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Noticieros nacionales, noticieros policiales

Los policías son los más salientes protagonistas de la noticia, al lado de los delincuentes o infractores del video y de las notas en directo, post captura o post sanción.

Elías Sevilla Casas
24 de marzo de 2014 - 02:00 a. m.
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Es frecuente que los noticieros nacionales de franja triple A sustituyan la investigación periodística directa con videos procedentes de cámaras de seguridad, algunos editados, otros no. Estas piezas, al mostrar en detalle la actuación “real”, no teatralizada, de los delincuentes, parecen ofrecer material fresco cada vez.

Pero la frescura es falaz. Más de una vez aparecen refritos ya vistos en días o semanas anteriores, o en el espacio de la competencia. Y otras veces los modi operandi, no los actores, son los mismos. Así se comprueba la vieja observación de Pierre Bourdieu de que la información en las TV-noticias es circular y reducida a los mismos pocos temas, como si los directores se pusieran de acuerdo.

Como la lógica del infoentretenimiento pide que las “noticias” vengan acompañadas de entrevistas individualizadas, de personajes en vivo y en primeros planos y es imposible hacerlas con los delincuentes en acción, aparece, también de manera obsesiva, la contraparte policial. No la de los agentes rasos que hacen el trabajo arriesgado sino, por disposición institucional, la de los comandantes.

Haga el lector por una semana ordinaria (no marcada por eventos inesperados) un conteo sistemático de estos noticieros y concluirá que los policías son, efectivamente, los más salientes protagonistas de la noticia y comentario nacional, al lado de los delincuentes o infractores del video y de las notas en directo, post captura o post sanción. Si alguien juzgara la realidad nacional por este contenido, concluiría que estamos en un país de cafres fuera de la ley y de agentes que buscan someterlos.

No tengo nada contra la institución policial, al contrario, merece felicitación por sus actuaciones y porque se economiza el trabajo de tener noticieros de televisión. Alguien les hace el trabajo. Lo que necesitan es proveer buenos videos que sirvan, a la vez, de publicidad institucional. Es decir, hacen negocio redondo.

 

Una forma de batiperiodismo

 

Hace unos meses Omar Rincón opinaba que la noticia en el país tiene “poco rating, mucha farándula y poca realidad de lo importante”. Descartaba a RCN y Caracol como fuentes para estar informados y apuntaba a CM&, Noticias Uno, Citynoticias y Especiales Pirry como sitios para ver algo de opinión pública, debate, denuncia y premios.

A pesar de sus intentos recientes de poner la noticia “en contexto” y cambiar formatos, parece que con los dos noticieros triple A nos movemos, y nos moveremos quién sabe hasta cuándo, en el campo del infoentretenimiento con su estereotipado estilo. Ha sido caracterizado como mezcla, en dosis varias, de elementos como búsqueda de impacto, espectáculo, frivolidad, visualidad, conexión directa, fragmentación, efectos especiales de sonido e imagen, autopromociones, cebos, descontextualización, sentimentalismo, emotividad y alarmismo. Todo ello alrededor de temas preferidos como crímenes, desastres y miedos sociales.

En el contexto anglosajón esta combinación de formas y fuentes ha sido estudiada como tabloidization, infotainment y churnalism, términos aplicados no sólo a la prensa escrita, sino a los otros medios. Se ha insistido en que el sensacionalismo amarillista, la trivialización, el consumismo y el procesamiento express de materiales preexistentes para hacer noticias han tenido de tiempo atrás notables réditos en la balanza comercial. Algún crítico opinó que con el churnalism comenzaba el suicidio lento del periodismo tal como hasta ahora se ha practicado.

La anterior tendencia y el notable cambio en los medios de comunicación en red ponen en efecto un enorme reto al periodismo tradicional. La gente con los nuevos medios se está convirtiendo en comunicadora y hace posible la utopía de tener un intercambio de doble vía que hasta hace poco era controlado por unas élites económicas y tecnológicas cubiertas por el nombre de ‘los medios’. Los últimos acontecimientos de Venezuela dan una innegable demostración.

El libro de Nick Davis Flat earth news (2008), sobre las responsabilidades éticas del periodismo tradicional, levantó una roncha que todavía sigue picando, como años atrás lo hizo el librito de Pierre Bourdieu (1996) sobre la televisión. Al comentar sobre el neologismo churnalism (batiperiodismo = hacer como con batidora una noticia a partir de materiales varios preempacados), Davies da como ejemplo un estudio hecho por un colega suyo en Inglaterra. Halló que de 2.000 reportes analizados, sólo 12% estaban respaldados por investigación directa de los periodistas del medio, 8% generaban dudas y el 80% restante estaba parcial o totalmente basado en material de segunda mano metido en la batidora.

 

Las consecuencias sociales

 

Hay argumentos encontrados cuando se discuten las implicaciones sociales de la forma precisa de batiperiodismo colombiano centrada en los videos. En los pros puede decirse que sirve para mostrar la inseguridad reinante y mover a las autoridades a la acción. Puede, también, enseñar a la ciudadanía a defenderse frente al libreto de los delincuentes, a promover denuncias y ayudar a la policía en la identificación y capturas.

Sin embargo, los puntos en contra parecen superar a los favorables si miramos con detalle sus consecuencias sociales. Me referiré a dos puntos conexos que han sido ampliamente discutidos en las ciencias sociales y la criminología.

