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Elsa y Elmar: “La música me ha enseñado sobre la paciencia”

La cantautora construyó un proyecto desde la intuición, acompañado por un universo visual creado a mano. Habló de qué lugar ocupa el error en su arte y cómo enfrenta las exigencias de una industria cada vez más acelerada.

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Samuel Sosa Velandia
10 de julio de 2025 - 01:00 p. m.
Elsa Margarita Carvajal es una cantautora colombiana. / Cortesía: Team Up
Elsa Margarita Carvajal es una cantautora colombiana. / Cortesía: Team Up
Foto: Team Up
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¿Cuál fue la necesidad que usted encontró para crear Palacio? ¿Qué sintió que tenía que contar y cantar?

Sentí que en la vida hay que confiar: en lo bueno, en lo malo, en el tiempo y en Dios, o en lo que Dios signifique para cada persona. Palacio fue un ejercicio creativo de confiar. Tomé muchas decisiones y dejé que las cosas se acomodaran por sí solas, y luego observé qué pasaba, qué surgía de eso. Desde la decisión de escribir canciones y preguntarme qué tenía yo que decir, hasta armar un equipo increíble de personas que se fueron sumando para hacer realidad el sueño que tenía. En Palacio también quería explorar cómo se ve Elsa y Elmar, de qué colores está hecha. Qué me identifica. Quise unir todos mis gustos: el brillo, los diamantes, la escarcha, las gemas, el morado —que es mi color favorito— y convertir todo eso en un disco.

En este álbum, además de crear un universo sonoro, también construyó uno visual y se unió a un artista argentino para desarrollar ese concepto. ¿Cómo fue ese proceso? ¿Qué buscaba con esa necesidad de llevar el sonido a la imagen?

Estaba muy interesada en el error, en lo minimalista, en lo hecho a mano, en lo que nace del instinto. En Argentina me encontré con un espejo muy bonito en una tienda, hecho con papel, y se sentía esa fuerza de lo artesanal, de lo forjado con las manos, no perfeccionado. Eso me resonó muchísimo. Busqué al creador, que vivía en Rosario, lo invité a México y se encerró con un grupo de artistas mexicanos durante dos meses para construir piezas de arte. Todas estaban basadas en las canciones, cada una reflejaba la historia de un tema. Esas piezas aparecen en cada uno de los videos de Palacio.

Cuando usted está componiendo, creando, ¿las imágenes llegan de forma literal? ¿Recuerda escenas concretas, o se trata más bien de sensaciones físicas?

A veces no llegan imágenes literales, sino sensaciones: viento, aire, agua. Generalmente eso ocurre después, cuando ya tengo varias canciones listas. Un día me despierto y empiezo a entender la sensación física de las imágenes. Y a través de esa sensación, las imágenes empiezan a tomar forma. Es algo abstracto, pero sucede así.

Usted ha dicho que este álbum representa su lado más vulnerable. ¿Cómo fue el camino para llegar a ese punto? ¿Siempre creyó que el arte le permitía expresarse de esa manera?

Esa ha sido mi forma de rescatarme. Si no me mostrara vulnerable en mis canciones y sobre el escenario, si no honrara la posibilidad de equivocarme, no podría seguir. Palacio se trata del error. Quiero equivocarme en público, mostrarle a la gente que no está mal fallar, que no debemos tenerle miedo a eso. Si no fuera así, tendría que jugar a la perfección, a las fachadas, a las ilusiones. Eso me quitaría la calma, la paz, me afectaría mentalmente. Esta vulnerabilidad ha sido la única manera de seguir haciendo música sin cargar más peso sobre mi salud mental, que ya de por sí se ve exigida por esta industria. Lo hice porque solo así pude continuar haciendo música.

Hace un tiempo, un artista me confesó que una mentira que se dijo fue que hacía arte para él, cuando en realidad lo hacía para los demás. ¿En algún momento se ha sentido así?

Creo que eso cambia. Hay canciones que una hace para sí misma, y otras que se piensan también en función de los demás. Es raro, ambas cosas conviven. Me cuesta mucho hacer música pensada exclusivamente para el público, aunque me interesaría explorarlo. Pero si uno lo hace para sí y sabe que lo va a compartir, entonces de algún modo también lo está haciendo para otros.

Leí recientemente una frase que decía: “no sé por qué canto, pero sí sé para qué”. En su caso, ¿para qué canta, para qué escribe, para qué compone?

