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Reseña de “20.000 especies de abejas”: lo que los niños saben

“20.000 especies de abejas” narra la historia de una joven de ocho años que, consciente de que no existen cosas de niñas o de niños, se dedica todo el verano a preguntarse cómo se identifica, mientras sortea el hecho de que la gente se refiera a ella de maneras confusas.

Antonia Gómez Almarales
11 de octubre de 2023 - 08:36 p. m.
"20.000 especies de abejas" es una de las cintas que hacen parte de la sección ‘Espíritu joven’ del BIFF, en su novena edición.
"20.000 especies de abejas" es una de las cintas que hacen parte de la sección ‘Espíritu joven’ del BIFF, en su novena edición.
Foto: Producción 20.000 especies de abejas

Cuando era pequeña, una de las cosas que más me molestaban era que los adultos descartaran lo que yo tenía para decir, basados en que era muy joven para saber de lo que estaba hablando. Pensaba que, realmente, eran ellos quienes no comprendían el mundo la mitad de las veces.

Dirigida por Estibaliz Urresola Solaguren, protagonizada por Patricia López Arnaiz y por la mejor actriz del festival de Berlín de este año, Sofía Otero; 20.000 especies de abejas es un largometraje español ―para mi sorpresa― que no trata sobre abejas. Hay abejas, pero no se centra en ellas.

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Esta obra es lo que en inglés se conoce como una feel good movie, y que yo traduciría como película reconfortante. Como algo que se siente como un abrazo. Desde los aspectos técnicos trae un tono muy cercano y cálido: su fotografía se vale, principalmente, de la luz natural, y su mezcla de sonido, casi que completamente diegética y realista, se mezcla con la dirección de arte para hacernos sentir acogidos dentro de la familia. Urresola nos involucra a tal nivel, que la cámara misma (nuestra mirada como espectadores) reacciona junto con los personajes; cada vez que hay una revelación o se toca un tema que les genera un vacío en el estómago, la imagen abandona la estabilidad insignia de los trípodes para acudir al temblor de la cámara en mano.

Si bien no se trata de una comedia, las risas no faltaron en la sala de cine: tiene líneas del diálogo muy ingeniosas, entregadas con un timing casi perfecto. La historia se sostiene gracias a sus personajes, puntualmente a la tridimensionalidad de sus protagonistas, quienes tienen peleas y se insultan como hermanos para luego darse apoyo moral, o son fieles seguidores de una religión que tilda de pecadores a aquellos diferentes, pero esto no resulta siendo un impedimento para amar. Traigo a colación el segundo ejemplo porque la película cuenta con cierto peso religioso: se hacen analogías entre los rituales católicos y lo que le ocurre a la protagonista, lo que para mí resultó acertado: ella interactúa con esto desde la curiosidad y no desde el fanatismo o el adoctrinamiento.

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Me alegró haber visto muchas cabezas blancas en la sala: los mayores suelen decir que son de otra época o que están muy viejos para entender las cosas que se inventan los jóvenes, pero esta película es una muy buena forma de acercarlos a las diferencias. Hay un momento en el que un personaje que no estuvo en la mayor parte de la película dice que “es muy pequeño para saber” sobre algo que se le preguntó. Y creo que, luego de ver las dos horas del filme, todos los que estuvimos allí estaríamos de acuerdo en que eso no importa.

Por Antonia Gómez Almarales

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