"Tres Caras": la delgada línea entre la realidad y la ficción

La película "Tres Caras" logra desprender al público de las ganas de ver algo exótico para revelarles una problemática que no logran definir con exactitud por su lejanía cultural. Además, es difícil entender cuando los hechos narrados son ficticios, ya que el director optó por desdibujar la línea entre la realidad y la ficción.

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Juan Pablo Díaz
30 de octubre de 2019 - 10:25 p. m.
La película "Tres caras" fue dirigida por el cineasta iraní Jafar Panahi.  / Cortesía
La película "Tres caras" fue dirigida por el cineasta iraní Jafar Panahi. / Cortesía
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¿Por dónde empezar a hablar de Tres Caras? Mucho se ha escrito sobre Jafar Panahi, un director que se ha venido transformando poco a poco en una leyenda debido a un impulso que lo lleva a rodar películas en la clandestinidad de un país que directamente pretende censurarlo, una nación aferrada a las fuertes tradiciones de las que escuchamos que abundan en medio oriente. Resulta curioso que en la misma semana que vi El Permiso haya visto Tres Caras, dos películas que trabajan temas similares en el mismo país y con dos tratamientos totalmente distintos.

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Antes que nada, debo decir que, desde la ignorancia, Tres Caras me parece un mal punto de partida para introducirse en la filmografía de Panahi. En mi primera vez viendo una película del director iraní llegué con unas expectativas bastante difusas, puesto que sabía de su trayectoria y los reconocimientos que había venido recogiendo, pero lo que vi en la sala no me impactó más allá de algunos momentos específicos. Considero que es una mala introducción a su filmografía porque no pude evitar sentir que posiblemente se aprecie mucho mejor esta obra al analizar la evolución de la narrativa de su director, que a la fecha ya ha realizado diez largometrajes. Aun así, esto no desmerita la calidad de la obra, pero sí complica la apreciación para espectadores que desconocen la historia de Jafar Panahi y la relación con su país.

Los puntos fuertes de la película fueron, por supuesto, la difusión de la línea entre lo documental o real y la ficción, así como las actuaciones y el guion. Destaco, principalmente, el trabajo de los actores, ya que en todo momento mi mente estuvo repitiendo en bucle la pregunta ¿Cómo lograron transmitir una naturalidad tan creíble con la cámara en su rostro y durante tomas tan largas?, habría sido fácil que se escapara una mirada que rompiera la cuarta pared y que nos sacara de nuestro estado de trance para fijarnos en el rostro del ser humano en vez del personaje interpretado por éste. La fotografía y el montaje ayudaron mucho a mantener inmerso al público, ya que tendieron a acentuar una similitud a las películas de ficción de gran calidad visual y que usaron los cortes invisibles, pero, ciertamente, la dirección de actores de Tres Caras es lo que resultó más que destacable, y no solamente por el detalle de la ausencia de miradas a cámara, sino por lo que esto implicó y le aportó a la narrativa.

Sólo se necesitaban un par de fotogramas en los que los globos oculares de prácticamente cualquier persona en cuadro dirigiesen sus pupilas hacia el lente de la cámara, y así sintiéramos que estábamos viendo un documental, una acción que abunda en falsos documentales y que es usada por los directores de los mockumentaries y falsos documentales o reportajes para tratar de darle una sensación de veracidad a las imágenes.  Panahi, al ser muy consciente de esto, optó por evitar la situación por completo para desdibujar muchísimo más la línea entre realidad y ficción, haciéndonos dudar de manera constante de la veracidad de los hechos que estabamos presenciando, con lo que problematizó las tradiciones que se observaron en pantalla, dando así la sensación de estar viendo una realidad que se presentó ante nosotros como una ficción muy verosímil.

Toda la historia del prepucio del hijo de uno de los habitantes del pueblo de Marzyjeh resultó fácilmente extraña ante los ojos de un espectador occidental, cayendo incluso en lo risible y absurdo (escuché gente reírse en la sala en varios momentos). Momentos o historias de este estilo han aparecido de forma frecuente en programas de televisión y documentales que viajaron a distintas partes del mundo en busca de tradiciones exóticas para llamar la atención del público movido por el morbo. Falsos documentales como Borat (Larry Charles, 2006) han hecho su labor al parodiar este tipo de expediciones de forma muy directa, lo cual nos ha familiarizado con estos elementos culturales, pero siempre desde una perspectiva que nos llevó a pensar que resultase increíble que fuesen parte de la realidad. 

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Tres Caras entra en estos pueblos rurales ocultos entre las montañas de Irán para mirar de frente a los comportamientos de los habitantes y darle fuerza a la pregunta que divide la línea entre la ficción y la realidad, con lo que logra desprender al público de esas ganas de ver algo exótico para revelarles una problemática que no logran definir con exactitud y que mantiene vivo el debate frente al tema. 

Por Juan Pablo Díaz

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