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Sergio Marchi entre Charly García y Gustavo Cerati: “Yo escribo sobre personas”

En Bucaramanga se presentó una conversación alrededor de No digas nada, sobre Charly García, y Algún tiempo atrás, dedicado a Gustavo Cerati. Su autor, el periodista y baterista argentino Sergio Marchi, fue el invitado central de un encuentro moderado por el colombiano Diego Londoño, escritor y cronista musical conocido como el Fan Fatal.

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03 de septiembre de 2025 - 11:20 a. m.
Sergio Marchi durante su visita a la Feria del Libro de Bucaramanga.
Sergio Marchi durante su visita a la Feria del Libro de Bucaramanga.
Foto: Ulibro
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“Estoy un poco traumado”, dijo Sergio Marchi sobre su infancia entre boleros y las orquestas dirigidas por Ray Conniff o Caravelli que ponía su madre. Ese “trauma” al que aludió el periodista es común entre los argentinos nacidos antes de los noventas: una suerte de pasión y melancolía que, al parecer, se cimentó con las voces de Carlos Gardel, Alberto Marino, Alberto Podestá, entre muchos otros. Como si sus temperamentos se hubiesen reforzado a punta de dolores intuidos.

La charla se inició con una presentación de la trayectoria de Marchi. Desde 1983 ha trabajado en medios gráficos, radiales, televisivos y digitales. Fue editor musical de Rolling Stone Argentina, colaboró con Clarín, La Nación, Página 12 y Billboard, y en radio pasó por emisoras como Continental y Rock & Pop. Además de su labor periodística, ha publicado diez libros, producido pódcast y programas de televisión, dicta cursos de historia del rock y en 2022 fue declarado personalidad destacada de la cultura por la Legislatura de Buenos Aires.

Londoño introdujo el encuentro reconociendo la dificultad de presentar dos libros en una sola sesión y explicó que el propósito era articular la arquitectura emocional y artística del autor, para luego abrir paso a las preguntas.

Marchi dejó muy claro desde el principio su entusiasmo por estar en Colombia por primera vez. Tenía los ojos muy abiertos, una apertura que demostraba, también, abriendo los brazos, como si una línea horizontal le cruzara el torso, y un carisma que le amenizó los detalles de sus intervenciones desde que comenzó a hablar. Contó que su relación con el país empezó como lector de Gabriel García Márquez, a quien leyó en su adolescencia en Buenos Aires, y agregó que la geografía colombiana siempre le resultó misteriosa desde sus años de escuela. Ahora, ya en Bucaramanga, decía disfrutar del café, de la gente y de la sonoridad de los nombres de las ciudades.

La conversación giró entonces hacia los orígenes musicales de Marchi. Relató que su interés se despertó con la película “Help!”, de los Beatles. “Fue la puerta de entrada a un mundo del que no pude salir”, explicó. De ahí pasó a los Rolling Stones, Deep Purple y Led Zeppelin, hasta descubrir el rock argentino. Esa revelación lo conectó con la idea de que también en castellano podía existir un lenguaje propio dentro del rock.

Sobre su formación literaria, recordó que empezó leyendo historietas argentinas y autores de aventuras como Emilio Salgari. Luego llegaron Cortázar, Borges y, de nuevo, García Márquez. Reconoció que su formación fue más musical que literaria: “El rock me dio educación: me enseñó geografía, historia y hasta me llevó a la Segunda Guerra Mundial”.

Uno de los momentos más esperados de este encuentro, que fue parte de la programación de la Feria del Libro de Bucaramanga, Ulibro, fue cuando Marchi recordó sus primeros encuentros con los protagonistas de sus libros. Narró que vio a Soda Stereo en un show de carnaval en un viejo cabaret llamado Marabú, donde teloneaban a Los Twist. “No me gustaron mucho al principio”, confesó, aunque luego, como periodista, comenzó a entrevistarlos. Sobre Charly García, recordó que lo conoció en 1984, tras la publicación de Piano Bar, cuando lo entrevistó en su apartamento. Años más tarde, una llamada telefónica lo llevó a proponerle un libro al propio García. “Fui a la sala de ensayo, me abrazó y me dijo: ‘Espero que este trabajo no sea muy sacrificado’”, contó.

Su curiosidad, un real interés por entender lo que escuchaba y desarmarlo, casi como un animal extraño al que tenía que encontrarle el corazón, fue la diferencia entre él y los otros que comenzaron a interesarse por un sonido que fue permeando Latinoamérica y marcó una época: una actividad genuina alrededor de lo que su intuición le decía que merecía atención.

Los lectores nos preguntamos mucho por las estructuras que están detrás de las obras, pero Marchi dejó claro que, a veces, eso no importa tanto, o simplemente no existe como punto de partida: “La forma de comenzar y ejecutar estos libros me llegó como del cielo, fue algo casi mágico, no porque no hubiese trabajo o interés honesto detrás, sino porque a pesar de que tenía la disciplina del periodismo diario, no lograba encontrar la forma del libro”. Pasaron años hasta que, según dijo, entró en un trance creativo que lo llevó a terminarlo en seis meses. Un detalle técnico ayudó: la aparición de Windows 95 y su función de cortar y pegar, que comparó con la manera en que Charly componía su música.

El autor compartió también la historia de cómo entregó el manuscrito a la editorial Sudamericana. Por desconfianza y por el costo de impresión, solo imprimió la mitad. El editor, Luis Chitarroni, lo leyó y comentó que el final era débil, a lo que Marchi respondió que no era el final, sino la primera parte. Londoño relacionó esa anécdota con lo ocurrido a García Márquez, quien envió a Buenos Aires parte del manuscrito de Cien años de soledad por falta de dinero.

La conversación también abordó el trabajo crítico de Marchi con Cerati. Recordó que una reseña de Canción animal salió incompleta en imprenta, lo que generó malentendidos con el músico. En otra ocasión, Cerati se quejó porque su disco Ahí vamos recibió tres estrellas y media frente a otro que había recibido cuatro. Marchi admitió que quizá subestimó el álbum y que no logró explicar en pocas líneas lo que le provocaba la voz del cantante.

Sobre la escritura de Algún tiempo atrás, Marchi explicó que se trató de un libro con múltiples testimonios que aportaron voces al relato. Repitió que no exactamente cómo construyó esa estructura, pero enfatizó en que su búsqueda siempre se centra en humanizar a las figuras: “En un punto, esa gente tiene los mismos problemas que nosotros. El mito es el mito, pero eso no te hace más creíble ni te vende más ejemplares. Yo escribo sobre personas”.

El cierre de la charla estuvo marcado por la reflexión de Londoño sobre la relevancia de ambos libros como referentes del periodismo musical iberoamericano. Marchi, por su parte, insistió en que no se considera un escritor, sino un periodista que hace libros. Su tarea, explicó, es la de un cronista que, entre entrevistas, testimonios y recuerdos, construye relatos sobre músicos que admira y con los que ha compartido parte de su vida.

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