¿Qué es el mito? Esta es la pregunta inicial para comenzar este ejercicio de reflexión.
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Por un lado, existe una interpretación que sostiene que la palabra mito hace alusión a una ficción, que corresponde a todo aquello que no puede ser creíble, una fantasmagoría o una creencia considerada falsa. Esta visión del mito surge de una mala interpretación que se hace de él, tal vez de su vulgarización, muchas veces ocasionada por una excesiva racionalización de la comprensión de la realidad del mundo. Según esto el mito se asocia a una invención no creíble o a una mentira, pero contraria a esta interpretación, existe una comprensión del mito como una tradición oral, una narración extraordinaria, que de cuenta de la acción de seres prodigiosos, bien sea dioses, semidioses, héroes, seres sobrenaturales, criaturas poderosas que tienen por misión crear algún mensaje o enseñanza en el que escucha.
El mito, entendido de esta manera, busca educar a los sujetos de un grupo, cultura, comunidad, en los que se comparten ciertos valores en función de un propósito común. El mito ha existido en todos los tiempos y en todas las culturas, es connatural a los seres humanos. No hay cultura que no haya tenido en sus formas de vida la presencia del mito. De ahí su importancia capital.
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Desde los pueblos más arcaicos hasta las sociedades más modernas se puede advertir en ellos la presencia de las historias míticas que reafirman sus creencias y su visión del mundo. Los pueblos ágrafos y las mal llamadas sociedades primitivas han hecho uso del mito para contar la historia de sus orígenes, del cosmos, de la vida, las instituciones y sus valores. Desde esta perspectiva, el mito constituye una narración oral que alude a un acto creador, es decir, el mito siempre va a contar un origen, hace referencia a cómo fue la creación del universo, del mundo, del hombre, de un cultivo, hasta de un árbol.
Por otra parte, es importante entender que el mito se desarrollará en In illo tempore, esto quiere decir que viene de un tiempo inmemorial, o sea, no hay memoria de ese origen, no se sabe cuándo, porque no hay un tiempo exacto sobre el acto creador. Pero la totalidad de los mitos no hablan del origen.
Para entender eso hay que ver los tipos de mitos que existen, tal como lo plantea Mircea Eliade. Efectivamente, existen los mitos cosmogónicos y los mitos del origen, los cuales siempre dan cuenta del origen de lo que conforma la realidad -incluyendo el mundo fantástico que hace parte fundamental de dicha realidad-.
En el primer caso: el cosmos. En el segundo: el origen de todas las cosas, instituciones, costumbres, pero hay mitos que no tratan necesariamente del origen, son los mitos morales y los mitos escatológicos: los primeros, como su nombre lo indica, se ocupan de los valores que comparte una cultura, sociedad, pueblo. Los segundos, por el contrario, hablan del final de las cosas, de los momentos últimos de la vida, de los tiempos catastróficos, entre otros. En todos estos casos, el mito es una narración poética, pero sobretodo, una narración sagrada.
Lo sagrado implica tanto lo misterioso, lo que está en el más allá, el mundo de los dioses y de los seres sobrenaturales, pero también comprende realidades que con el tiempo se han convertido dentro de las estructuras sociales en sagradas, por ejemplo: la razón, la ciencia, el mercado, el dinero y el cuerpo. Los mitos de la sociedad moderna tienen otro formato, ya no son narraciones orales que hablan de dioses, sino que se desplazan a nuevas formas de narración, el cuento, la novela, el comic, los productos audiovisuales, en especial la publicidad, en cuyas historias, al igual que en las antiguas, hay personajes que se debaten, en medio de un escenario emocional, en donde existe una tensión, un juego de valores, frecuentemente una lucha entre el bien y el mal, y un desenlace que lleva a una toma de posición, al nacimiento de una creencia.
Lo que hay que destacar es que el mito tiene siempre un propósito, educar, servir como una herramienta simbólica, integrar a los sujetos a unos valores que se comparten en el seno de la cultura. Los mitos pretenden que los sujetos sociales se integren a una totalidad, dictan los parámetros de comportamiento dentro de la sociedad que los comparte poniendo siempre de presente los actos que han de ser imitados. De ahí la importancia del rito, que no es otra cosa que la puesta en acción de la enseñanza que transmite el universo mítico.
