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Sobre la faceta más cruda de Tom Ripley y la nueva serie de Netflix (Opinión)

La saga de novelas de Patricia Highsmith, centrada en el personaje de Tom Ripley, ha despertado un renovado interés con el lanzamiento de “El talentoso sr. Ripley”, la miniserie de Netflix. Highsmith exploró la complejidad de la naturaleza humana de manera cruda y honesta en sus obras. Las múltiples adaptaciones cinematográficas de sus novelas demuestran su impacto en la cultura contemporánea.

Juan Diego Forero Vélez

11 de mayo de 2024 - 04:38 p. m.
Patricia Highsmith en su juventud, quien fue apodada "la poetisa del miedo" por el novelista británico Graham Green.
Foto: Archivo particular
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Lectura obligatoria. Eso es Patricia Highsmith. Cuando vi el trailer quedé atónito. Toda la historia de la saga de “Ripley”, escrita por Patricia Highsmith, se reprodujo en mi cabeza súbitamente, como el golpe seco de una roca diminuta expulsada con velocidad por una podadora manual directo al cuello. Se apoderaron de mí sus personajes intrigantes, su burla, su sátira y su obsesiva y simple narrativa. Netflix estaba preparándose para estrenar una miniserie de Tom Ripley, y debía leer los libros de nuevo; fue un impulso involuntario, casi violento.

Los encontré al fondo de mi biblioteca, tirados en un costado, cubiertos por una incipiente humedad. Repasé con el tacto las portadas y conté, “Uno, dos, tres, cuatro… No. No está el primero. Todo empieza con ‘El talento de Mr. Ripley…” recordé, mientras dejaba con desdén los cuatro libros encontrados fuera de su escondite y me revolvía el cabello con brusquedad. Pasé unos minutos más buscando, hasta que finalmente renuncié a la posibilidad de encontrarlo, inerte, detrás de algún objeto inanimado que no perteneciera al lugar. Lo había leído, estaba seguro, y su condición enigmática e invisible me enloquecía.

Tal vez debí prestarlo a algún olvidadizo y lejano amigo; o quizá alguien lo tomó en un ataque de incredulidad; en alguna visita líquida, con la promesa de devolverlo o intercambiarlo por el segundo, al terminarlo. Qué ingenuo debí haber sido, ridículamente dócil.

Lo encontré en la tienda de Kindle esa misma noche, en su idioma original, por tan solo $1 dólar. Después de comprarlo, busqué refugio en un sillón cercano y me dispuse a leerlo en tiempo récord para después poder ver la adaptación con la historia clara en mi cabeza; para poder criticarla con mayor autoridad.

Si no tienes cuidado, El talento de Mr. Ripley puede ser leído en una sola tarde. Es tan real que no puedes parar de leer. Patricia, la autora, ni siquiera se molesta en describirnos al personaje, porque sabe que todos conocemos a algún Tom Ripley en el mundo real. Nos permite soñar, tentar un poco la realidad y sacar a sus personajes de las páginas con extrema autonomía y libertad. Tom está siendo perseguido desde la primera línea, y en el principio de la historia ya podemos sentir su paranoia. Corre en círculos de su perseguidor y, al verse acorralado, se queda petrificado, sin palabras; sin poder gesticular alguna acción que lo saque del ensimismamiento.

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Es reconocido por su observador, que lo busca con rostro ceñudo y la garganta agarrotada por la duda. Jamás lo ha visto antes, solo lo reconoce por la descripción de algún conocido mutuo, indiscreto y muy hablador. Acorralado, Tom escucha cómo Herbert Greenleaf le expone que lo estaba buscando para pedirle un favor incómodo y poco habitual, quiere que su hijo retorne de Europa, pues su madre está muriendo de leucemia, y su hijo, obstinado, se niega a volver a Estados Unidos. Desea que Tom lo convenza porque sabe que fueron amigos y piensa que tal vez tenga algún grado de influencia sobre él.

La premisa es presentada por Highsmith de forma magistral, tan intuitiva y natural que se puede sentir la desordenada cabeza de Ripley analizando cada matiz de necesidad en la mente de Greenleaf, en su voz entrecortada y su desesperación. Tom es un mentiroso patológico, no lo piensa ni lo siente, cada jugada está preparada y supeditada por la maldad arcaica que lo domina. Ripley, viendo la oportunidad, se ofrece indirectamente para ir a Europa y traer a su amigo, que recuerda vagamente, y su interlocutor cae en la trampa sin oponer resistencia. El dinero no es problema, eran ricos, y Tom, miserablemente pobre.

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No era necesaria una descripción amplia del escenario, ni una redundante personificación de los personajes. Cada diálogo, cada mirada y cada acción dan a entender la naturaleza egoísta y desprolija de cada rincón de Nueva York, o de cada pequeño vello, de cada personaje, principal o secundario.

Evité imaginar a Matt Damon mientras leía, apoyado en las letras de Patricia Highsmith. La película dirigida por Antony Minghella no fue la primera ni la última adaptación de la novela, pero quizá fue la más trillada y la más reconocida. Estuvo nominada a varios premios Óscar, casi triplicó la inversión inicial y contó con actores de talla mundial, como Jude Law, Gwyneth Paltrow, Philip Hoffman y Cate Blanchett. Fue asimétrica y transitoriamente fiel, pero la historia contada por la escritora estadounidense es mucho más cruda y honesta que la actuación coyuntural de Damon y compañía.

Me cuesta creer que esta historia fue escrita en 1955. Patricia plasma perfectamente la naturaleza humana en cada verso, es por eso que parece que no envejece ni se pierde en el tiempo. Inmutable ante la supuesta evolución del hombre, ante la supuesta progresiva desaparición del odio y el crimen. Es increíble cómo su ética, traicionada desde niña, se evidencia perfectamente en su relato. La animadversión que sentía por la paternidad falsa, la relación fracturada con su madre, tras los múltiples intentos de aborto que le confesó a la escritora, y su fuga a Europa se ven representados parcialmente en cada personaje, lo que me recordó a Gabriel García Márquez, que una vez dijo: “El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar”.

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Cuando terminé de leer me di cuenta por qué me sentí tan fascinado al ver el trailer de la miniserie de Netflix. La historia me había atrapado en el pasado y ahora lo hacía con mayor ímpetu. En su momento, Patricia Highsmith fue nominada al Premio Edgar a la mejor novela en el año 1956 y recibió el Gran Premio de Literatura Policíaca en el año 57.

Tiene una gama plural de cuentos y novelas, y muchas de ellas han servido de inspiración para películas de culto, como Extraños en un tren, dirigida por Alfred Hitchcock en 1951; La máscara de Ripley, con la participación de Williem Dafoe; Die gläserne Zelle, adaptación alemana de La celda de cristal que ganó el Óscar a mejor película extranjera en 1979, dirigida por Hans W. Geibendörfer; Carol, dirigida por Tood Haynes, protagonizada por Cate Blanchett y nominada a seis premios Óscar.

El libro permaneció ausente y agotado en mis manos por un tiempo eterno, luego tomé de la mesa el segundo en la línea temporal, La máscara de Ripley, y lo sostuve con convicción derrotada. Antes de comenzar a leerlo, cerré los ojos para descansar, y mecánicamente agarré el control del televisor para ver la miniserie, de la cual, quizás, les hable en otra ocasión.

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Por Juan Diego Forero Vélez

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