaron a la etapa de comparación con la presentación original. Debían asegurarse de que su documento representara de manera fehaciente lo que en 1988 se presentó en el Teatro Colón, por lo que debían estar todo el tiempo yendo y volviendo entre el original y la versión que ellos habían reconstruido. Fue un proceso largo y minucioso, pero que, para Acosta, rindió sus frutos cuando por fin lo pudieron entregar a la orquesta. “Yo siento que fue una cadena de encuentros y me siento muy afortunada porque eso permitió que al final el score saliera bien. Y no lo digo solo porque lo hayamos hecho acá, sino porque nos lo dijeron los directores de orquesta cuando lo vieron”, afirmó la musicóloga.
“Reconstruir este score es, en parte, redescubrir una memoria que quedó escrita en el tiempo y que espera ser un pequeño aporte a la recuperación del tejido de la memoria histórica, una memoria crítica que, desde la música, hace un llamado a no olvidar. Cada instrumento, cada voz en el coro, es un hilo que desata a través de las sonoridades y los textos de Cano, Lara Bonilla y Medellín, el sentir de una nación que busca y trabaja por la paz. Que este Réquiem siga sonando como un recordatorio para conmemorar a quienes ya pasaron y de quienes su recuerdo, luego de estos trágicos sucesos, ha de perdurar”, concluyó el equipo detrás de esta reconstrucción en su texto de presentación del score del réquiem.
Sobre la literatura en el “Réquiem del silencio”
Los textos a los que se refieren son los que el maestro Atehortúa utilizó como base de la construcción de los cantos de este réquiem, apoyado en ese entonces por Guillermo González Uribe. Tanto quienes asistieron a ese primer concierto en el 88, como los que asistan al de este domingo en el Auditorio León de Greiff, podrán escuchar fragmentos de las editoriales, columnas y otros textos periodísticos de Guillermo Cano cantados por el Coro Nacional de Colombia. Lo componen también fragmentos de discursos del jurista Rodrigo Lara Bonilla, exministro de Justicia asesinado el 30 de abril de 1984 bajo órdenes de Pablo Escobar, y el cuento corto “He muerto”, del magistrado Carlos José Medellín Forero, asesinado durante la toma y retoma del Palacio de Justicia.
Atehortúa musicalizó estos poemas bajo la idea de rendir homenaje a estos personajes que perecieron a causa de la violencia en la que el país estaba sumido en la década de los ochenta. Fue un profundo acto político, pues se atrevió a levantar la voz en una pieza musical dedicada a las víctimas en un momento en el que reinaba el miedo. Es con ese mismo espíritu que este fin de semana se escuchará nuevamente el réquiem, en honor a quienes fueron silenciados, pero sobre todo bajo la convicción de que sigue y seguirá habiendo quienes no se dejen someter por los que buscan imponerse a la fuerza.
“Yo no soy experta en la obra de Cano ni de Rodrigo Lara ni de Medellín, pero al escuchar sus voces en esta pieza reconozco que hay algo en ellas que me impacta como colombiana. Esto puede que no cambie la realidad del país, pero sí es una forma en la que podemos mostrar que a través del arte no solo se puede hacer denuncia, sino que se puede resistir, se pueden contar estas historias y se puede luchar para que esto no se olvide”, concluyó Acosta Orjuela. Así que esa es la invitación para todos los que quieran asistir al evento de conmemoración de este fin de semana en honor, como lo puso el maestro Atehortúa en la dedicatoria del “Réquiem del silencio”, “a la memoria de Guillermo Cano Isaza, Rodrigo Lara Bonilla, las víctimas del Palacio de Justicia y otros que han sido olvidados”.