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Andrés Carretero, el guardián de las reliquias españolas

Su vida ha estado consagrada a conservar viva la historia del mundo a través de las colecciones. Hoy, con su amplia experiencia, puede explicar cómo el museo arqueológico ha perdurado durante los últimos 150 años.

El Espectador
22 de octubre de 2015 - 04:03 a. m.

En este momento es consultor del proyecto de renovación del montaje museográfico al Museo Nacional de Colombia. ¿En qué consiste esa asesoría?

En describir cómo ha sido el proceso de reforma del Museo Arqueológico Nacional de Madrid a lo largo de todos los años que ha durado, analizando todas las facetas que hemos desarrollado, para que le sirva no de modelo, sino como ejemplo, y puedan extraer lo que les sea útil, o a veces comentarles los errores para que no vuelva a caer en ellos.

¿Qué tipo de errores?

Quizás el ir haciendo las actuaciones por pequeñas áreas sin tener un proyecto en común o que los discursos estén establecidos para un colectivo muy reducido.

A propósito de la remodelación del Museo de Arqueología Nacional, que duró seis años. ¿Tenían presupuestado que iba a durar tanto tiempo la obra o en el proceso se presentaron inconvenientes?

La obra debió haber durado un año menos. Hubo unos pequeños problemas con la reforma arquitectónica, mas no con el montaje de la exposición, donde todo estuvo más planificado. Pero trabajar en la reforma de un edificio del siglo XIX, donde no había técnicos hace 150 años, como con los que contamos ahora, pues era toda una pequeña ruleta rusa. Parte de ese tiempo también se perdió en los trámites administrativos para la autorización, para modificaciones del proyecto y demás.

¿Era necesaria la reforma? ¿Qué cambió?

Absolutamente necesaria. Por una parte había problemas de infraestructura que se debían resolver, pero, por otra, el montaje expositivo quedaba anticuado; respondía a técnicas de montaje de los años 70 y a un discurso científico e histórico de ese período y desde entonces ha habido muchos hallazgos y novedades en la investigación y, sobre todo, muchas otras formas de interpretar los hechos históricos.

Después de la remodelación, ¿qué ha sido lo más difícil de estar al frente del museo?

Atender todo el público de manera adecuada. Organizar las actividades adecuadas a cada tipo de visitante y pues con los recursos limitados que tenemos en este momento.

Algunos directores de museos afirman que lo más difícil es conseguir el presupuesto para el sostenimiento de estos espacios culturales. ¿Es el caso del Museo Arqueológico Nacional?

Es un museo público, un museo del Estado, que depende de la administración general, entonces el Estado siempre ha mantenido el museo en funcionamiento con más o menos un presupuesto dependiendo de los años. Pero el Ministerio de Cultura asegura unos mínimos de funcionamiento y cada 40 años una renovación.

El museo alberga colecciones que dan cuenta de la historia de Grecia, Egipto y Oriente. ¿Han contemplado la posibilidad de dedicar un espacio a la historia de América?

No, por la sencilla razón de que en Madrid ya hay un museo de América, entonces no podemos interferir. De hecho, ese museo de América tenía las colecciones americanas en el nuestro hasta 1942. Entonces América ha quedado fuera de nuestro campo de acción.

¿Cuál es el futuro de los museos?

Creo que éstos van evolucionando hacia lugares de participación, es decir, el museo siempre ha sido el lugar donde se dictaba la doctrina oficial del arte, de la historia y lo demás, pero el museo no puede pretender tener la última palabra y que lo que cuenta sea la narración que todo el mundo ha de creer. Al contrario, lo que interesa es que el público acuda al museo y se convierta en un lugar donde la gente viene, está cómoda, ve cosas y participa.

¿Cómo lograr que el museo sea más atractivo para los usuarios?

Por una parte hay que contar con en elementos del discurso más tecnológicos, más audiovisuales, como funciona en la actualidad, pero sobre todo hay que hacer un discurso expositivo, una narración, un guion de la exposición que sea asequible al conjunto de los potenciales visitantes que no se plantee con un nivel cultural muy elevado para comprender qué es lo que se está narrando en la sala.

¿Qué exposición sueña en las instalaciones del museo?

No tenemos sueños con ninguna en particular. Hay algunas que están en el mercado o que estamos planeando organizar. Pero nuestro museo tiene un arco cultural y temporal tan amplio y variable que, salvo cuando entras en temas populares, no son tan llamativas como las de los grandes museos de arte. Las nuestras, obviamente, son de otro nivel de información cultural.

¿Cuál es su museo preferido?

Los grandes museos gustan, son atractivos, tienen colecciones muy potentes, pero a veces hay pequeños museos que son como joyas. Por ejemplo en Madrid está el Museo Sorolla, del pintor Joaquín Sorolla, que se ha reformado recientemente y ha quedado como un entorno donde comprendes mejor la obra y el trabajo de Sorolla y su personalidad, algo que no encontrarías en un museo.

Fue subdirector del Museo del Pueblo Español en 1984, a los 30 años. ¿Cómo llegó a este cargo tan joven?

Por un concurso público. El Ministerio de Cultura sacó un concurso de técnico y obtuve la plaza. Luego el museo pasó a integrarse con el de antropología, que dirigí durante un tiempo.

¿Qué recuerdos guarda de su época de estudiante en la Universidad Complutense?

El de algunos profesores que me dieron clase, profesores de disciplinas, de las que luego no he seguido: historia del arte, geografía, y es curioso, porque son personas que aparecen periódicamente en mi cabeza por motivos varios, lo cual significa que dejaron una huella con su docencia.

¿Qué lugares recomienda visitar en España?

España tiene una enorme variedad. Todo el arte románico en Valencia y toda la zona de Castilla y León. O el arco Mediterráneo que tiene todos los yacimientos ibéricos antiguos. O Andalucía, un lugar para no estar de visita, sino para descansar. Últimamente he elegido un sitio en Cantabria, en el norte, que es donde subo a leer.

Por El Espectador

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