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“Hice TV para que mi mamá me viera con los actores que amaba”: Juan Pablo Barragán

El actor habló en Claro Oscuro, formato de entrevistas en video de la sección de Entretenimiento de El Espectador, sobre La Sombra del Juez, su nueva película que se estrenó esta semana en salas de cine. También se refirió a su vida, su paso por Máster Chef y su papel en Darío Gómez.

Fernando Camilo Garzón
05 de abril de 2025 - 01:53 p. m.
El actor es el nuevo invitado a Claro Oscuro, el formato de entrevistas en video de la sección de Entretenimiento de El Espectador
El actor es el nuevo invitado a Claro Oscuro, el formato de entrevistas en video de la sección de Entretenimiento de El Espectador
Foto: Camilo Suárez
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Una tarde, en la Universidad Distrital —mientras repasaba una obra de Bertolt Brecht—, Juan Pablo Barragán se sintió actor por primera vez. Ya llevaba decenas de repeticiones y entonces cayó en la cuenta de que había dejado de ser él mismo. La sensación le estremeció el cuerpo y le removió el estómago. Con los pelos de los brazos todavía crispados, sin embargo, entendió que quería ser actor por el resto de su vida. Y desde ese día en adelante, se dispuso a cumplir esa promesa.

Había recibido señales desde muy pequeño, como cuando quería ser el camionero que manejaba una tractomula en un comercial que salía en la televisión. O como cuando se asomaba por la ventana de su casa, en la localidad de Usme, para observar a los niños que jugaban fútbol en la cuadra. A lo lejos, se ponía a imitar a los narradores que se escuchaban por la radio y a veces hasta hacía de árbitro, cuando el resto de niños le pedían que dirimiera una acción dudosa.

Con esa pasión en el espíritu, marcada tan temprano por la caracterización de distintos personajes, Barragán terminó metiéndose a cuanto grupo artístico encontró en el barrio. No obstante, el rap fue el que le marcó el camino.

Rapeando conoció a Yoky Barrios, con quien hoy todavía sigue haciendo música, pero también se subió por primera vez a un escenario, la revelación que necesitaba para dar sus primeros pasos.

Llegó a la televisión, después de pasar por decenas de trabajos, para impresionar a su mamá, para que lo viera con los mismos actores que veían juntos cuando él era un niño. Y después de la caja pequeña, pasó a la pantalla grande. Este mes, tras años de carrera artística, Barragán es el embajador del mes del cine colombiano y es el protagonista de la nueva película de Libia Stella Gómez, La Sombra del Juez. De su vida, su carrera y lo que viene, el actor habló con El Espectador en Claro Oscuro, formato de entrevistas de la sección de Entretenimiento. Su paso por Máster Chef, su papel en Darío Gómez y también, más allá de su trabajo, lo que significa para el la fama. ¿Qué cambia en la vida de un niño que es papá a los 14 años?

La entrevista completa con Juan Pablo Barragán

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Este mes es embajador del cine colombiano: ¿de qué se trata?

Creo que es algo muy bonito. Soy un chicuelo que lleva muchos años luchando por la actuación y ya, en mi filmografía, tengo 15 películas. He trabajado muchísimo por el cine en Colombia.

Entonces, llegó la idea de Guillermo Blanco de realizar un mes del cine colombiano con el objetivo de llamar nuevamente la gente a las salas porque la gente dejó de ir. Con todas las plataformas y los aparatos piratas, se perdió el significado tam bonito de ir al cine. Además, la gente se quedó con la imagen de que el cine colombiano era malo o se quedó con una imagen del cine colombiano de hace mucho tiempo y no se da cuenta lo que está pasando con el cine local: solo el año pasado se estrenaron más de 60 películas en el país.

Hay un montón de cine ahora, pero no hay dónde verlo. Ponen una película y, a la semana o a las dos, ya la quitan porque no hay taquilla. Entonces llegó esta propuesta. Dijimos: “hay que unirnos, hay que inventarnos un mes del cine colombiano”. Ojalá fuera todo el año. El propósito es que la gente vuelva a las salas y que vea la diversidad del cine colombiano.

