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El robo del siglo: el debut de Alfredo Serrano en Netflix

El periodista y escritor santandereano es el autor del libro que la plataforma digital convirtió en la serie que es número uno en más de 30 países, inspirado en hechos reales.

Redacción Entretenimiento

24 de agosto de 2020 - 09:00 p. m.
Alfredo Serrano también es autor de “Paracos” y “Las prepago”.
Foto: Cortesía
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Alfredo Serrano Zabala tuvo que dejar inconclusas dos carreras universitarias para darse cuenta de que su futuro estaba en el periodismo y la escritura de libros sobre la realidad nacional. Criado como un muchacho de estrato cinco en Bucaramanga, fue a dar a Bogotá para terminar la secundaria cuando perdió noveno grado en el Tecnológico Santandereano. Hasta ahí llegaron sus partidos de fútbol con Hernando García y Armando Osma, quienes se convertirían en famosos jugadores profesionales del futbol colombiano en los años 80. El “Mico” y el “Piripi”, para quienes los llaman por sus sobrenombres.

Entre las últimas cosas que recuerda de su vida en Bucaramanga está el consumo de marihuana, al cual dice haber sido inducido por el sacristán de una iglesia del barrio Terrazas. Su adicción duró siete años. Siete años de infierno que terminaron en Bogotá, ven el barrio Nicolás de Federmán, con amigos del sector de Pablo VI y La esmeralda. “No se me notaba porque era deportista y estaba joven”, pero andaba mal. Dejó de usar el papel mantequilla de la biblia para sus cigarrillos porque alguien le sugirió que la leyera. Terminó como cristiano practicante y ahora vive una vida tranquila en la que no le da pena hablar de su pasado. Tampoco de su presente como escritor de libros y del futuro que comienza a labrarse con la ubicación de sus libros en grandes plataformas de video.

El tema que lo emociona por estos días es el debut en Netflix con la adaptación de su libro “Así robé el banco: el asalto del siglo XX en Colombia”, que Netflix convirtió en una serie de seis capítulos que ya es número uno en 30 países con el título “El robo del siglo”. (Puede leer: Marcela Benjumea: “‘El robo del siglo’ es un ‘thriller’ que Colombia no haría”).

¿Cómo se define como escritor?

Soy un escritor de historias reales, de lo que realmente sucede. Soy escritor desde siempre y lo soy de historias reales desde cuando descubrí que al mundo le interesan las historias que realmente le han ocurrido a las personas.

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¿Qué se siente al ver que uno de sus ocho libros está triunfando en Netflix?

Es un sueño hecho realidad. Mi sueño original era llegar a Hollywood. De hecho, me fui a vivir seis meses a Estados Unidos pensando en Los Ángeles y Nueva York.

Pero tuvo que regresar y fueron ellos quienes buscaron a usted…

Me devolví a reactivar mi vida profesional en Colombia y, para sorpresa mía, Netflix me buscó a través de la editorial Random House. Estaban muy interesados en mis títulos y en saber de quién eran los derechos patrimoniales de los mismos. Pronto supieron que son míos, porque ya prescribieron los tiempos de contrato con la editorial.

¿Le contaron cómo o por qué habían seleccionado su libro?

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Cuando me buscaron a través de Dynamo, la líder en producción para Netflix, de un par de caleños muy reconocidos por su talento y profesionalismo, supe que habían hecho una revisión de cinco títulos interesantes de autores colombianos y finalmente se enfocaron en negociar conmigo. (Le recomentamos: Camilo Prince y Pablo González: la escritura audiovisual más allá del ‘thriller’).

Ahí fue cuando “El robo del siglo” se convirtió para usted en el negocio del siglo.

Jajajaja. Ellos venían decididos a negociar. La negociación fue muy rápida. Yo había firmado contratos, pero ninguno como este. Me pagaron muy bien. Déjeme contarle, sin pretensiones, que me pagaron 12 veces más de lo que alguna vez me ofreció un canal en Colombia por esa misma historia.

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La parte que sigue en una producción de estas es emocionante, pero el autor de la obra no siempre está muy involucrado. ¿Qué tan metido estuvo en el desarrollo y la adaptación a video?

Tengo que decir que me compraron los derechos y pare de contar para Alfredo Serrano. No conocí cómo se grabó la serie, ni en dónde, ni cuándo. Ellos son muy herméticos respecto al tema del desarrollo y los temas de confidencialidad se respetan. Me imagino que con los actores también fue así.

