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Bogotá 1987. Fernando Molano Vargas pasa parte del día en la Biblioteca Luis Ángel Arango. Sentado sobre la calle once, mira el mundo. A veces todo el acontecer sucede en una calle. Todo lo inesperado se escenifica en una ciudad que se convierte en un pequeño mundo. ¿Qué ve más allá de la ventana? ¿Qué sucede en la acera? El mirar, en efecto, forja la lectura. Mirar se vuelve entonces en una forma de leer. De ahí la etimología de leer que se remota a recoger con los ojos. Mirando el acontecer se formó Molano como escritor. Se apropia de un ecosistema donde la crudeza de la ciudad vibra como un cuerpo mutilado.
Hay lugares así. Lugares que parecen cuerpos que se exploran, que se encuentran y se relatan. Molano erotiza la ciudad y los cuerpos en una escritura que estalla de ritmo, que se prolonga, que va ardiendo como los cuerpos que inventa el personaje de un Beso de Dick a partir de las caricias. Molano es dueño de una escritura que se erotiza, que revela, que en definitiva nos salva del horror del mundo porque nos conmueve. Escribe Molano: “Tan solo quería escribir. Escribir honradamente. ¿Para qué? Nunca lo supe con claridad. Solo sabía que me apasionaba la literatura; sobre todo, amaba aquellos libros que hablaban sobre la vida sin comprenderla”.
La novela Un beso de Dick es una novela del despertar erótico. Molano asume la condición sexual sin tapujos ni velos. Autor y narrador forman una espiral donde terminan siendo uno. Narra el despertar sexual de dos adolescentes: Felipe y Leonardo que asisten al mismo colegio. Es un largo monólogo que inicia con el trasegar de la adolescencia: el colegio y el repaso por las fórmulas de álgebra mientras sus compañeros juegan en la cancha: “Otra vez comienzo a escribir: equis a la dos menos cuatro ye, sobre raíz de equis, menos raíz de ye; y me quedo mirando lo que he escrito”. A la par suceden los primeros enamoramientos, el despertar amoroso y los noviazgos. Comienzan a aparecer sutilmente las inclinaciones de Molano hacia el cine, la pintura y por supuesto, hacia la literatura.
Repentinamente, toda la novela se convierte en un largo poema que se va enhebrando por partes. Un canto a la apertura sexual que se dispersa como dinamita. Un performance natural que toca de este lado la vida, de allá la muerte, en el medio de la enfermedad. Todo se mantiene de principio a fin como la tensión entre el amor y la muerte, entre el horror y la belleza. Allí donde crece el peligro, crece aquello que nos salva, sentenció Hörderlin.
Ahora bien, Molano construye el sujeto homoerótico en Un beso de Dick. Personajes con altas dosis de sensibilidad. Están dotados de dolor, de apertura, de sorpresa, a la par que se edifica una historia de amor llena de cotidianidad. Molano se va tornando palabras, enunciados, discurso. Es la figura del adolescente que se busca en medio de una sociedad aplastante.
Una sociedad que margina la diferencia, que expulsa. Felipe es rechazado en su casa porque sostiene una relación con Leonardo. Su padre lo golpea porque se entera que se ha besado con otro hombre. Claramente, se vislumbra la figura del sujeto homoerótico porque se asocia en palabras de Juan Cornejo “a la pluralidad de prácticas y deseos de los hombres orientados hacia el mismo sexo. El homoerotismo aleja la posibilidad de asociación con enfermedad, desvío, anormalidad o perversión. Es, pues, un concepto que se diversifica hacia la apertura. El concepto “homosexual” termina siendo condenatorio, pues se aleja de toda construcción conceptual.
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Un beso de Dick es una novela de coraje: rompe la tradición de una sociedad conservadora y va en contra del patriarcado. A propósito, David Foster afirma que “la sociedad hetero ―se sostiene una ideología patriarcal conforme con la cual el heterosexismo se erige en norma universal e incuestionable”. Molano esto lo sabe e instala su narrativa en contra de este modelo social: instala el relato del cuerpo como elemento sensible porque dialoga con sus pulsiones, a veces viscerales, a veces tiernas. Poco a poco rompe el acondicionamiento social porque el cuerpo se convierte en un actor político desde la resistencia. Articula un lenguaje que parte del amor y de la cotidianidad. Le permite, además, un espacio porque en la medida que se construye el sujeto construye el amor. Un amor sin complejidad, natural, sin prejuicios. Molano nos enseña que el amor es un aprendizaje. A veces, también, azar. Escribe Molano:
“Esta vida parece una moneda echada, a la final (...) Maldición: cualquier cosa puede ocurrir cuando una moneda cae, es terrible. Y así con todo: como con el amor. Yo nunca dije: ‘Voy a enamorarme de Leonardo’. Yo solo me enamoré de él... Y es tan raro eso: cómo se le va metiendo a uno el amor así: como a escondidas; despacio: como si fuera a doler. Debe ser porque la belleza golpea muy duro, yo creo”. (Molano, 2011, p.149).
Erich From sostiene que el amor es una actitud en el acontecer. Una actitud que se anhela con impulso y vitalidad que a veces se trastoca. Molano establece una mirada desde lo cotidiano y por momentos, desde una atmosfera de lo sensible, crea un lenguaje amoroso. La presencia de Leonardo instala a Felipe en un proceso de descubrimiento de su propio cuerpo. Parece la primera versión del amor, es decir, un amor profundo, significativo y desbordado. El amor adolescente que no termina de darse y que se va configurando de acuerdo con From:
“Esa actitud –que no hay nada más difícil que amar– sigue siendo la idea prevaleciente sobre el amor, a pesar de las abrumadoras pruebas de lo contrario. Prácticamente no existe ninguna otra actividad o empresa que se inicie con tan tremendas esperanzas y expectaciones, y que, no obstante, fracase tan a menudo como el amor”.
Aparte de descubrir el amor, Felipe descubre el placer y el dolor. Pierde la virginidad y toda entrega la paga con dolor. En la medida que Felipe se revela hay una fragmentación del sujeto porque el dolor llega y arrasa. El maltrato se convierte en dolor. Felipe queda ciego después de un golpe de su papá al enterarse que es homosexual. Sus ojos se inundan de ácido de batería y de oscuridad. Los mismos ojos que le revelaron la belleza de Leonardo son los que pierde por revelarse en una sociedad que margina la diferencia. Es, en definitiva, la respuesta por ser con su naturalidad.
Tanto Leonardo como Felipe son. Transgreden desde lo inocente. No van en contra corriente. El problema no son ellos, el problema es la falta de aceptación por parte de una sociedad heterosexual. Narra: “Bogotá, octubre 22. Querido Leonardo: ¡nos pillaron! El jueves, ¿se acuerda? Papá me dio un puño y ahora estoy ciego”. No es un golpe, es el peso de una tradición. Y así, con un estilo espontáneo e inocente, Molano dosifica la novela en cada página. Contrasta. Es fulgurante. Inabarcable como el deseo. Es cierto que El beso de Dick es una novela Bildungsroman, altamente sensible y altamente incendiaria.
Por Andrés Felipe Yaya
