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La Mirilla: La realidad de los ‘realities’

Imposible pasar por alto la inconformidad e impotencia que me producen los realities como artista, y batalladora de estos oficios.

Jenniffer Steffens*
01 de marzo de 2023 - 05:27 p. m.
Si bien es cierto que los 'realities' pueden mostrar lo que podemos llegar a ser, no difunde exactamente cultura.
Si bien es cierto que los 'realities' pueden mostrar lo que podemos llegar a ser, no difunde exactamente cultura.
Foto: Pexels

Desde que empezamos a ver esta modalidad me debato entre el gusto y el disgusto, por varias razones.

El gusto me lo produce “MasterChef” por aquello de la degustación y suculencia de algunos platos, por el encanto de la presentadora Claudia Bahamón, el carisma de los jurados y maestros, que nos brindan cátedra para que el empeño por lucirnos en la materia, no muera en ese intento culinario. Todo esto adobado por participantes que en su mayoría han alegrado a los colombianos no con su sazón y fogón, sino con su desempeño y carisma en el espectáculo.

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Sin embargo, queda un sabor amargo porque en el hecho sobresale la abundancia de alimentos necesaria para la labor, difícil que una familia con salario escaso, aspire a tan exquisitos manjares.

Verlo hace agua la boca y da filo.

Es definitivamente, sin problema, un producto para gente con alto poder adquisitivo.

Pero bueno, ese es otro tema.

Imposible pasar por alto la inconformidad e impotencia que me producen los realities como artista, y batalladora de estos oficios.

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Este entretenimiento válido, para tantos algo divertido, para sus concursantes, una tentadora recompensa, para nosotros, los trabajadores de la televisión, nada benéfico. Al contrario, constituye un despojo de la franja triple A, hoy llamada “prime time” que le perteneció por excelencia y con sentido al género argumental, proporcionándonos labor e ingresos. Esto sin mencionar aspectos como transmitir identidad, y reflejar lo que somos.

Si bien es cierto que los realities pueden mostrar lo que podemos llegar a ser, no difunde exactamente cultura, a su vez educación.

Les pediría considerar una sana competencia, como antes, enfrentar géneros o formatos iguales, es decir: dramatizado contra dramatizado, reality versus reality, etc.

Respetar, valorar la mano artística representativa y atractiva a nivel mundial, permitiéndonos trabajar en franca lid; seguro sus utilidades serán equivalentes.

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¿Será más fácil no hacerlo?

Sigamos; luego vienen los realities del género musical, son muchos, para niños, jóvenes- adultos y adultos mayores, hay de todo como en botica, el ingenio de los creadores no se queda corto para inventarse esos contenidos y atraer audiencia.

Hoy en día estos -realities musicales- reemplazan los musicales de otras épocas: “Espectaculares JES”, “el Show de Jimmy”, el perdurable, supérstite “Show de las Estrellas”, entre otros.

Estos tienen la virtud de darle la oportunidad a muchos que quieren abrirse camino en el mundo del canto, la música, sin duda una puerta, aunque solo sea un ganador.

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El complemento del show televisivo es por cuenta de los conductores que en la generalidad cumplen, de los jurados que en este caso resultan ser polémicos por su desempeño en la escena. Unos tal vez son demasiado jóvenes, aunque vendan muchos discos. Con personalidad, sí, pero carentes del bagaje para afrontar la complejidad de eliminar o aplaudir a un individuo que se para allí muerto del susto con una ilusión de vida; otros en los que se evidencia su conocimiento, su experiencia y su don de gentes; aparecen luego los estridentes que con su histrionismo se exceden alardeando del conocimiento que no sé si realmente tienen; a mi juicio es molesto el tratamiento despectivo y humillante para con los concursantes que están allí indefensos, blanco perfecto de maneras desobligantes, estrafalarias, que opacan a los verdaderos protagonistas, aspirantes al premio. En fin.

Hemos visto otros productos, que tienen como tema la moda, (creo no pasó nada con eso.)

“Protagonistas de novela” específicamente tuvo varias temporadas y la coyuntura nos habla del resultado; pocos destacados se mantienen en el ejercicio y son los que creo asumieron el compromiso con la profesión, más allá de que represente ingresos con el plus de salir en televisión. Es un hecho que un actor no se hace en medio del encierro donde se cuecen otros y que tres clases no forman un profesional, un maestro en artes escénicas, profesión de cinco años de estudio, como cualquier otra.

Sin negar el talento innato y sin desconocer brillantes y destacados que no cumplen con el título de maestros en arte dramático, entre esos yo…(¡no por lo brillante!) Pero el talento se trabaja y duro, en todo caso.

Están también “Desafío” y “Survivor”, exigentes en condiciones físicas y mentales para enfrentarse en pruebas que demandan esfuerzos supremos e idealmente de la participación de jóvenes diestros, o deportistas con entrenamiento. A lo que se suma el elemento convivencia y disputa entre personas que no se conocen en las que fluye empatía o antipatía. Las circunstancias precarias y lucha por mejores condiciones, representan el reto adicional para aspirar al premio mayor.

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Me merece atención “Survivor”, al aire; su encanto radica en resistir, pervivir en este entorno inhóspito, en medio de la placidez del mar, agresivo, por lo que implica estar allí sin intuir un mañana, más la urgencia de habilidad para proporcionarse alimento y fuego, con la zozobra de pensar si serán sorprendidos por un ser animal nada amigable al que le llega sangre y carne nueva.

Pero lo que me ocupa de la existencia de estos personajes en medio de las reglas del juego, es el alimento. La hambruna temporal que padecen los aspirantes por un nutrido y rico botín: $400.000.000 millones.

Siendo una cifra atractiva y estimulante, en la condición humana aflora su más elemental expresión, permitiéndose sentimientos varios: mezquindad, desconfianza, ambición, desconsuelo, tristeza, desesperación. Considerando que el hambre no es ancestral, ni endémica, y que muy pronto en cualquier momento podrán retornar a la buena mesa, participar de grandes agasajos; observo como a pesar de grandes esfuerzos, el Homo sapiens se debilita en sus formas y espíritu, dejando salir ese salvaje que solo requiere masticar.

Pensaba, qué podemos esperar de niños, de poblaciones enteras, sin necesidad de trasladarnos a Tigrey, Etiopía, suficiente mirar a la Guajira y al Pacífico Colombiano, regiones en las que su sino ha sido padecer y transitar famélicos.

Seres humanos que se levantan y acuestan sin probar bocado. Estos son los verdaderos ‘survivor’.

*Especial para El Espectador.

Por Jenniffer Steffens*

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