¿Qué películas habrá en el mes del cine colombiano?

Se traen siete películas, que serán exhibidas en abril; tres que ya se habían estrenado y cuatro que son nuevas.

Entre las tres que ya se han presentado está mi primera película, mi primer amor, mi primer protagónico en el cine colombiano, una película que se convirtió en una película de culto, que es El Páramo, dirigida por Jaime Osorio. Viene otra película que es Gente de Bien, de Franco Loli, y otra película que es El Bolero de Rubén, de Juan Carlos Mazo, que es el primer musical que se hace en el cine acá en Colombia.

Se van a estrenar una que es El Paraíso, que es la película con la que Margarita Rosa se ganó en Venecia el premio a Mejor Actriz; una que se llama La Semilla del Desierto; otra que se llama Astronauta; y otra en la que soy protagonista y se llama: La Sombra del Juez. Se estrenó este 3 de abril en salas de cine, está bajo la producción de Red Collision y es dirigida por una de las mujeres más importantes del cine colombiano, como es Libia Stella Gómez.

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¿Quién está detrás de La sombra del juez?

Tuve el privilegio de ser dirigido por Libia, que es una cineasta que ya lleva más de cuatro películas, que ya tiene una trayectoria, que se conoce y la gente que sabe de cine sabe de ella.

Nos encontramos en esta película que quiere hablar de esos finales de los ochentas, cuando empezó a llegar todo el paramilitarismo y la violencia empieza a atacar un montón de pueblos de Colombia.

Es la historia de un juez que quiere ser correcto, que quiere hacer las cosas bien, pero no lo logra. Se trata de esa justicia que se parece a muchos casos de la justicia colombiana. Este juez, con tal de lograr lo que él quiere, para ser justo, es injusto. Y llega a un pueblo donde hay más injusticia. Y la injusticia es tan grande que él no puede decir que no y le toca aceptar lo que tiene que aceptar.

Recientemente, su papel en la novela de Darío Gómez le gustó mucho al público: ¿le gusta el papel de villano?

Sí, me gusta. Como soy todo tranquilo, y siempre ando en el buen flow, a veces me encanta hacer de malo, me parece muy chévere. La actuación a uno también le brinda un camino para jugar a esas cosas que uno no es.

El papel de Darío Gómez es el papel que, en mi trayectoria en la televisión, me ha exigido más trabajo actoral. Era un trabajo que tenía muchas épocas, tenía 70s, 80s, 90s, 2000, 2010 y 2020. Entonces empezaba uno como de 30 años y tenía que terminar de 70.

Además, era un personaje bastante humano, que tiene una falta de amor muy grande de su familia y una falta de aceptación por los demás. Eso lo llevaba a vivir en un mar de emociones. Fue el papel que más me ha costado, que más me ha exigido y que más me ha brindado la oportunidad de tener un abanico emocional gigante.

Entrando más a su vida: ¿de niño, con qué soñaba Juan Pablo Barragán?

Nací en la hermosa localidad de Usme. De niño, soñaba manejar un camión. Había un comercial de un señor que pasaba en un camión por todo el país, entonces eso me impactó mucho. Y vi una película, estilo Mad Max, que me hizo tener como una fijación hacia la carretera. Ahora no, ya grande, ni carro tengo. Pero, en ese momento, yo quería manejar una tractomula e ir por todo el país.

En realidad, quería ser un niño feliz y tranquilo. No pensaba en la actuación ni en nada de eso. Tuve, de hecho, una infancia muy feliz. En medio de renacuajos, de ir a coger frutos en Usme, porque era una localidad muy rural. Me gustaba embarrarme, vivir esa vida bonita del campo.

En una entrevista, contaba que también era el narrador de los partidos de la cuadra.