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Y ahora, mirando la serie con calma, ¿qué tanto se parece a su libro?

Se acerca mucho a la versión del libro, eso es importante. Además, la historia es tan fantástica, que difícilmente un libretista o guionista se aparata de esa narración macondiana, que solo ocurre en Colombia: un asalto donde los ladrones salen en un camioncito con seis toneladas de billetes (24.200 millones de pesos, unos 33 millones de dólares de la época) y se pasean de la Costa Atlántica hasta Bogotá y coronan el robo sin derramar una gota de sangre.

Es autor de libros muy vendidos, pirateados y también polémicos. ¿Imagino que este sería el de su debut en Netflix?

Sí y no. Para mí la historia de Carlos Castaño es fascinante por lo que significó, por lo que políticamente pesó, por la simpatía que su figura despertó en un sector de los colombianos, en un sector muy conservador, por cierto, y por lo que significaron las Autodefensas Unidas de Colombia. El tema de “Paracos” que son los castaños y los castañitos que vinieron después, cerca de 30 o 40 jefes paramilitares, es otra historia fenomenal. Ni hablar de “Las prepago” que, valga decir, usó un canal internacional para hacer una novela sin que el autor recibiera un solo peso. “Las siete vidas de la Gata, la historia de Enilce López” también tiene todas las características necesarias para trascender fronteras y ser fácilmente entendida en cualquier parte. Hasta “El patriarca de las esmeraldas” resulta fascinante por su temática sobre la guerra de las esmeraldas. Son temas interesantes para cualquier plataforma, no solo para Netflix.

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Ahora que habla de los temas. ¿Cómo escoge usted la trama y los contenidos sobre los que escribe?

Yo persigo temas. Soy lector ávido de noticias, de temas que me llamen la atención y que crea que le llamarán la atención a cualquier ciudadano.

¿Cuál es el tema que por esta época le llama la atención?

Fíjese que estoy escribiendo “Piscina de alacranes”, las memorias de Julio Gómez, quien me cuenta de viva voz cómo se robaron el billete del carrusel de la contratación en Bogotá. Es una historia que le importa a Bogotá, a Colombia, pero que se entiende en cualquier país latinoamericano o africano. El carrusel no se ha contado todo y hay noticias que no se conocen. Políticos que recibieron dinero y están pasando de agache y son figuras del Congreso. Políticas, para más señas.

Bueno, es la versión de Julio Gómez…

Recuerde que mucha gente pasó de agache en este episodio y si no es porque coinciden con las declaraciones algunos denunciantes, hasta (el exalcalde) Samuel Moreno habría podido quedar libre. Vendrán asuntos muy serios sobre este tema.

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Dice que se le mide a cualquier tema y que no sufre de miedo. Pero lo han amenazado y hasta se exilió.

Sí, me han amenazado porque hay gente que no se siente cómoda con lo que uno escribe. Por ejemplo, hay clanes locales, regionales que en sus zonas son intocables. Como el caso de “La gata”. Pero aquí hay muchas historias que la gente quiere conocer. Hay muchos temas. La de Aida Merlano es una historia que todo el mundo quisiera leer. ¿En dónde está la justicia? ¿Se acostumbró Colombia a la cultura mafiosa? Esas son preguntas para los investigadores. Los temas están ahí.

¿Y por qué esa fascinación suya por escribir libros sobre paramilitares, narcotraficantes y otros delincuentes?

Porque me gusta denunciar. Y me di cuenta de que, salvo unas excepciones muy destacadas, en el periodismo colombiano se pasa de agache frente al bandidaje (el de cuello blanco y el no muy blanco). Los bandidos tienen demasiados tentáculos, hasta en los medios, y eso hace que alguna gente se quede quieta y no cuente las historias. La libertad de escribir sin ataduras es bonita. Infortunadamente, esas son las historias que más inciden en la vida diaria del ciudadano común y corriente. Nosotros contamos lo que nos roza la piel, lo cercano a nosotros, lo que encontramos todos los días. Tenemos que denunciar, contar historias, ponernos del lado del pueblo al que le usurpan su dinero.

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Sus libros, ya está dicho, son siempre muy conocidos y hasta pirateados ¿cuál es que más le gusta?

La Batalla fina de Carlos Castaño. Fue el primero, el que me abrió las puertas. Acá tengo que agradecer a Oveja Negra, que me abrió las puertas para esa, mi primera publicación. Después me tumbaron, pero me abrieron las puertas.

