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“Las limitaciones pueden ser un gran insumo para la creación, no necesito ser perfecto para ser perfecto, la aceptación es un ejercicio diario”, dice David Bernal mientras su rostro dibuja una sonrisa.
Con el mismo entusiasmo se termina su café y enciende el cigarro que tenía sobre la mesa, esa mesa de cafetería de esquina, que se encuentra en cualquier barrio de la ciudad, pero que no tiene las condiciones necesarias para que él pueda ingresar. Pero eso no importa, está feliz, a pocas cuadras se encuentra la sala de ensayo donde durante cerca de tres horas compartió con otros bailarines como él, una experiencia única de creación y aceptación.
Bernal hace parte de Con Cuerpos, la primera compañía de danza inclusiva de Bogotá, fundada en el 2007 por un grupo de bailarines profesionales, liderados por Laisvie Andrea Ochoa.
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“Hay unas nociones de virtuosismo relacionadas con el cuerpo que baila, que en algunas ocasiones son excluyentes. Para nosotros era importante ampliar la noción, mostrar que personas con diferentes habilidades, mentalidades, capacidades y corporalidades tienen mucho para aportar a la danza y que se puede aprender de estos cuerpos diferentes”, afirma. Y lo hacen desde tres líneas: investigación, creación y pedagogía. La compañía profesional y los talleres de formación cuentan con un grupo de bailarines en condición o no de discapacidad física o sensorial.
Hace más de seis años una chica abordó a Bernal en la calle, lo invitó a participar en un taller de danza, pero en ese momento de su vida no le interesaba el tema.
En 2016 la situación era diferente, quería un cambio en su vida y decidió buscar el lugar que Laisvie le había mencionado. Así fue como llegó al taller permanente de formación. Gracias a su condición física y conciencia del manejo del cuerpo, en muy poco tiempo fue invitado a ser parte de la compañía profesional.
Actualmente es bailarín en los montajes Nada es fijo, que estará en mayo en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo bajo la dirección de Victoria Marks y David; y Que no te asuste entrar en un bosque oscuro, una pieza dirigida por Andrés Lagos, que reflexiona sobre la sensualidad y la sexualidad.
“Si uno conoce su cuerpo, uno termina donde necesita”, afirma convencido. Ha pasado la mitad de su vida en una silla de ruedas. Cuando tenía 18 años vivió un aparatoso accidente de tránsito que le lesionó la columna vertebral y le causó una paraplejia por una luxofractura torácica.
Pero ha hecho de todo, sin que la silla de ruedas sea un limitante: ha sido punkero, ha jugado basquetbol —aunque dice que los deportes no son lo suyo—, estudió literatura, hizo una especialización, ha tenido novia, ha ido a fiestas, vive solo y ahora baila.
“Otros compañeros han tenido procesos más largos en la compañía. Siempre he tenido conciencia de mi cuerpo, sé ubicarme, hacer traslados con facilidad y manejar la silla con habilidad. Yo creía que eso era normal. Que es parte de tu vida pensar qué debes hacer para moverte. En Con Cuerpos esto se convirtió en un insumo artístico, para crear, para bailar, para hacer lo que hacemos. No por estar en silla de ruedas vas a trabajar de forma diferente, todos nos esforzamos por igual”.
Con Cuerpos busca explorar la diferencia, no adaptarse a un modelo de cuerpo o de movimiento.
Crean desde las potencias de cada uno de sus miembros sin importar si están en condición de discapacidad o no.
A Diana León, bailarina profesional, ser parte de este proceso le mostró nuevas perspectivas. “Llegué para dar un taller, pero me quedé. Para mí, la discapacidad es lugar de investigación, yo hago parte de los montajes y estoy a cargo de los talleres de formación. Tenemos un grupo de cuerpos diversos, eso nos reta, debemos pensar cómo hacerlo. Las pautas de movimiento son las mismas, pero lo importante es cómo lo transmites. Si tengo a personas en sillas de ruedas no puedes decir: vamos a caminar por el espacio, sino vamos a desplazarnos por el espacio; son temas de lenguaje que nos ayudan a sentirnos a todos incluidos. El proceso es lento, pero hemos tenido experiencias muy bellas”, cuenta León.
“Por ejemplo, en la obra de David nos preguntaban si los bailarines de las sillas de ruedas habían tenido entrenamiento para manejarlas. Ponían en duda su discapacidad, por el nivel de empoderamiento que tenían. Superar esa barrera como compañía para nosotros fue muy importante”.