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Un nuevo rostro en el horizonte

La joven dramaturga Laura Calderón presenta su obra “Rojas” de la mano de la compañía Exilia2 en la Casa del Teatro Nacional.

Moisés Ballesteros

30 de mayo de 2019 - 09:00 p. m.
“Rojas” es una obra sobre el recuerdo, la memoria, la familia y la migración escrita por la joven dramaturga. / Cortesía Laura Calderón
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Voy caminando a un encuentro con una de las nuevas, novísimas caras de la dramaturgia bogotana. Mientras subo las escaleras del sitio en el que hemos acordado encontrarnos pienso que el oficio del escritor no es otra cosa que el de inventar el tiempo, y que no hay nada más aterrador que hacerse cargo de esa premisa. Muchos de nosotros lo hacemos sin saberlo, es más fácil así. Su nombre es Laura Calderón, una joven actriz egresada de la Universidad Javeriana que ha decidido autodenominarse dramaturga (no existe otro modo de iniciar).

Por estos días, la Casa del Teatro Nacional le abrió las puertas a una de sus obras que, bajo la dirección de Víctor Quesada, cuenta la historia de una familia colombiana despedazada por la condición migrante que nos caracteriza y que, sin embargo, parecemos olvidar. Rojas es una historia enmarcada en la década de los años 80, donde era frecuente que nosotros fuéramos al país vecino en busca de las oportunidades que ahora ellos buscan sin encontrar en nuestro país. La pluma de Laura nos permite navegar en el tiempo y recrea una Colombia que parece no haber cambiado mucho. Sus personajes son víctimas de una condición a la que le devuelven golpe bajo tras golpe bajo todos los dolores. Es como una batalla en la que todos se van convirtiendo en victimarios.

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Laura, quien también trabaja en su tercera obra, Catarsis, tiene claro que desea proponer un teatro cuya base resida en el texto, la seduce, la posibilidad de relacionar diferentes temporalidades y la construcción de convenciones totalmente teatrales. Para ella, escribir es una pulsión que la acompaña desde mucho antes de lanzarse al ruedo con el drama. Su primera creación, Querida familia, fue montada en el marco de los procesos de ensamble de la carrera de Artes Escénicas de la Universidad Javeriana. Allí conoció a Quesada, cuya alianza ha permitido este montaje. La creación de Rojas, entre otras cosas, le ha permitido ampliar su panorama creativo y reconocer que la dramaturgia la hacemos todos, desde el actor hasta el espectador, y que dicho diálogo es el que permite la aparición de la obra de arte.

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Muchos de sus referentes pasan por el ejercicio académico, siente afinidad por el trabajo de Bogart, Schechner y Bretch, pero no duda en reconocer el trabajo de algunos de sus maestros. “Las búsquedas de Pedro Salazar, cuyas preguntas le han permitido experimentar a partir de lo clásico; el minucioso trabajo de dirección de Johan Velandia (La Congregación Teatro) sobre la puesta en escena”, cuya voz, para Laura, “ha definido una estética muy propia”, además de otros referentes a los que se ha podido acercar en este tiempo, como Jorge Hugo Marín, director de La Maldita Vanidad.

Laura reconoce la importancia de la actuación en su proyecto de vida, pues ha ido aprendiendo a liberarse de un rol para pasar al otro. Sus dos creaciones puestas en el escenario han contado con ella como intérprete, allí ha tenido que desprenderse de sus primeras cosmovisiones sobre su obra y atender la creación desde un lugar que siempre le pide salirse de su zona de confort.

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Caras como la de Laura son, sin duda alguna, necesarias para la renovación generacional del panorama dramatúrgico. Contar con ellas, que sus historias lleguen a escena, que sean visibles, es reconocer que hay un pulso vital creativo que quiere seguir creyendo en el oficio de la escritura. Ella no deja de reconocer el trabajo de aquellos que fueron sus maestros y que ahora debe ver como pares. Yo la miro desde mi sitio y la reconozco como un par, para entender que ambos ocupamos un lugar en este camino largo del hacer dramático y no soy indiferente a las peripecias y obstáculos que le vendrán en el camino de la creación. Por eso, por ella, y por todos los dramaturgos jóvenes que emergen en el horizonte, vamos a las salas de teatro a ver lo desconocido.

 

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Por Moisés Ballesteros

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