Yo era muy gamincito, en el sentido de que era muy callejero. Entonces, a veces me dejaban encerrado en la casa. Vivíamos en un primer piso, que tenía la ventana hacia la calle, y cuando los otros niños jugaban, como yo no podía, entonces yo me ponía a narrar los partidos, como a buscar la forma de participar. Me volvía un narrador y juez al mismo tiempo, porque en alguna jugada también yo era el ojo externo.

Ya había teatralidad en ese gesto...

Creo que la teatralidad siempre lo acompaña uno en la necesidad de conseguir algo, de pedir algo, de expresar lo que uno tiene. Creo que ese encierro, desde la ventana, desarrolló muchas cosas en mí de participación en mi parche.

En medio de esa infancia: ¿qué cambia en la vida de un niño que es papá a los 14 años?

Uy, todo. Creo que viví al revés. Fui papá entre los 13 y 14 años. Ese cuento que le dicen a uno: “ay, usted debió planificar, ¿por qué no planificó?“. Pues no, porque uno a esa edad ni siquiera tiene el carácter de ir a una droguería a comprar unos preservativos.

Es que uno va ahorita y compra con toda normalidad unos protectores diarios, unas toallas, unos preservativos y, aún así, hay cosas que tienen mucho tabú. Ahora, imagínate en el 95-94, pues era muy difícil.

Yo conocí a una novia hermosa, nos enamoramos y estuvimos una vez, una sola vez, en ese amor de niños, en esa pasión. Ella quedó embarazada y nace mi hijo; la vida cambia porque ahora tienes que asumir esa responsabilidad. ¿Y cómo se asume? Mi familia me ayudó mucho, mi mamá y mi hermano lo asumieron, pero también me tocó empezar a asumir a mí otro tipo de trabajos para poder responder.

Ahí es cuando descubres que el amor cambia muchas cosas. Nos acostumbraron a que si una persona menor de edad queda embarazada, lo que hacemos es señalar. Es decir: “mire, la cagó; mire, para eso sí sirve”. O le dicen a los niños: “no vaya a ser como su prima, que eso sí, para abrir las...”, cosas así. Está todo ese prejuicio.

Lo más bonito que me pasó a mí, a pesar de lo difícil de la situación, es que no recibí señalamiento, recibí amor. Porque uno, cuando es chico y queda embarazado, uno lo que necesita es amor, no rechazo. Uno está muy confundido. Imagínate yo con un hijo, decía: “¿ahora qué hago?“.

Luego, por cosas de la vida, mi hijo llegó a vivir conmigo desde muy pequeño. Entonces, consiga jardín, aprenda a criar. Es importante entender cómo te cambia ese momento de niñez, para darte cuenta que te volviste un hombre. Mi hijo vivió conmigo 10 años y se fue hace dos, pues ya está muy grande, tiene 28 años, ya se independizó. Creo que estoy viviendo mi segundo año de preadolescencia hasta ahora. ¡Por eso digo que empecé al revés!

En medio de todo eso, ¿por qué el rap lo llevó a ser actor?

Hay una cosa en el arte muy bonita. En Usme siempre había muchos proyectos sociales. Conocí un proyecto que se llamaba el CEC, el Centro de Expresión Cultural, y ahí conocí el rap.

En esa época estaba llegando el rap y era impresionante verlo. En esa época solo había rockeros, que eran metaleroscon el pelo largo, el jean apretado y la camisa negra. Pero empezaron a aparecer los raperos, con esa ropa anchísima, con las gorras y todo ese estilo.

Cuando llega el rap a Usme, yo veo un concierto de rap que me dejó supremamente impactado en el año 1996 o en 1997. Sentí que había algo ahí que me pertenecía. Entonces, conocí a Thomas Lion, a mi hermano Yoki Barrios y nos unimos. Hicimos un grupo que se llama Ares del Asfalto y cuando me subí por primera vez al escenario sentí una cosa muy escénica. También lo sentí cuando entré al grupo de danza o a los grupos que había de arte en mi localidad. Sentía una vaina que, cuando pasaba adelante, sentía que me liberaba.

