Bajo el lente del fotógrafo Juan Carlos Herrera, actores, arquitectos y cineastas han sido retratados, como también tenderos y habitantes de calle, en el libro Retratos, una recopilación de diversos personajes que habitan los barrios de La Macarena, San Diego, La Perseverancia y el Bosque Izquierdo en la ciudad de Bogotá.
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Tal como lo expresa Herrera, “esta publicación es un homenaje a un vecindario y resalta la importancia de las zonas históricas y culturales, a sus personajes, algunos de los cuales quedarán impresos en estas páginas y en la memoria de los bogotanos”.
Agentes culturales, como lo son la actriz Consuelo Luzardo, el arquitecto Rogelio Salmona o el escultor John Castles, son parte de este recopilatorio que Herrera ha ido almacenando en las últimas dos décadas.
Junto a Herrera, la titiritera y guionista Beatriz Caballero fue la colaboradora principal de este libro, quien buscó los testimonios y a los artistas a retratar. “Ella ha cumplido un papel fundamental en la creación de Retratos y de la gestión con los mismos vecinos. Me ayudó a recopilar la lista, a hacer las llamadas y, en algunos casos, me acompañó a tomar las fotos”, comentó el realizador.
La publicación, que fue presentada al público el pasado 20 de diciembre, contiene breves pasajes en colaboración de algunos de los retratados como Ernesto Lleras, Daniel Samper Pizano, Elba de Zalamea, Carlos Castillo e incluso la misma Beatriz Caballero, quien habla acerca de su participación en la creación del libro y cómo el trabajo que se hizo fue tan importante para ella. “Haberle ayudado a Juan Carlos Herrera a sacar adelante este libro y reencontrarme con tantos amigos, ha sido mi dicha de estos meses”, anotó la escritora en el texto introductorio.
La Macarena, San Diego, El Bosque Izquierdo y La Perseverancia cuentan con una energía indescriptible que ha llevado a que artistas como Mario Duarte, la arquitecta María Elvira Madriñán y el ya fallecido escultor John Castles hayan decidido, por lo menos por un momento de sus vidas, establecerse en esta zona de la ciudad. De acuerdo con Herrera, la abertura cultural que ofrece la zona es uno de sus mayores atractivos, “en alguno de los textos del libro dice que es el sitio con la mayor densidad de arquitectos por metro cuadrado en Colombia. Y también lo hablan de los fotógrafos y de los antropólogos”.
Tal como lo describe la investigadora y economista Elba de Zalamea, estos barrios, a diferencia de los otros ubicados en la ciudad, reúne en un mismo espacio a personas de todas las clases sociales, “obreros y trabajadores, capas medias, intelectuales, profesionales y artistas, con el denominador común de ser predominantemente radicales, divergentes y contestatarios”, al igual que aquellos gestores o artistas independientes que trabajan en el mundo cultural, alejados al statu quo tradicional.
Desde la fundación de Bogotá, Gonzalo Jiménez de Quesada había determinado una primera ruta de ordenamiento donde se estableció que en los cerros orientales se ubicarían dos lugares de culto que se han mantenido hasta el sol de hoy: Guadalupe y Monserrate, siendo este último uno de los lugares de peregrinación más visitado por los capitalinos, recibiendo en Semana Santa de 2023 más de 80 mil personas, entre locales y turistas.
Para la época, añade De Zalamea en un pasaje del libro, se establecieron las primeras haciendas a las faldas de los cerros, tierras que fueron repartidas a algunos particulares y a la comunidad religiosa que después de la salida de los españoles del país se convirtieron en centros de asilo y un panóptico nacional, a donde eran enviados los liberales perseguidos a finales del siglo XIX. La hacienda Alto de San Diego, ubicada entre lo que hoy se conoce como el Parque de la Independencia y El Bosque Izquierdo sur, hasta el río Arzobispo por el norte, fue terreno donde se organizó la primera Exposición Universal para celebrar el primer centenario de nuestra Independencia.
Eventualmente, con las guerras que se fueron desatando en el interior del país, como la Guerra de los Mil Días y la persecución política entre conservadores y liberales, generaron la movilización de miles de personas hacia las ciudades en crecimiento, y Bogotá no fue la excepción. A finales del siglo XIX e inicios del XX, las faldas de los cerros orientales se convirtieron en un lugar privilegiado para los liberales perseguidos, y también fue un espacio para dejar los cuerpos que no eran enterrados en la iglesia ni en el recién construido Cementerio Central, agrega la economista.
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La capital se fue expandiendo y para inicios del siglo XX contaba con alrededor de 100 mil habitantes, y los terrenos aledaños a los cerros dejaron de ser fuente de materia prima para la construcción y se fue habitando, un proceso que se había reforzado con la edificación de la planta de cervezas Bavaria en 1889 y se aceleró con la construcción de la Plaza de Toros en 1917 y el funicular hacia Monserrate en 1922, además de la inauguración del Parque Nacional, que buscaba crear una conexión para llegar a este último.
La Macarena, por la Plaza de Toros, se convirtió en el barrio predilecto para que toreros, rejoneadores, aficionados y banderilleros vivieran. Estos espectáculos estaban dirigidos hacia las clases más privilegiadas, y durante la década de los 50 fueron razón de la expansión urbanística que tuvo el barrio.
Por otro lado, el barrio de La Perseverancia surgió a causa de la llegada de la cervecería Bavaria, una importante fuente de empleo que auspició la creación del barrio Unión Obrera, hoy conocida como La Perseverancia, un lugar fuertemente habitado por obreros y trabajadores. Para la época también surgió el mercado que se ha convertido en un atractivo turístico de la ciudad.
Los barrios El Bosque Izquierdo, al igual que su nombre lo indica, fue creado en 1930 bajo la premisa de crear un bosque en la ciudad, construido por el alemán Karl Brunner, inspirado en el tipo de vivienda francesa de la época, con pequeños jardines para sus habitantes. Por otro lado, San Diego se integró a la ciudad en 1910 con la construcción del Parque de la Independencia y la pavimentación de los caminos coloniales y el de la actual avenida El Dorado.
La portada
Fuera de los agentes culturales que ocupan la agenda diaria y noticiosa cada día, Juan Carlos Herrera decidió darle su portada a El Sombra, un habitante de calle que se ha convertido en ícono de la unión entre La Macarena, San Diego, El Bosque Izquierdo y La Perseverancia, que simboliza la interconexión de estos célebres personajes con personas del común que viven el día a día en la sombra del anonimato. “Así como recorres las páginas del libro, así mismo tal vez te puedes encontrar por la calle a estos personajes, saludarlos de un andén a otro, o tomando un café en la panadería”.
El Sombra ha sido un conocido de Herrera por más de 30 años, barre los andenes y le consigue madera para la chimenea, “unifica a todo el sector y creo que les da la identidad a los barrios de Bogotá”.