Ya nos dijo cómo escoge los temas. ¿Cuál es su método?

A mí me preguntan con cierta frecuencia qué hay que hacer para escribir y la respuesta está en la misma pregunta: pues escribir. Yo no soy un escritor que tenga el estilo de Gabriel García Márquez. Gracias a Dios nunca pensé en eso. Figuras como la de él son de una dimensión inalcanzable. Yo solo soy un contador de historias. Historias reales, pero fantásticas. Y en eso sí digo que son historias típicas de Macondo.

Y no solo historias, personajes macondianos…

Mire este ejemplo. Cuando la hijastra de Enilce López cumplió 15 años, le hicieron una fiesta espectacular y en la mitad de la fiesta había un container y la gente se imaginó que era una bodega para guardar herramientas o botellas de trago. Resulta que las paredes del container eran de fibra de vidrio y permitían ver todo hacia afuera y ahí estaba la señora Enilce López, adentro, en el centro de la fiesta, viviendo todo y nadie la vio a ella. Y claro, para esa época ya estaba detenida por la justicia colombiana.

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Pero el que a usted más le gusta es el de La gata.

Es que es una joya. Es fantástica. No dudo que sea la mafiosa viva más importante hoy en el mundo. Por lo que significó, por lo que la Fiscalía está en mora de contar, por su poder. Todo. Su origen campesino, se hizo bruja desde joven, se llenó de millones. Su historia es la del único grupo paramilitar que no se ha desmovilizado. ¡Y nadie dice nada! Amiga personal de los presidentes, financiadora de sus campañas, puso a la élite política costeña a sus pies.

¿Y el libro que quisiera no haber escrito?

Las prepago. Fue un libro para mi desafortunado. Primero, tuve muchas demandas. Yo tenía la certeza de que la historia era real, pero muchos periodistas dudaron de ella, hasta que apareció Madame Rochy. Si hoy me volvieran a ofrecer hacer ese libro, no lo haría. Fui atrevido, no pensé en la seguridad de mi esposa e hijas. No pensé en que me podrían llevar a estrados por judiciales, de los cuales por fortuna salí avante. Y aprendí que hay cosas que, aunque ciertas, no debieron quedar en el libro, por simple humanidad.

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Parece muy arrepentido y eso que fue el libro que más fama le dio. ¿No será porque salió peleado hasta con la editorial y en pleito por los derechos de televisión?

Fueron muchas cosas. Como le decía, no perdí demandas, la historia era real, pero cometí excesos y de eso me arrepiento. Es más, después de eso me llegaron con un documento impresionante para que escribiera “Los prepago”, pero lo rechacé de plano. Eso fue antes de que estallara el escándalo por la comunidad del anillo. “Las pregago” me dio la fama, pero me costó momentos no gratos para mí y mi familia.

Y, siendo que escribe sobre mafiosos y delincuentes, ¿cómo aborda el proceso de aproximación a los personajes de sus libros?

Tengo una ventaja, un don que Dios me dio y es que estos personajes, siniestros en su mayoría, siempre me abren el corazón. Pero, así como genero confianza, muy rápido se dan cuenta de que no me gusta lo ilícito, que soy un hombre correcto, de familia, cristiano, valga decirlo.

¿Se volvió amigo de los delincuentes sobre los que escribe?

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Le doy un ejemplo. Lucero Lindo, la mamá de “Gordolindo” (habla del narcotraficante que se coló entre los paramilitares desmovilizados durante el gobierno de Álvaro Uribe y quien fue extraditado a EE. UU. y luego deportado a Colombia) me decía un día. “Yo quiero darle las gracias porque el único amigo que tiene mi hijo, que no le habla de delito ni de torcidos es usted”. Yo me puse colorado aquel día, eso fue en la zona de comidas del hipermercado de la calle 53 con Caracas, en Bogotá. Eso sí, le garantizo la mafia considera faltona a una persona que entra disfrazada de periodista y termina proponiéndoles negocios. Si yo hubiera cometido alguna indelicadeza, si hubiera hecho algo indebido, ya estaría muerto.

¿Y esos amigos tan poderosos no le ofrecieron nunca prebendas?

Umm. Bueno, un día, el “Gordolindo” me dijo que me iba a regalar un lote en las pesebreras del sector de Parcelas, en Chía, donde la mamá tenía sus famosos establos, con los caballos más finos de Colombia. Por supuesto que le dije: “Dejémoslo así. No quiero, gracias por la oferta”. Y ahí la tierra vale mucho dinero.

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