“Una sombra persigue mi ego. Durante la mayor parte de mi vida he tratado de escapar de esa incauta, enterrarla en una parcela familiar respetable, encerrarla en un armario que huele a vestidos de vieja. Tenaz y rencorosa, se levanta de la memoria, riendo, burlándose de mí con recuerdos de sueños fallidos. Como todos los demás en este mundo contradictorio, tengo dos lados definidos y bien desarrollados: uno que muestro y otro que tengo miedo de ver claro”, The Secrets of Grown-Ups (traducción libre), Vera Caspary.
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Vera Caspary fue una de las autoras elegidas por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares para la colección de novela negra “El séptimo círculo”. En efecto, la estadounidense merecía un lugar en esa maravillosa colección donde los escritores argentinos eligieron a los mejores autores que, por referencia a La comedia de Dante, deberían estar en el círculo de los asesinos. Su obra abarca no solo novela, sino también guiones de cine, teatro y cuentos. Pero su pluma no solo fue transgresora por insertarse en el canon americano de la novela negra y en el centro de la producción cinematográfica de Hollywood, sino porque supo yuxtaponer varias de las preocupaciones de género y sociedad en la estructura de su obra.
Fue también protagonista o, mejor, víctima de las famosas cazas de brujas del macartismo. Santiago Posteguillo cuenta que el Comité de Actividades Antiamericanas casi acaba con la carrera de Vera Caspary al considerarla comunista, ya que, además de ser objeto de persecución política, fue incluida en la lista gris de Hollywood (El séptimo círculo del infierno: escritores malditos, escritoras olvidadas. Planeta, 2017, p. 135-141).
Aunque era cierto que se había vinculado al Partido Comunista, bajo el seudónimo de Lucy Sheridan, siempre sostuvo que, a pesar de interesarse por las causas socialistas, su actividad nunca implicó un peligro para el capitalismo y la democracia de la nación americana. Además, después de su viaje a la Unión Soviética, había quedado muy desilusionada y había pedido su desvinculación del Partido Comunista. Al final, la exoneraron, siguió escribiendo y nos dejó un importante legado literario y cinematográfico.
Vera Louise Caspary nació el 13 de noviembre de 1899 en Chicago. Su familia, judía, había inmigrado de Rusia y Alemania. Desde muy pequeña estuvo expuesta al arte, la creatividad y los libros. Al salir del colegio, estudió taquigrafía y secretariado, trabajó en diversos puestos de secretaria, pero siempre supo que lo que quería hacer era escribir. Luego se vinculó a una agencia de publicidad y esto le permitió practicar su escritura, ya que a la agencia le hicieron varios encargos de guiones cortos. Posteriormente, se convirtió en editora de la revista Dance Lovers Magazine, en Nueva York, y se acercó cada vez más al mundo literario. Después de un tiempo de vivir en la gran ciudad logró publicar su primera novela (Ladies and Gents) en 1929 y de ahí en adelante siguió escribiendo y publicando novelas, cuentos y obras de teatro que dejaban ver un discurso feminista y otros temas raciales y de diferencias sociales.
Empezó a recibir solicitudes de guiones de Hollywood y poco a poco logró consolidarse en la industria cinematográfica tanto por sus guiones originales como por la adaptación de sus novelas a la pantalla grande. En 1942, Caspary saltó al éxito con la publicación de la novela Laura, una narración que fusiona el tema policial con la búsqueda de la identidad femenina y la lucha de la mujer por la independencia económica. Se casó con Igee Goldsmith, también guionista y productor de cine. La pareja vivió varios años en Europa, hasta la muerte de Goldsmith. Luego ella regresó a Nueva York, donde siguió escribiendo hasta su muerte, el 13 de junio de 1987.
Algunas de sus obras son: Ladies and Gents (1929), novela del mundo teatral en el Broadway de los años 20, época de prohibiciones y ley seca. Desde ese relato se ve la intención de la autora de retratar la situación de las mujeres artistas y su lucha por ser independientes en un mundo exclusivamente masculino; The White Girl (1929) es protagonizada por una mujer negra del sur que decide moverse al norte y hacerse pasar por blanca; Music in the Street (1930) hace honor a las mujeres trabajadoras, discriminadas y explotadas. Si bien su prosa ya presentaba un toque de misterio adyacente a la crítica social, fue con Laura (1942) que se consagró como autora de novela negra. La narración se inicia (como la clásica novela de detectives) con el asesinato de una muchacha de la alta sociedad de Nueva York. Aparecen el teniente, investigador del crimen y, obviamente, los sospechosos. Pero lo más interesante es el punto de vista del detective, inicialmente juzgador y machista, que termina investigando de manera obsesiva a la asesinada más que al asesino. Todo lo hace desde una prosa fragmentada, llena de voces narrativas que le dan fluidez a la novela; Bedelia (1945) es la historia de una mujer considerada por la sociedad como la esposa perfecta, pero que esconde secretos insospechados; The Rosecrest Cell (1977) satiriza a un grupo de fanáticos comunistas, y The Secrets of Grown-ups (1979) es una especie de autobiografía.
Hablamos de una pluma que se anticipó en la literatura y el cine a varios de los debates de género e identidad femenina. Innovó en la novela negra y la puso a dialogar con temas sociológicos en un momento de profundas transformaciones sociales, políticas y económicas. Dejó una obra vasta y diversa y su legado sigue inspirando tanto en las letras como en el cine.