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Rosa Bonheur, una vida fuera de los márgenes del siglo XIX

La artista francesa fue reconocida como una de las mejores en la pintura de animales. Sin embargo, más allá de su fama, mucho se ha hablado de su vida privada y las relaciones que mantuvo con mujeres hasta su muerte.

Andrea Jaramillo Caro

07 de junio de 2025 - 08:00 a. m.
Rosa Bonheur, reconocida por su realismo en la pintura de animales./ Wikimedia Commons
Foto: Wikimedia Commons
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Rosa Bonheur no fue lo que se esperaría de una mujer en la sociedad francesa del siglo XIX. Ella fue más bien una anomalía. Más allá de que se ganara la vida pintando, su forma de vida, de presentarse ante la sociedad y su destreza en su medio, la convirtieron en una figura relevante en el mundo del arte, cuyo legado sigue siendo celebrado.

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Su destreza con el pincel como pintora de animales hizo que destacara entre sus colegas artistas. Rosa Bonheur era lo que se conocía como una “animalière”. Las escenas de animales y acercamientos a diferentes especies como caballos, perros, ovejas y hasta leones, la convirtieron en una de las artistas mejor pagadas de la época. Actualmente, muchas de sus obras se exhiben en los museos más visitados a nivel mundial.

El arte corría por sus venas antes de nacer, en 1822, pues su padre, Oscar Raymond Bonheur, también era pintor. En el entorno familiar en el que creció la educación de las mujeres era promovida, pues su padre se acercó al grupo político cristiano y socialista, los sansimonianos, haciendo que se mudaran a París cuando la futura artista tenía 6 años. El patriarca luego abandonó a su familia durante un tiempo, para unirse a esta comunidad.

Se dice que aprendió a dibujar antes de aprender a hablar. “En vez de aprender a leer y escribir, prefería jugar con los niños campesinos. Solía dibujar imágenes en la arena de todos los habitantes de nuestro gallinero. Las lecciones de francés siempre fueron difíciles. Gotas de sudor se acumulaban en mi frente mientras mi madre se agotaba intentando grabarme el alfabeto en la cabeza. Un día tuvo una idea brillante. Me dijo que dibujara un asno junto a la A, un toro junto a la B, un gato junto a la C, y así sucesivamente hasta la Z de zebra (cebra). Nunca había visto una, pero parecía un caballo pintado por algún comerciante sospechoso en un momento de capricho. Esta inteligente lección práctica fue una revelación para mi mente infantil, pero no por ello dejó de gustarme dibujar. Intenté hacer dibujos como mi padre y cubría con pintura cada espacio vacío que mi manita alcanzaba. Después de que mi padre me explicara que hacía que la gente posara para los retratos, por supuesto, tuve que imitarlo. Sentaba a mi pequeño muñeco Punch en una silla y me ponía a dibujarlo”, escribió Anna Klumpke, artista y compañera de Bonheur, en el libro “Rosa Bonheur: the artist’s (auto)biography”.

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La personalidad de la animalière hizo que tuviera problemas en la escuela y, después de un intento fallido como aprendiz de costurera, su padre comenzó a entrenarla en el mundo de la pintura, luego de que regresara para hacerse cargo de sus hijos tras la muerte de su esposa. Durante ese proceso, Rosa Bonheur visitó museos, copió a los grandes maestros holandeses y desarrolló su técnica. “Bonheur se comprometió tanto con sus pinturas de animales que observaba el ganado, diseccionaba los cadáveres e incluso visitaba los mataderos para estudiar minuciosamente su anatomía”, escribió Katy Hessel sobre la artista en su libro “La historia del arte sin hombres”.

"El Cid" (1879) de Rosa Bonheur.
Foto: Museo del Prado - Wikimedia Commons

De esta manera, las escenas de caza, animales domésticos y salvajes se convirtieron en su objeto de estudio y su dedicación a ellos le trajo su éxito a los 19 años, cuando fue reconocida por el Salón de París. “En 1848, ganó un premio especial del comité, que incluía a los célebres pintores Eugène Delacroix, Jean-Auguste-Dominique Ingres y Jean-Baptiste-Camille Corot. Poco después, recibió un generoso encargo del estado”, escribió Elaine Sciolino para la revista Smithsonian. El realismo y la forma en la que retrataba estas escenas, hicieron que el gobierno francés tomara nota de su nombre, para luego, en 1849, encargarle una de sus obras más reconocidas actualmente: “Arando en el Nivernais”, que actualmente se encuentra en el Museo de Orsay.

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Luego de estos episodios, la fama de Bonheur siguió creciendo. Llegó a ser solicitada por reyes y emperadores, algunos, además, llegaron hasta su chateaû. “Su estilo, realista en sus inicios, transitó hacia el impresionismo en los últimos años de su carrera, durante los cuales se dedicó más a pintar animales salvajes. En pocas ocasiones el tema central de sus obras era la figura humana por sí misma. Uno de sus pocos lienzos famosos de este tipo es el retrato de Buffalo Bill que hizo en 1889, por el cual el aventurero americano le regaló una panoplia sioux. Fue uno entre varios personajes de renombre que conoció, incluyendo a la mismísima reina Victoria del Reino Unido y a la emperatriz Eugenia de Francia”, escribió Abel G.M para National Geographic. Fue condecorada por la emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III, y a ella le siguieron el emperador Maximiliano de México y el rey Alfonso XII de España.

