Este domingo 14 de septiembre, el Parque de la Independencia amaneció distinto. Desde temprano, los árboles que bordean el Planetario parecían custodiar un círculo de voces y memorias. No era una mañana cualquiera: allí se celebraba la segunda edición de Somos Diversxs, un encuentro que en esta ocasión llevó como lema “Raíces que cuentan”.
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La cita, organizada por la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte en alianza con BibloRed, propuso una jornada para reconocerse en la diversidad, para escuchar a los pueblos originarios que habitan Bogotá y para recordar, a través de la palabra y el arte, que la memoria es también una forma de resistencia.
Durante cinco horas, entre las diez de la mañana y las tres de la tarde, el parque se transformó en escenario de cantos, talleres, conversaciones y lecturas. Hubo música en vivo, narraciones al oído con susurradores, dulces literarios repartidos entre los asistentes, mediaciones de lectura y la posibilidad de afiliarse a los programas de las bibliotecas públicas. La atmósfera era festiva y a la vez reflexiva: cada gesto estaba cargado de intención, cada voz buscaba derribar estereotipos y abrir caminos de respeto mutuo.
Uno de los momentos centrales fue la presentación de Walka, agrupación kichwa con más de dos décadas de trayectoria. Su música, que mezcla instrumentos tradicionales con influencias contemporáneas y urbanas, levantó al público con un sonido que parecía viajar de las montañas andinas a la ciudad moderna. Más tarde, un conversatorio sobre oralidad, literatura y racismo abrió un espacio de diálogo ciudadano en el que se recordó que la palabra no es solo herramienta de comunicación, sino también de transformación social.
La jornada contó además con la participación de sabedoras y sabedores de pueblos gitanos, Inga, Kamentsá, Ambika Pijao, así como procesos de comunidades afrodescendientes, negras y palenqueras. Ellos compartieron historias, prácticas y resistencias que no suelen ocupar las páginas oficiales de la ciudad, pero que son fundamentales para entenderla. Como raíces que sostienen el árbol, sus voces emergieron para recordarnos que Bogotá es más que edificios y tráfico: es un mosaico de memorias en constante movimiento.
Para Felipe Duarte Álvarez, director de Transformaciones Culturales de la Secretaría, el sentido de Somos Diversxs iba mucho más allá de la programación cultural. Lo explicó con convicción:
“Esta es una estrategia que busca eliminar todo tipo de comportamientos racistas y discriminatorios. Con Raíces que cuentan quisimos enviar un mensaje contundente: lo que enriquece nuestra ciudadanía y nuestros esfuerzos es precisamente reconocer la diversidad. La narrativa, la música y la literatura nos permiten reivindicar esas existencias múltiples que conviven en la ciudad”.
Duarte recordó que la primera edición de Somos Diversxs se realizó con la comunidad LGBTIQ+ y que, en esta ocasión, el énfasis en los pueblos originarios buscaba visibilizar su legado. Para él, el gran desafío es la vinculación activa de la ciudadanía: “Queremos que no solo asista, sino que se involucre, que exija, que acuerde, que ejerza esa ciudadanía en función de reconocernos diversos. La diversidad no puede ser un discurso de coyuntura, tiene que convertirse en un ejercicio cotidiano de respeto y de empatía”.
En su reflexión, el director subrayó también el contexto de estos tiempos: en un mundo donde los discursos de odio parecen normalizarse, eventos como este ofrecen un contraste necesario. “Somos fruto de migraciones, de mezclas, de encuentros. Esa suma es la que potencia nuestra experiencia de vida. Por eso insistimos en generar procesos sostenibles de transformación cultural que fortalezcan la equidad y el reconocimiento”.
La voz del arte y la memoria
Krem Hurtado, cantautor, guardián de los manglares, activista no binario y defensor por los derechos de la naturaleza y los pueblos originario compartió una mirada íntima sobre lo que significaba estar allí. Para Hurtado, la raíz es mucho más que un símbolo: es resistencia.
“Desde la diversidad también ejercemos cimarronaje. En la medida en que nos reconocemos distintos, que miramos la raíz y no permitimos que nos arranque el olvido, estamos diciendo que aún estamos aquí”, afirmó.
Su voz, cargada de poesía, recordó que la memoria no es un lujo ni un adorno, sino una necesidad vital. “La oralidad y el arte son nuestra manera de recordarnos que no estamos solos, que somos pueblo, que somos raíz. Y que esa raíz nos sostiene en un mundo que insiste en desarraigarnos”.
En ese sentido, Hurtado subrayó la dimensión sanadora del arte: “El racismo y la discriminación no son solo ideas abstractas, son heridas que se sienten en los cuerpos y en la vida cotidiana. El arte abre espacios para sanar, para resignificar esas heridas y convertirlas en fuerza colectiva”.
Quienes pasaban por el parque podían detenerse en una biblioteca viva, escuchar el relato de un sabedor gitano o probar un dulce literario con fragmentos de tradición oral. Los susurradores, pequeñas cápsulas de poesía que se recitaban al oído, sorprendían a los transeúntes con palabras que invitaban a detener el paso y escuchar. Había familias con niños, jóvenes curiosos, adultos mayores; un público diverso que encarnaba, de alguna manera, el espíritu del encuentro.
Cada actividad fue un recordatorio de que Bogotá es también un territorio de pueblos originarios, de comunidades afrodescendientes, de gitanos y palenqueros, de voces que merecen ser escuchadas.
Al finalizar la jornada, la Secretaría de Cultura destacó que el evento dejó aprendizajes importantes. El primero: la necesidad de multiplicar los esfuerzos para que la ciudadanía se apropie de estos espacios y no los vea como celebraciones aisladas, sino como parte de un proceso más amplio de transformación cultural. El segundo: consolidar metodologías sostenibles que permitan que los mensajes en contra del racismo y la discriminación no se diluyan en el tiempo.
“Lo que buscamos es que estos encuentros generen conversaciones profundas sobre cómo habitamos la ciudad y cómo nos reconocemos distintos”, insistió Duarte. “La diversidad no debe ser motivo de exclusión, sino de orgullo”.
Cuando la música de Walka se fue apagando y las últimas palabras del conversatorio se diluyeron en el aire, el Parque de la Independencia quedó en silencio. Pero no era un silencio vacío: era la resonancia de una jornada en la que Bogotá se miró al espejo de sus raíces.
Somos Diversxs dejó la sensación de que la ciudad avanza hacia un reconocimiento más honesto de su pluralidad. Entre cantos andinos, palabras susurradas y memorias compartidas, se reafirmó que Bogotá no se construye desde la homogeneidad, sino desde la multiplicidad de voces que la habitan. Una ciudad que, como lo dijeron sus protagonistas, solo será verdaderamente libre cuando haga de la diversidad su mayor orgullo.