Y un día hice una presentación. Me acuerdo que mi mamá y mi familia me vieron y, al terminar la presentación, me felicitaron. Todavía me tiembla la voz al recordarlo. Ahí sentí que, primero, el arte es sanador. Uno muchas veces tiene muchos vacíos, pero cuando tú haces algo bien y tu mamá o tu parche te dice: “oye, bien; qué bien lo que hiciste; oye, tan bonito que cantas; oye, tan chévere que actuaste”, yo creo que el arte te sana la autoestima.

Uno venía, de chico, de un ambiente más difícil. Había otra forma de comunicarse. En el colegio, era más agresivo todo. Vivíamos en una sociedad más agresiva, pero luego conozco el rap y me empiezo a engomar. Y un día paso a cantar y siento esto del escenario. Y cuando me bajo escucho la palabra de los míos, que me dicen “hay algo en vos”. Me da sentimiento porque, ¿cuántas veces a uno le dicen que no? Ahí empieza a abrirse la herida. Entonces, por eso, siento que el arte sana y a mí me sanó el escenario por medio del rap. Cuando canté rap, aprendí a escribir, aprendí a tener ritmo, aprendí a tener un punto de vista frente a lo que pasa en mi barrio y en la sociedad. Y cuando me subí al escenario, y sentí todo ese flow y ese amor, sentí algo muy bello en mí. El rap fue el que me presentó el escenario y el escenario hace de mí quien soy. Eso sanó mi corazón.

Yoki Barrios dice que el rap le salvó la vida. Y usted tiene una frase: “el arte salva niños”

Un niño que empieza a hacer arte,que se le permite hacer algo y que puede pensar, que puede recibir una apresiación positiva frente a lo que hace, es una persona que empieza a creer más en sí mismo. Es una persona que aprende que también puede hacer cosas, que puede hacer algo y que lo que hace está bien. Siempre he creído eso. Hay una frase que me gustaba mucho, me hiciste acordar de Yoky porque siempre hablábamos eso, que es: “un pájaro no canta porque tenga bonita voz, un pájaro canta porque tiene algo que decir, algo que contar”. No se trata de tener bonita voz. Ese era un texto de una obra con Víctor Quezada que se llamaba Peste. Y ese texto siempre lo tengo ahí presente.

Entonces creo que el arte salva vidas. A mí, el rap me salvó. Un niño que hace arte, que hace deporte, que empieza a hacer algo, es una persona que crece muy diferente

¿La fama era un sueño?

No, eso ni siquiera existía en el barrio, porque uno estaba camellando para ser feliz. Además, en esa época no había internet. Vivíamos para ser felices, vivíamos para meternos en grupos comunitarios, para ir a jugar entre todos, ára hacer campeonatos de básquetbol, para hacer murales. Bucabamos apoyarnos, apoyar en conciertos, hacer jornadas pedagógicas en los barrios y ya, eso era todo, eso era lo más lindo. Montabamos zancos con el parche, hacíamos trabajo en el Sumapaz y eso era lo lindo, servir.

Nunca pensé, “hay que salir en televisión”. De pronto cuando empecé a actuar, pues yo entré a la Distrital —a la Academia Superior de Artes de Bogotá, a estudiar Artes Escénicas—, me nació algo de que yo quería que mi mamá me viera actuar con los actores que ella veía cuando éramos chicos. Ahí nacieron unas ganas, pero no tanto por entrar en la televisión o al cine, porque es que eso ni siquiera uno lo pensaba. Más bien, decía: “Tan chévere actuar con ellos, para mi mamá”. Estaba muy fresco con eso hasta que, un día, alguien me dijo: “oye, Juan Pablo, están buscando un titiritero”.

Nunca había manejado títeres, pero dije: “yo sé”. Y con toda la energía empecé a trabajar en un programa que se llamaba Club 10, a manejar títeres, a hacer la cola de Aurelio, la mano de Dinodoro y también hice un ratón que se llamaba Croquis. Después trabajé en Recauchados, era Yamid Amad o Chávez. Después me volví Pingüino Bonice y viajé muchísimo haciendo eso, mientras, al mismo tiempo, seguía estudiando y seguía haciendo teatro porque yo quería actuar. Me encontré mucha gente que me dijo que la actuación es para personas más agraciadas, pero aprendí que siempre habrá mucha gente que te va a decir que no sirves para algo. La tarea tuya es saber si le crees o no. Entonces pues yo no les creí a las personas que me encontré.