Qué pregunta tan difícil. La respuesta más fácil sería: para compartirlo. Pero compartirlo es compartirme. Lo hago para conectar con otras personas, para ofrecerme, para descubrir hasta dónde puede llegar la música que hago como la hago. No compongo pensando en que pegue o en que le vaya bien. Hago la música que me nace y luego quiero ver hasta dónde puede llegar, con cuánta gente puede conectar, hacia dónde me puede llevar, qué nuevas canciones pueden surgir, qué cosas quedan por inventar. Un poco por eso lo hago.

Ha dicho que este álbum refleja a una mujer que llegó a los 30 años. ¿Cómo ha sido ese proceso de crecimiento, de dejar atrás ciertas etapas, de enfrentar también los cambios físicos, sobre todo en una industria que impone tantos estándares?

Sí, da miedo cumplir 30. A mí me ha dado miedo. Han pasado muchas cosas por la cabeza. La vejez no me preocupa. Cuido mi cuerpo, mi cara, mi piel, pero no voy a pelear contra eso. Quiero acompañar a mi cuerpo mientras crece. Lo que me asusta es la noción social que se tiene sobre la edad. He tenido que hablar mucho conmigo para desinstalar la idea de que una mujer después de los 30 ya está “grande”, o de que si en la música no fuiste una estrella a los 22, ya no lo lograste. Eso genera miedo. Es como si dejaras de ser novedad, como si ya tuvieras un camino andado que te restara valor.

Pero ¿y si cambiamos esa idea? ¿Y si empezamos a valorar la experiencia, lo aprendido, lo vivido? También llega la pregunta de la maternidad: ¿quiero ser mamá?, ¿cómo ser mamá siendo música?, ¿las mujeres músicas hacemos una pausa?, ¿me bajo de mi carrera? Son muchas preguntas, muchas contradicciones. Ha sido un proceso hermoso, y cuando lo pienso bien, digo: amo tener 30. Amo la tranquilidad, la sabiduría y la conciencia de todo lo que he vivido.

¿Cómo ha sido para usted enfrentarse a las dinámicas actuales de la industria, donde todo es inmediato, donde hay presión por estar presente en redes sociales y producir contenido constantemente?

Hay días en que eso me preocupa, pero no tiene sentido pelear contra lo que ya es. Trato de adaptarme, pero sin dejar de ser yo. Busco encontrar mi equilibrio y conservar lo que es importante para mí. Para mí es esencial compartir momentos reales con las personas, sin sentir que tengo que grabar todo. No quiero perder mi relación con la vida por estar enfocada solo en generar contenido. Entiendo que el mundo se mueve rápido, que todo se consume de forma voraz, y trato de navegar en ese espacio, defenderme, cuidarme. Porque cuando me he entregado por completo a esa vorágine, me he perdido, me he enfermado —ya sea física o mentalmente—. Es como una liga que se estira y estira hasta romperse. Yo no quiero que eso me pase con mi trabajo.

¿Qué mentira le ha tocado desmentirse a sí misma dentro de la industria? ¿Alguna idea impuesta sobre cómo “debe” ser una artista que usted haya cuestionado o transformado en su camino?

Qué pregunta tan difícil, porque hay muchas supuestas verdades que una no sabe si son ciertas o no. Una mentira que trato de desmentirme —aunque no puedo asegurar que no sea cierta— es la idea de que hay que tener un cuerpazo para ser cantante. Que hay que estar buenísima, tener el abdomen plano, el cuerpo perfecto. Yo honro mi cuerpo y lo disfruto, pero intento que mi carrera no se trate solamente de eso. La imagen acompaña y apoya, sí, pero no debería ser el centro de todo.

Para cerrar, ¿cuál diría que ha sido una de las mayores lecciones que le ha dado la música? ¿Algo que haya descubierto de sí misma a través de este camino?

La música —y el deseo de vivir de ella, porque es todo un conjunto— me ha enseñado sobre la paciencia, sobre confiar en la intuición. Me está enseñando a soltar, a confiar.

Samuel Sosa Velandia

Por Samuel Sosa Velandia

Comunicador social y periodista de la Universidad Externado de Colombia. Apasionado por las historias entrelazadas con la cultura, los movimientos sociales y artísticos contemporáneos y la diversidad sexual. Además, bailarín de danza folclórica en formación.@sasasosavssosa@elespectador.com
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