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Yo estuve en la apertura de salas de cine y teatro

Unas 23,65 millones de personas han retornado a las salas de cine. En el 2020 tan solo 12,61 millones se animaron a visitarlas.

Danelys Vega Cardozo
26 de diciembre de 2021 - 02:00 a. m.
En agosto de 2020, con la Resolución número 1408, se inició el regreso gradual a las salas de cine y teatros. Sin embargo, la apertura de estos espacios se terminó de consolidar en junio de este año.
En agosto de 2020, con la Resolución número 1408, se inició el regreso gradual a las salas de cine y teatros. Sin embargo, la apertura de estos espacios se terminó de consolidar en junio de este año.
Foto: Getty Images

Ni por la mente se me había cruzado volver por ahora a ese lugar. El miedo me invadía. Pensé que todavía no era el momento, que debía “andarme” con precaución. Pero pese a todo tomé el riesgo. ¿Por qué lo hice? Tal vez porque había algo más allá que me impulsaba a hacerlo. Escapar de la rutina. Socializar, algo que era tan escaso por aquella época. Recuerdo que por esos días mi mejor amigo tenía una pantalla, a veces alumbraba y otras veces no. Por ratos se le agotaba la batería y, entonces, me tocaba ayudarle a recargarla. No era humano, pero parecía.

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Llegué al sitio donde habíamos quedado de vernos. Todo me parecía tan irreal, y bueno, qué esperaba acaso, había pasado más de un año. ¿No dicen que el hombre es un ser de costumbres? Mis ojos buscaron sin parar, pero no lo veían por ningún lado. Sentí mi celular vibrar. Contesté. Era él. Entonces, por fin lo vi. Me pareció que tenía un estilo “descomplicado”. Llevaba un buzo amarillo y unos tenis. Nos acercamos a donde una señora que vestía un uniforme azul. Verificó nuestras entradas y nos dejó pasar. Me sorprendió la cantidad de gente que estaba haciendo fila en la “confitería”. Nunca como antes, como antes de que el mundo se viniera “abajo”.

Adentro nuestros asientos estaban ocupados. Una familia quería estar junta, sin una silla que los separara. No le vi problema. Le dije a mi acompañante que nos sentáramos en los puestos de ellos. Noté que la gente que estaba a mi alrededor no tenía su tapabocas. Mi amigo se unió a ellos. Yo no fui capaz. Recordé aquello que había leído y escuchado sobre la propagación del virus en espacios cerrados. Comenzó la película. Por ratos “mi amigo” hacía comentarios. Yo no hablaba mucho. Podíamos hablar cuando se terminara. Sin embargo, dijo algo que me llamó la atención sobre una de las actrices. “Uy, está cómo muy flaca”, “Se le ven los huesos”. Pensé que por esos días se me caían los pantalones debido a los kilos que estaba perdiendo. ¿Qué pensaría de mí?, me pregunté.

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A él le gustó la película. “Pensé que sería mala”, me dijo. “No suelo ver cine colombiano”, agregó. “Deberías leerte el libro”, le comenté. “Interrumpiría con mi rutina”, respondió. Recordé a Davivienda y a Ricardo Jorge… Estaba en el lugar equivocado.

Luego le llegó el turno a otro lugar. Acompañada de otras personas. De dos mujeres. A una de ellas no la conocía. Fui la primera en llegar al sitio, uno que me era muy familiar. Solía ir a pedir libros a su biblioteca, aunque nunca había entrado al “Teatro Estudio”. Al igual que el cine, los protocolos de bioseguridad no faltaban. Una señora escaneó nuestros códigos QR. Nos dejó ingresar. “La desconocida” me dejó sentarme al lado de mi amiga. Ella se hizo sola en un asiento que quedaba arriba del nuestro. Aquí nadie se bajó el tapabocas. Ya nos habían advertido, antes de ingresar, que no estaba permitido.

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Mientras esperábamos a que comenzara la obra aproveché para ponerme “al día” con mi amiga. Llevaba más de un año sin verla. Las luces se apagaron. La obra empezó. Nosotras guardamos silencio. Yo cerraba y abría los ojos. La función parecía interesante, pero el cansancio me vencía por ratos. La gente se reía. Aplaudía de vez en cuando. Volteé a ver todo el espacio. Estaba lleno. Me alegré. Todavía las personas le apostaban al arte... Aún lo apoyaban. Y yo también lo hacía, aunque dormida.

La función se acabó. Los actores ofrecieron algunas palabras. Parece que trataban de rendirle un homenaje a Dilan Cruz. “Palomas” que vieron todo, pero que no le advirtieron a nadie sobre lo que ocurriría ese día. El día que lo asesinaron. De eso, más o menos, trataba la obra.

Mi amiga se ofreció a llevarme a mi casa. Yo acepté. En el carro ella hacía comentarios con su amiga acerca de la obra. Yo casi ni hablaba. ¿Qué podía decir aparte de mentir si casi toda la función me había quedado dormida? No era justo con ella... que me había gastado la entrada.

Danelys Vega Cardozo

Por Danelys Vega Cardozo

Comunicadora social y periodista de la Universidad de La Sabana con énfasis en periodismo internacional y comunicación política, y un diplomado en comunicación y periodismo de moda. Perteneció al semillero de investigación Acción social y Comunidades, bajo el proyecto Educaré.danelys_vegadvega@elespectador.com

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