Cuando ya me empecé a meter en este mundo comencé a dejar un trauma del barrio, que era pensar que todos los actores eran superficiales o que la gente de televisión era superficial. Ahora yo soy de televisión y no soy superficial, o bueno eso creo.

Nunca soñé con la fama, fue algo que pasó, que sucedió. Cuando entré a la universidad pasé de las tablas a los títeres. Y eso me llevó a la actuación. Seguí mi camino y me encotré con Rayuela Films y Jaime Osorio para protagonizar mi primera película, que es El Páramo. Y al mismo tiempo, empecé mi primera novela.

Fue pasando, creo que el deseo trae mucho sufrimiento y que es mejor dejar que las cosas vayan llegando por sí solas. Y ahora pienso, bueno, muy chévere ser famoso también, porque si te vuelves famoso puedes hacer un montón de cosas, puedes dar ejemplo en el barrio, puedes dar ejemplo de que si uno le mete la ficha, que si uno estudia, muchas cosas pueden pasar.

Tan chévere la fama para poder ayudar, para poder coger una empresa que quiere colaborar y poder unir a otros. Entonces, ahora sí quiero ser famoso, porque creo que cuando uno se vuelve famoso tiene una tarea muy grande que es devolver todo lo que se le ha dado a uno. Somos el resultado de todo el parche, de toda la banda y toda la gente que alguna vez estuvo y que está al lado de uno.

¿Qué tan reales son las amistades que se hacen en la fama?

Vengo de parches de mucha familia, desde mi hermano Jaime Barragán, que fue increíble y fue el que empezó nuestro parche divino. Una familia tan bonita que está sobre todas las cosas.

En televisión pasa una cosa es que uno se conoce un tiempo. Entonces uno se emociona mucho y, de pronto, está todo a flor de piel. Entonces, mejores amigos, comen todos los días, fotos y de todo. Pero, a veces, se acaba el proyecto y ya, ya se acabó esa amistad. O te encuentras después de muchos meses. No se alcanzan a construir lazos más profundos.

A veces, en la televisión, como todo el mundo anda tan ocupado, o todo el mundo anda buscando algo, siento que se vuelven unas amistades un poco superficiales. El tiempo es el que dice, cuando te das cuenta de cuáles amistades quedaron de esa época. Hay gente que se queda y creo que uno tiene que estar es fresco, aprovechar el momento, conocer al parche. Pásela bien, disfrute, eso es como un noviazgo. Si perdura, pues perdura. Y si no, pues déjelo ir, con amor y tranquilidad.

Depués de Máster Chef, ¿volvería a un reality?

¡No! A mí me gusta actuar. Soy muy tímido, así no parezca, y cuando actúo me puedo esconder en ese personaje, cubrirme. Siento que los realities no permiten esa máscara. Uno tiene que ser muy uno y contar muchas cosas. Qué pereza que todo el mundo sepa tantas cosas y a veces los realities creo que son para personas que tienen un enfoque distinto de sus vidas y sus carreras. Lo hice, pasé maravilloso y pasé tan bien que si me preguntan: “¿volverías a hacer un reality?“,diría que no.

¿Qué sueña Juan Pablo Barragán hoy?

Ahora sueño no perderme. Sueño seguir estudiando. Me fui a Cuba, también, hice una especialización y quiero hacer maestría. Amo la actuación, pero sueño con estar tranquilo y conforme con lo que estoy haciendo en mi vida. Todo lo demás va a llegar. Y creo que soñar con la tranquilidad es algo hermoso, porque es lo que todos deberíamos buscar. Ese es mi sueño, estar tranquilo y seguir abriendo camino en la actuación colombiana.

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