El primero es el fenómeno que de tiempo atrás en inglés se ha llamado copycat crime, que se traduciría como emulación del delito. Por qué al armar la palabra se acudió a los gatos, que poco imitan, y no a los micos, es algo que discuten los historiadores de la lengua inglesa. “Monkey see, monkey do”, dicen ellos; nosotros en buen romance “lo que hace el mico hace el mono”.

Aquí interesa saber que los genuinos copycat son escasos según los expertos, pues siempre hay innovaciones en el actuar de los criminales concretos ordinarios, excepto en casos ya bien caracterizados en la historia policial como psico- y sociopatológicos, que son pocos en proporción. Por lo hasta ahora investigado, no influyen mucho en los volúmenes agregados de la criminalidad. Interesan como casos aparte, pero no como fenómeno generalizado.

En cambio, el efecto “copycat” sí parece jugar un papel importante colectivo en personas que por motivos varios de orden personal, familiar y social ya tienen cierta predisposición hacia la criminalidad. Aquí los expertos, según una revisión hecha en 2013, apuntan a una conjunción de explicaciones plausibles que aíslan lo que se podría llamar el efecto criminogénico de los videos de crímenes, en ficción o “en realidad”, incluidos desde luego los que presentan los noticieros.

Por un lado está el concepto de script (libreto), tomado como un arreglo de procesos comportamentales que llevan a determinado resultado criminal. En este arreglo tiene un peso especial el conjunto de técnicas efectivas y probadas para lograr el resultado.

Por otro, juega también lo que en inglés se llama “priming”, el arranque o cebo motivacional para proceder a actuar según el libreto. La exposición a un video puede entonces convertirse en ese empujón de arranque que necesitaba el individuo para proceder.

Por tanto, no podemos ser ingenuos y dejar de pensar que los beneficiarios de los videos expuestos por los noticieros pueden ser también los delincuentes de carrera, que ya estaban en el negocio antes de ver el video y por tanto no se inscriben en la casilla de los “copycats”.

A ellos se ofrece en bandeja la oportunidad de estudiar juiciosamente los recursos de defensa de la sociedad para burlarlos mejor. De hecho, ya se observan videos en los que la primera acción que se ejecuta es detectar y anular la cámara. De no existir estas exposiciones televisadas, el acceso a los videos sería difícil para ellos, pues suelen estar en las manos policiales o privadas de las instituciones que los instalaron y se requiere de trabajo experto para sacar lo pertinente del cúmulo de material registrado en los archivos.

Aparece además otra arista interesante. Umberto Eco escribía en alguna columna que “es tanto el valor que se da a ser visto, y a convertirse en tema de conversación, que la gente está dispuesta a abandonar lo que antes era llamado decencia”. Puede darse el caso de personajes que hacen asaltos en sitios con cámaras de vigilancia mientras ruegan a Dios que el video resultante caiga en manos de los noticieros. Serán entonces importantes, así tengan que ir a la cárcel.

El segundo punto, conexo con el fenómeno del “copycat”, es el efecto en la niñez y la juventud. Tampoco aquí la ciencia, a pesar de esfuerzos sistemáticos y mucha discusión, ha podido demostrar influencias directas causales entre exposición a videos de violencia y comportamientos violentos subsiguientes. Se han formado dos tendencias principales: las lideradas por psicólogos y otros científicos sociales que, aplicando variaciones de modelos de aprendizaje social, sostienen que hay una correlación positiva; y las lideradas por gente de los medios, con ayuda también de científicos sociales, que la niegan.

La discusión, llevada por décadas, ha enfocado la relación entre violencia en los medios, en particular los videojuegos, y la agresión subsiguiente en los niños y adolescentes. En resumen, se han documentado ciertas correlaciones en el corto plazo, casi siempre de forma experimental, pero por dificultades metodológicas muy serias no se ha logrado demostrar el efecto en vivo y en el mediano y largo plazo. Puede decirse que en este plano la cuestión se encuentra “en tablas”.

Pero el hecho de que la ciencia social no las haya podido esclarecer de modo convincente no implica que no haya influencias, al menos indirectas, ni que podamos quedarnos tranquilos. Precisamente, porque nadie ha estado tranquilo, se han hecho tantos estudios.

Las influencias pueden ser preocupantes cuando se combinan con los tejidos psicosociales y culturales que, en conjunto, llevan a que ciertos niños y adolescentes, todavía no iniciados en la carrera delincuencial, opten por desarrollar acciones que finalmente los encarrilen en tal dirección.

Estamos pues en un campo muy incierto en el que quienes toman decisiones deben proceder con especial prudencia y responsabilidad. Los directores de noticieros deberían entonces sopesar las posibles buenas razones que tienen para convertir parte de sus programas en noticieros policiales con las consecuencias psicosociales que acabo de bosquejar.

A estos argumentos de responsabilidad ciudadana se añaden, en su contabilidad pro y con, el daño que hacen a su empresa sustituyendo la genuina investigación periodística por vulgar batiperiodismo. Esta consideración está a la orden del día en cualquier discusión seria sobre la calidad no sólo ética sino profesional de sus empresas. No olvido una entrevista reciente a Daniel Coronell en que anotaba que lo que le hace falta al periodismo nacional es, precisamente, investigación.

 

* Antropólogo PhD, profesor titular jubilado, Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, Universidad del Valle, Cali.

 

Por Elías Sevilla Casas

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