"La feria del caballo" (1852-1855) de Rosa Bonheur.
Foto: Museo Metropolitano de Arte - Wikimedia Commons

La vida de Rosa Bonheur más allá de la pintura

Aunque en su momento fue reconocida por sus habilidades artísticas, el paso del tiempo fue diluyendo su éxito y durante un tiempo su nombre solo fue asociado con las calles o lugares nombrados en su honor. Sin embargo, su vida personal siguió siendo parte amplia de la conversación, pues la forma en la que vistió, las relaciones que mantuvo y sus opiniones siguieron siendo objeto de estudio.

Por ejemplo, para crear la obra por la que más reconocimiento obtuvo, “La feria de caballos” (1852-1855), pasó dos años estudiando con precisión los movimientos de los animales en esta feria, aunque estos espacios estuvieran típicamente fuera del alcance de las mujeres. Se dice que la pintora obtuvo el permiso para no solo asistir a la feria, sino para vestirse con pantalones, algo impensable en su momento. “Las autoridades francesas concedieron a Bonheur un permiso para llevar ropa ‘masculina’, aunque eso no le importaba; de hecho, prefería llevar pantalones. Los llamaba sus ‘grandes protectores’, y a menudo la pintaban orgullosa con trajes de hombre”, aseguró Hessel.

Más allá de sus elecciones de vestimenta, estaban también las dos relaciones a largo plazo que mantuvo durante su vida. La primera fue con una de sus amigas de infancia, Natahlie Micas, quien también fue pintora. Ambas vivieron juntas durante 40 años, hasta la muerte de Micas en 1889. “Si hubiera sido hombre, me habría casado con ella... Habría formado una familia, con mis hijos como herederos, y nadie habría tenido derecho a quejarse”, se cree que escribió Bonheur sobre su compañera.

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“Inicialmente, fue un servicio de intercambio: Rosa le daba clases de arte a Nathalie mientras, Nathalie cuidaba de su ropa y su persona. Su unión pronto se reconoció como un matrimonio virtual en la casa de los Micas. Justo antes de morir el Sr. Micas en 1848, le imploró a Raymond que permitiera a sus dos hijas continuar su vida juntas y bendijo su unión de la manera más solemne: ‘Raimond’, le dijo a su amigo, ‘estoy muy enfermo y no me levantaré de la cama. Tú tampoco vivirás mucho más. Deja que nuestras dos hijas permanezcan siempre juntas. Ya ves cuánto se aman. Rosa necesita que Nathalie la ame y la proteja. Vengan, hijas, quiero darles mi bendición’. Ambas, profundamente conmovidas, nos arrodillamos junto a su cama. El buen Padre Micas puso sus manos sobre nuestras cabezas y dijo: ‘¡Nunca se separen la una de la otra, mis queridos hijas, y que Dios las guarde!’. Entonces, nos besó. Pocos días después, él falleció. Nathalie y yo siempre estuvimos juntas desde entonces”, se lee en el libro “Rosa Bonheur: the artist’s (auto)biography”.

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Tras la muerte de Micas, Bonheur estuvo devastada. Hacia 1894 conoció a la que sería su próxima compañera, la artista estadounidense Anna Klumpke. Sin embargo, la convivencia entre la estadounidense y la francesa no comenzó sino hasta 1898, cuando Klumpke pidió a Bonheur pintar su retrato. Cuando estuvo terminado, la artista francesa le propuso a su retratista quedarse a vivir con ella para que escribiera su biografía y administrara su patrimonio. La propuesta, según el recuento de Klumpke, fue: “Un matrimonio divino de almas”. “Ya que ambas estamos solos en la vida”, se cita a Bonheur escribiendo a la madre de Klumpke, “¿no sería más agradable para nosotras llevar una vida feliz pintando juntas, sin dejar de ser independientes?”.

"Arando en el Nivernais" (1849) de Rosa Bonheur.
Foto: Wikimedia Commons

De esta manera, Rosa Bonheur se convirtió en un ícono del feminismo y de la población LGBTIQ+ por la forma en la que vivió su vida y sus relaciones en medio de un sitio con estrictas normas sociales. Sin embargo, hay quienes prefieren no hacer afirmaciones certeras sobre la orientación sexual de Rosa Bonheur, como Lou y Katherine Brault, madre e hija, quienes son dueñas actualmente del chateaû de la artista. “Rosa Bonheur fue una mujer que vivió en un contexto y una época determinados. Y nuestra labor es respetar esta perspectiva. Por ejemplo, cuando Rosa Bonheur usó la palabra ‘compagne/compañera’, debemos tener en cuenta su significado en el siglo XIX, que es muy diferente de su significado actual”, dijeron a Hyperallergic. En el mismo artículo, la escritora Bridget Quinn aseguró: “Claro, no hay ningún lugar donde ella diga ‘Soy lesbiana’. Pero esa no es la evidencia. La evidencia no es lo que ella dice, sino cómo vivió”.

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Cuando Rosa Bonheur falleció el 25 de mayo de 1899, fue enterrada junto a Nathalie Micas en el cementerio Père Lachaise en París. En 1942, 43 años más tarde, cuando Anna Klumpke falleció, su lugar de descanso fue junto a ambas mujeres.

Por Andrea Jaramillo Caro

Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com
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