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El escote bardot

Lucir los hombros es la tendencia que se impone esta temporada. Desde Balenciaga a Johanna Ortiz, la clavícula es la nueva reina de la moda.

Catalina García
22 de agosto de 2015 - 03:19 a. m.
La propuesta de la diseñadora caleña Johanna Ortiz Resort 16 en la que los hombros son los principales protagonistas. Las mangas bombachas son clave. / Inexmoda
La propuesta de la diseñadora caleña Johanna Ortiz Resort 16 en la que los hombros son los principales protagonistas. Las mangas bombachas son clave. / Inexmoda

En el último Colombiamoda se evidenciaron las propuestas de Primavera-Verano de destacados diseñadores de la escena nacional, entre ellos Johanna Ortiz. La caleña, que desde el año pasado viene incluyendo el escote Bardot –off the shoulders– en su repertorio, este 2015 le dio un giro maravilloso, logrando llamar la atención de la prensa, expertos y mujeres ávidas de moda. Vestidos entallados enfundados en preciosas flores primaverales, conjuntos de gala y otros más informales caracterizados por la simplicidad y elegancia del blanco, tuvieron un punto en común: hombros descubiertos.

¡Oh, Brigitte!

Como suele ser casi todo en la moda, esta tendencia es reciclada. Ya vimos que el culotte retornó al ropero y cómo la sutileza y la coquetería de los años cuarenta reviven en el clóset de las mujeres vanguardistas. El turno ahora es para el off the shoulders.

Conocido como escote Bardot, en honor a la actriz y cantante francesa Brigitte Bardot, se puso de moda precisamente en la época dorada de la femme fatale del cine en la década de los sesentas. Sus inconfundibles labios gruesos, su melena rubia aunque en ocasiones castaña, sus característicos ojos felinos y, por supuesto, su personalidad en el vestuario, hicieron de Brigitte uno de los íconos de moda que perduran en el tiempo. Tanto así que su popularidad convirtió en una tendencia las sencillas pero coquetas camisas y vestidos con hombros al aire.

Para entonces, justo cuando The Beatles era la banda preferida en Occidente y la revolución femenina marcaba una época, el destape del cuerpo de las mujeres seguía siendo considerado irreverente. Se suponía que ellas debían ser recatadas y no llamar la atención. Menos con su cuerpo. A pesar de que su ropero ya venía presentando cambios desde 1909, cuando el corsé desapareció gracias a Paul Poiret o cuando Coco Chanel desafió a la sociedad en los cuarenta haciendo alarde del uso del pantalón, en lugar de faldas y vestidos.

Para Bardot, escandalizar a la sociedad por descubrir sus hombros pareció no haberle importado, pues su particular estilo ingenuo y coqueto sigue replicándose con agregados como boleros XL en piezas estampadas con gráficos, rayas y por supuesto, flores coloridas. En la actualidad Emma Watson es una de las chicas que con seguridad han sabido incorporar a su ropero el escote Bardot, luciendo fantástica y ganándose ovaciones por parte de la prensa especializada.

Sin embargo, lejos del universo del cine y casi un siglo antes de que la despampanante Brigitte pusiera de moda el escote Bardot, esta tendencia fue una de las características claves en el vestuario diario de las campesinas colombianas de la época. Durante el siglo XIX los departamentos Bolívar, Santander y Antioquia incorporaron a los atavíos femeninos blusas de mangas bombachas y escotadas en los hombros, aportando coquetería a las mujeres trabajadoras del campo. Bellísimos trajes confeccionados con lanas, algodones, cintas de colores y mano de obra colombianas marcaron la historia de la moda en nuestro país. Incluso, el escote Bardot hizo su aparición en una publicidad de la cerveza Costeñita en el 58.

Entonces, a una tendencia que comenzó hace dos siglos, que se pavoneó por las calles del viejo Hollywood y que ahora camina campante por reconocidas pasarelas, se sumó la sofisticación produciendo piezas exquisitas adaptables al diario vivir.

Además de la diseñadora colombiana Johanna Ortiz, modistos como la británica Jenny Packham y las firmas Delpozo y Balenciaga han transformado la clavícula, esa parte del cuerpo que pocos se detienen a apreciar, en el máximo referente de sensualidad.

Por Catalina García

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