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Retomando la historia que había cerrado en el cortometraje de 1993, “Los pantalones equivocados” —ganadora al Óscar a Mejor cortometraje de animación en 1994—, regresamos a Yorkshire, en Inglaterra. En el zoológico, el pingüino Feathers McGraw cumplía una sentencia de cadena perpetua tras intentar robar el diamante azul.
Sus captores, Wallace y su perro Gromit, luchaban por pagar las cuentas de la casa que compartían. Cada día empezaba de la misma manera: una máquina que despertaba a Wallace, lo bañaba, lo vestía y le daba el desayuno. Todo estaba automatizado, hasta para acariciar a Gromit requería de una mano de metal.
Gromit era un aficionado a la jardinería. Pasaba sus días trabajando en sus flores y setos, hasta una mañana en la que Wallace le mostró una caja enorme. Dentro, estaba Norbot, un gnomo robótico que diseñó para ayudar en las labores de la casa.
Con el comando “limpio y ordenado”, el pequeño gnomo transformó el jardín en cuestión de segundos. Wallace empezó a recibir contrataciones para que Norbot trabajara en los jardines de sus vecinos, consiguiendo dinero suficiente para ponerse al día con sus pagos atrasados. Con esta nueva circunstancia, Gromit quedó relegado.
La fama que le trajo el gnomo a Wallace lo puso en la mira de Feathers McGraw, quien logró acceder al código fuente de Norbot y alterarlo, para así poder escapar de la cárcel y terminar lo que había empezado hacía tantos años.
El director de la película Nick Park, en asocio con Merlin Crossingham, desarrolló una nueva entrega de esta historia, que originalmente fue creada en su paso por la universidad. En ese entonces, Wallace tenía una gorra plana y un bigote, y Gromit era un gato. La idea para el cortometraje “Un día de campo en la luna” (1989), que marcó la primera aparición de los personajes, era muy ambiciosa para el tiempo que había para entregarlo.
Durante una conferencia, Park conversó con Peter Lord y David Sprockton, los fundadores de Aardman Animations, quienes notaron su ambición y le ofrecieron ayuda para completar su cortometraje, que en 1991 fue nominado a Mejor cortometraje de animación, en los Premios Óscar.
Animando a Aardman
Esta compañía de animación empezó con Lord y Sprockton en 1972, quienes realizaban pequeños cortometrajes y comerciales. De acuerdo con la BBC, el nombre de la empresa vino del primer producto audiovisual que vendieron a esta cadena de televisión británica.
Para firmar el cheque necesitaban un nombre de su compañía, así que tomaron el título del cortometraje “Aardman” y le añadieron el “Animations”. Ese fue el inicio de una de las compañías que se convirtió en un referente para la animación por “claymation”, una técnica que consiste en utilizar materiales maleables, como plastilina, porcelanicrón o arcilla (clay en inglés) que recubre armazones de aluminio para darle movilidad a los personajes. En busca de emular el movimiento, se recurre al stopmotion: fotografías cuadro a cuadro de cada pequeño cambio que se realice en el set para que, al ser reproducidos continuamente, se cree esta ilusión. La combinación de estas dos técnicas creó el neologismo “claymation”.
Luego del éxito de los cortometrajes de Wallace y Gromit, que los hizo acreedores de dos Premios Óscar, el estudio logró entrar a un acuerdo de producción con la compañía de Steven Spielberg, Dreamworks. Esto les dio la luz verde para avanzar con su primer largometraje de animación con claymation: “Chicken Run” (Pollitos en fuga).
Inspirados en el filme de 1963, “El gran escape”, que relataba la historia de la fuga de un grupo de prisioneros aliados de un campamento en la Alemania nazi, Park y Lord trasladaron el contexto de la guerra a una granja de gallinas. En vez del rebelde capitán Hilts (interpretado por Steve McQueen), la gallina Ginger intentaba salir de las instalaciones de la señora Tweedy.
El éxito cosechado con “Pollitos en fuga” les abrió la puerta para una segunda colaboración con Dreamworks en la que desarrollaron el primer largometraje de Wallace y Gromit, “La batalla de los vegetales”, con la que ganaron el premio Óscar a Mejor película de animación en 2006.
El estudio no se detuvo ahí. En noviembre de 2006 presentó su primera película animada por computadora que emulaba los estilos del claymation: “Lo que el agua se llevó”, y un año después, presentaron al público otra producción “Shaun, el cordero”, inicialmente lanzada por televisión por cable que, en 2013, se presentó como película en cine en coproducción con Studiocanal.
Para 2018, Nick Park exploró otro tipo de historia con “Early Man” (El cavernícola), en el que presentó a una tribu de hombres primitivos que descubrieron un mundo avanzado con un rey que amenazó su forma de vida. La manera de detenerlo fue ganándole un juego de fútbol.
Desde entonces, Aardman Animations ha presentado nuevas entregas del personaje Shaun, el cordero, como el filme “Farmaggedon”, la serie “Aventuras en Mossy Bottom” o la secuela de “Pollitos en fuga”, todas distribuidas por Netflix.
El estreno internacional de “Wallace & Gromit: la venganza se sirve con plumas”, que se llevó a cabo el pasado 27 de octubre, marcó un antes y un después para el estudio: este fue el primer largometraje de la dupla que no contó con la voz de Peter Sallis como Wallace. El actor inglés había interpretado al inventor desde su primer cortometraje en 1989, pero luego de su fallecimiento en 2017, el rol fue para Ben Whitehead, quien había trabajado en previas producciones con Aardman.
En esta ocasión, la temática de la dependencia de la tecnología resonó con el “boom” de las herramientas de inteligencia artificial que vivimos actualmente. Norbot es una máquina que no se cansa, que no se niega a ninguna orden y para la cual “ningún trabajo es pequeño”. Aunque todo parece ser una respuesta automática de figuras geométricas y poco color.
La crítica a esta dependencia viene de dos lados. Wallace, que solo busca el progreso con nuevos aparatos, y Gromit, que prefiere las cosas que puede hacer con sus propias manos. A medida que avanza la historia y estos dos amigos se enfrentan a la venganza de Feathers McGraw, llegan a la comprensión del argumento del otro.
Con el estilo narrativo característico de Aardman, un humor de doble sentido, las expresiones físicas del silencioso Gromit y los aparatos extraños de Wallace —que en ocasiones le hacen ganar el título de “científico loco”— contrapuntean los extremos del uso de la tecnología y muestran que, en ocasiones, hay cosas que las máquinas no pueden reemplazar.
