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Ganadora del Premio del Público en el Festival de Cine de Venecia y Selección Oficial del Festival Internacional de Cine de Toronto, Terapia a la francesa llegó a las salas de Cine Colombia para contar una historia diferente. Una comedia afectuosa ambientada en Túnez que habla sobre el significado de la palabra “hogar”, la diversidad cultural y el regreso a casa.
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La película, dirigida por la franco-tunecina Manele Labidi y protagonizada por la actriz franco-iraní Golshifteh Farahani, lleva a sus espectadores a un viaje por Túnez, presentado a través de sus personajes las secuelas de la Primavera Árabe, que se dio entre 2010 y 2012. En la cinta, Labidi cuenta la historia de Selma Derwich, una psicóloga que regresa a su país tras varios años de vivir en Francia, con la confianza de que sus coterráneos la acojan y pueda aportar desde su oficio a la reconstrucción de su comunidad luego de la llamada “revolución”.
Entre tanto caos que dejó la Primavera Árabe, Selma decide instalar su consultorio en la terraza de la casa familiar, un pequeño espacio sin pretensiones que solo buscaba ayudar a quien lo necesitara y, al mismo tiempo, honrar el dolor de sus padres, que debieron huir y exiliarse años atrás… pero para su sorpresa y la de todos los que la rodean, su iniciativa tuvo un gran éxito. Para la directora era importante mostrarle al mundo una perspectiva distinta de la realidad que rodea Túnez, y aunque la situación social y política no es la mejor, decidió hacerlo a través de la comedia.
“Lo que verán será una nueva perspectiva de la sociedad. Esta es una comedia que hace reír, pero también hace que las personas se cuestionen sobre la percepción que tenemos de identidad, y de lo que para nosotros significa un ‘hogar’”, comenta Labidi.
Terapia a la francesa tiene diferentes niveles, y pasa de la comedia al drama en varios momentos… es una trama que atrapa, aunque los espectadores no sepan qué es, ni en qué parte del mundo se encuentra Túnez. No hay que ser un experto para sentirse identificado con la película, y para la directora este hecho estaba claro desde el principio. “Quise desarrollar personajes que pasan por problemas muy universales, como lidiar con adicciones, cuestionarse sobre identidad sexual, lo que es ser adolescente, etc. Claro que esto pasa en Túnez en un contexto especial de la revolución, pero también pasa en todas partes; esto es sobre seres humanos”, agrega.
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Y es que la Primavera Árabe no es un hecho aislado de Colombia y otros países del mundo. El 17 de diciembre de 2010 en la ciudad de Sidi Bouzid, Mohamed Bouazizi, un comerciante del común, fue detenido por la Policía y despojado de su mercancía, su único sustento para vivir. A manera de protesta, decidió inmolarse. Este hecho causó una ola casi interminable de manifestaciones en Túnez y todo el territorio árabe, donde las multitudes protestaban en contra del gobierno y las pésimas condiciones que abatían el territorio.
A las protestas se unieron varios países como Líbano, Kuwait, Sudán, Jordania, Siria, Egipto, Irak, Irán, Marruecos, Palestina y Baréin, y entre millones de manifestantes que protestaban contra sus gobernantes, se logró derrocar a varios mandatarios, entre ellos Zine el Abidine Ben Ali, expresidente de Túnez; Hosni Mubarak, expresidente de Egipto, y Muamar Gadafi, expresidente de Libia, quien fue ejecutado en 2011.
Entre las protestas que duraron aproximadamente dos años, la violencia y la represión contra los manifestantes dejaron un sinfín de heridos y fallecidos, familias destrozadas y un problema socioeconómico aún mayor. Al estar en Francia, Manele Labidi no era ajena a lo que estaba pasando, pues para ella Túnez es como su hogar, y la situación la afectó de una manera personal. “Cuando empecé a escribir la película, no me dije: ‘Vas a escribir una comedia y tiene que ser graciosa’... simplemente estaba escribiendo las situaciones y así fluyó, porque esa es la manera en la que yo veo la vida, las relaciones, incluso las situaciones trágicas”, asegura.
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Contar una historia con un trasfondo político, social, cultural y religioso tan fuerte no fue tarea fácil, y aunque Manele la escribió, tuvo claro que no quería nada trágico. “Soy muy mala contando historias tristes, incluso si lo es, necesito hacerme a un lado y ver el lado cómico de la situación; así es como sobrevivo. Soy una persona muy solitaria y melancólica, pero soy la única que lo sabe, en la superficie siempre trato de ver los lados graciosos de una historia triste. El humor es lo que nos salva”, manifiesta la directora.
Terapia a la francesa es la primera película dirigida por Labidi, lo que implicó varios retos para ella. En primer lugar, tuvo que lidiar con un equipo bicultural, pues todos eran mitad franceses, mitad tunecinos. Según la directora, fue difícil para ella evitar ciertos malentendidos entre ambas partes, y era su deber mantener la buena energía en el set. Además, la película fue grabada en verano y el calor, según la directora, era excesivo, y tenía solo dos semanas para terminar el rodaje. Gracias a las adversidades, Manele confesó que ahora siente que puede rodar una película en cualquier parte sin sentir miedo.
“La revolución hizo que el país fuera repentinamente ‘hablador’ después de décadas de dictadura y es esta efusión de discurso íntimo y colectivo lo que yo quería. También entendí que la revolución había tenido un impacto en la psique de la población: el país se sumió en el caos y la incertidumbre, provocando cierta ansiedad y desórdenes depresivos vinculados a interrogantes sobre el futuro político, la crisis económica y el espectro islamista”, comenta.
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La película ya ha sido presentada en treinta países, logrando una taquilla mundial de más de US$3 millones y una aceptación de la crítica internacional del 90 %, según Rotten Tomatoes. Además de sus estrenos en la Mostra di Venezia y en el TIFF, se ha presentado en importantes festivales de Reino Unido, Corea del Sur, Italia, Alemania, Australia, Israel y Estados Unidos, entre otros. Estuvo nominada a Mejor Ópera Prima en los Premios César 2020.