La literatura no está obligada a la verdad. No tiene el compromiso de representar la historia con el mismo espíritu de objetividad y transparencia que aquellos libros que reposan en las estanterías de no ficción. Sin embargo, para la escritora Albalucía Ángel, se trata de un principio ineludible y fue con este espíritu que, hace 50 años, creó la novela que la convertiría en una de las escritoras colombianas más importantes del siglo XX: Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón, un retrato polifónico y caótico sobre el periodo de La Violencia en Colombia.
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La novela se basó en algunos de los episodios sangrientos de nuestra historia, como el asesinato del entonces candidato liberal Jorge Eliécer Gaitán, que dio como resultado las noches de terror del Bogotazo; la opresión de la dictadura militar de los años 50 y el auge de la guerra bipartidista dentro y fuera de la capital. Fue una época que ella misma vivió cuando era niña en Pereira. Le llegaba a retazos a través de lo que alcanzaba a escuchar por la radio o de lo que oía contar a los adultos. Todos esos fragmentos los fue guardando en su memoria y allí los encontró, tan vivos como la primera vez, cuando decidió, treinta años más tarde, que quería contar su versión de esta historia.
Era una época en la que los hombres del boom ocupaban gran parte del mercado editorial, pero eso no impidió que se atreviera a lanzar al mundo su arte. Antes de La pájara pinta..., había publicado otras dos obras: Girasoles en invierno (1970) y Dos veces Alicia (1972). Por esta última fue catalogada como “la primera escritora posmoderna de la literatura colombiana”, según relató en una charla en el Instituto Caro y Cuervo moderada por El Espectador. “Nunca supe qué quería decir eso”, aseguró después, pero no porque no entendiera el término, sino porque su escritura siempre se resistió a las ataduras. Más que histórica, posmoderna, experimental o cualquier otro adjetivo que quisieran ponérsele, para ella la escritura no era un compromiso con el género o el estilo; únicamente lo tenía con la rigurosidad y la verdad.
El mismo año de la publicación de Dos veces Alicia, Ángel había empezado ya un proyecto de novela que contara cómo había vivido ella el Bogotazo. Comenzó así una ardua labor investigativa que incluyó no solo trabajo de archivo, sino entrevistas con quienes estuvieron en las calles de la capital tras el asesinato del caudillo. En ese entonces vivía en Madrid y una noche ocurrió un evento que le cambió la vida. Tras intentar frustrar el robo de su carro, Ángel fue atacada por unos hombres que le dejaron serias lesiones en la cabeza y en la columna vertebral. La atendieron de urgencia, pero el panorama no era esperanzador y el dolor, insoportable. Volvió así a Colombia, con dos convicciones: la de dejar morir su cuerpo en su tierra y la de terminar su novela, así fuera lo último que hiciera.
A pesar de la gravedad del asunto, Ángel logró salir con vida después de meses de convalecencia y retomó la escritura. Ese accidente, además, le permitió tener más claridad sobre lo que quería contar. No se quería quedar únicamente en lo que ocurrió el 9 de abril de 1948, sino que buscaba dar todo un panorama de la violencia bipartidista de la época. En 1975, tres años después de este episodio, su obra finalmente fue publicada y ese mismo año recibió en Cali el Premio Vivencias, que incluía la publicación de la obra. Sin embargo, se enfrentó a la censura debido a que se trataba de una novela que mencionaba a varios políticos importantes de la época. La novela finalmente la publicó el Instituto Colombiano de Cultura en un tiraje de 100.000 copias, pero faltaban muchos años para que a Albalucía Ángel se le diera un lugar en la literatura nacional.
Esto, a pesar de que Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón se posicionó desde el principio como un trabajo de experimentación narrativa mezclado con un alto grado de rigurosidad histórica. Los lectores de esa época se encontraron con un relato caótico en el que debían ir uniendo retazos de la vida de Ana, una niña que contaba cómo había vivido estos episodios de violencia en el país, con cientos de voces más que iban componiendo un inmenso collage. Relatos de testigos, pronunciamientos oficiales, recortes de prensa, flujos de conciencia y muchas otras se sumaban a este entramado que, a pesar de tratarse de una obra de literatura, se constituía también como una herramienta de memoria histórica.
“Yo no escribí una historia por escribirla ni le puse cositas políticas porque sí. Yo tengo un compromiso conmigo, con la vida y con mis lectores”, afirmó la escritora. “Yo creo que el escritor de conciencia difícilmente puede escapar del momento concreto de la historia que está viviendo. Ortega y Gasset decía: ‘Yo y mis circunstancias’. Yo lo digo igual. ‘¿De qué escribes?’, me preguntaban en otros países y yo siempre respondía igual: ‘De mí y mis circunstancias’. ¿Cómo me iba a alejar yo de eso?”, agregó.
Y a pesar de que ha pasado más de medio siglo desde que germinó la semilla de esta novela, aún guarda en su memoria todos los detalles que incluyó allí, según relató durante el evento. En alguna ocasión, repasando un pasaje con una amiga suya, la escritora le hizo caer en cuenta de un error de lectura que había cometido.
—¿Cómo supiste? —le dijo entonces su amiga.
—Porque yo lo escribí.
—Sí, pero hace 40 años.
—No importa. Cuando uno escribe con la lentitud y con el alma y el corazón partidos, porque así fue la escritura de este libro, ¿cómo se le va a olvidar una palabra? —le respondió la escritora.
No había duda en su voz entonces ni la hubo durante esta conversación, en la que aseguró, con anécdotas como esta, que en ningún momento de estos 50 años se había distanciado de Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón. Una historia distinta vivieron sus lectores, muchos de los cuales se han reencontrado con esta novela a propósito de este nuevo aniversario, según lo que la escritora ha escuchado de ellos este año. “Me leyeron en muchas partes del mundo, a pesar de que La pájara pinta... no era realmente para que se leyera en Argentina, Chile o Perú; era una cosa netamente colombiana. En España me publicaron hace tres años y de allá me han dicho que es una novela espléndida, a pesar de que no les compete. Entonces es maravilloso que ahora, a los 50 años, esta Pájara pinta, que realmente se me está volviendo un águila, no ha hecho más que andar y volar por todas partes. Y me alegra mucho que la estén releyendo”, concluyó Ángel.