El mito es la base para el desarrollo y la construcción de una cultura, pues como relato da idea de los orígenes de cada cosa y establece las reglas de juego que han de llevarse a cabo en el ámbito de la acción por medio del rito. Lo que hacen los hombres cuando conocen los mitos es llevar ese relato a actos concretos en términos de que en el momento en que se ejecutan estos actos rituales están actualizando el legado que trasmite su cultura. De acuerdo con lo anterior, coloquialmente puede decirse que el rito es el mito puesto en acción.
Ahora, para entender que el rito es la conmemoración del acto creador en el momento en que se realiza esa acción, puede tomarse como ejemplo algo que corresponde a la tradición del pueblo Wayuu, que considera que todo proviene del mundo de los sueños, de la oscuridad. En ese mundo de los sueños aparecieron los astros, después la tierra y, por ende, las plantas como los primeros seres vivos y dentro de las plantas estaban contenidos los animales.
En este proceso de “evolución” se llega a la creación del hombre. Se tejen, como en sus mochilas, una relación directa entre cada ser y cada espacio: los sueños, el cosmos, la tierra, las plantas, los animales y los seres humanos. Una de las danzas típicas de los Wayuu es la Yonna. Esta danza tiene tres atributos esenciales: la búsqueda del equilibrio social, la solidaridad colectiva y la relación entre el cosmos y el hombre. Solo bailan una mujer y un hombre. A medida en que el hombre “pierde” este debe salir y entra uno nuevo, el tambor los acompaña y es el encargado del ritmo para lograr una velocidad específica. En el baile ritual el tambor representa todos los mundos, por medio de sus materiales y figuras. El tambor tiene círculos. Estas líneas circulares representan los astros. La madera, el mundo vegetal y, por último, el cuero de cabra, el cual es templado, representa el mundo de los animales. La persona que está tocando, por medio del tambor está actualizando el mito de la creación. Entonces ese rito lo que va a hacer siempre es actualizar el momento de la creación.
Las comunidades ancestrales han ritualizado la vida desde lo sagrado como una conmemoración, una rememoración y una alabanza al creador. Uno de los mitos wayuu es La mujer araña, Waleker en wayuunaike -que significa "lo que viene del corazón y la cabeza a través de la boca"-. Este mito hace referencia a las mujeres tejedoras. Cuando tejen están actualizando el mito de la creación de la mujer araña que bajó del mundo de la oscuridad y los sueños para enseñarles a tejer.
Para los wayuu, el tejido es la representación de todo lo que ha sido creado desde el mundo de lo invisible. Para ellos, como para muchas culturas indígenas, por medio del tejido se cuentan las historias de sus pueblos y de sus sueños. El tejido - las mochilas, los trajes y los chinchorros- es la literatura de los indígenas. Cuando se encuentran personas de diferentes comunidades lo primero que hacen es “leer” las mochilas para así identificar a qué comunidad pertenece.
Acá, la versión corta del mito de Waleker que se encuentre en el libro “Tü natüjalakat wayuu: Lo que saben los wayuu”:
A la primera persona a quien enseñó, fue a una mujer…y al pueblo le dijo: “les enseño a tejer si a cambio, ustedes me dan un burro o una cabra”. Entonces los Wayúu le dieron sus prendas y collares.
La historia de Wale‘kerü está marcada por el amor. Ella se enamoró de un hombre Wayúu, quien la llevó a donde su familia y su madre le dijo: “toma este material para que tejas unas fajas” y Wale’kerü se comió todo el algodón.
De su boca salió el hilo ya torcido y preparado. Wale‘kerü tejía por la noche y por eso al amanecer, ya tenía una faja hecha.
Un día, Wale’kerü vio que los Wayúu no lograban definir las formas y dibujos de sus tejidos. Entonces, empezó a hacer un caminito con cada dibujo y así, el pueblo aprendió.
Enseñaba a las jóvenes que permanecían en el encierro, les pedía mucha atención, les prohibía mirar hacia los lados y distraerse, pues ella no podía estar enseñando para siempre. Las mujeres Wayúu aprendieron de Wale’kerü y ésta las observaba atentamente en el telar.
Estando en esas, las mujeres le decían: “¡quítate!, tú eres muy pipona... ¡Qué haces aquí pipona?”
A lo que Wale’kerü respondía “...si supieran que tengo en mis manos, los mejores dibujos y que se los voy a regalar…”.
Si le gustó la historia de Wale’kerü, le invitamos a que celebre con nosotros este mes de la mujer y comparta con sus conocidos, este mito fundacional del tejido wayúu.