¿Por qué escribir?
Yo siempre, cuando hablo de mi despertar, digo que fue como un batazo que me dieron en la cabeza, que no me mató, pero me dejó mareada, porque en ese momento de mi vida, sentí que se había abierto la tierra y yo me iba a caer, pero me agarré fuertemente para no caerme.
Me dijeron: Todavía no es la hora, tienes que hacer algo muy importante en tu vida Y ahí fue cuando pensé: Necesitas cambiar, tienes que cambiar.
Y a partir de ahí, me acuerdo que me quedé dormida y empezaron a suceder unas cosas que yo denominé milagros, que las cuento en el libro. Y escribir se volvió en parte de la terapia. Antes nos daba miedo, o pena, buscar terapia, yo era de esas que no buscaban ayuda, pero tener a un terapeuta que te dé como unas pautas, es muy importante.
¿Por qué dice que escribir un libro era una deuda pendiente?
Hace diez años, cuando decidí escribir el libro, yo estaba viviendo en Los Ángeles (EE. UU.) y me acuerdo que contacté al escritor Jorge Franco y le pedí que por favor me guiara. Me dijo que debía tener mucha obstinación, dedicación y disciplina. Crear una rutina diaria de escritura.
Y yo estaba súper emocionada y empecé a escribir de mi infancia, de una imagen que me marcó mucho. Cuando era niña nos tocó dormir sin techo y para mi mamá era un momento de dolor, y ella lloraba mucho, pero para mí era el momento más lindo del día porque empezaba a contar estrellas y jugaba con mi hermano a esperar que pasaran estrellas fugaces. Entonces yo escribí de eso y se lo leí a alguien muy cercano. Ese alguien me dijo: ¿A quién le va a importar eso? Y hasta ahí me llegó el impulso.
Empecé un blog y cuando regresé a Colombia de nuevo tuve el impulso. Busqué una casa editorial, empecé a escribir, ya estábamos en el primer capítulo y me cambiaron la editora y se me quitaron las ganas, otra vez. Le faltaba mucha determinación a mi proyecto. Yo realmente quería escribir un libro, pero no sentía que tuviera el poder para hacerlo. Diez años después es que lo hago realidad.
En estos diez años crecí mucho, hubo mucho trabajo interno, autoconocimiento, aprendizajes. Tuve la fe y lo saqué adelante. Ya no dudo de mí, tengo demasiado amor por mí misma. Ya pasé por momentos bien oscuros y es el momento de compartir al mundo lo que a me hace bien.
¿Qué son los remiendos?
Cuando los remiendos llegaron a mi vida, me acuerdo que busqué una maestra espiritual, que menciono en mi libro. Ella me ayudó un montón porque yo estaba muy perdida. Culpaba a todo el mundo de lo que me estaba pasando y ya había entendido que no me quería matar, pero no encontraba la forma de empezar de nuevo.
Y le escribí a ella porque en Twitter ella posteaba unas cosas que cada que las publicaba yo sentía que me las estaba diciendo a mí. Ella me respondió. Hablamos por teléfono, me dio unas tareas, entre ellas, hacer unos remiendos. Así como cuando tienes una camisa rota que te gusta mucho, pero que no la quieres tirar la basura, que coges el aguja, el hilo y empiezas a coser ese huequito.
Me pidió remendar todas esas relaciones que en algún momento se quebraron. Empecé por la relación conmigo misma. Ese es el primer paso.
Y luego de eso hice una lista de personas a las que tenía que pedirle perdón. Y esas incluyen personas vivas y muertas. Si están muertas, pues simplemente le escribes una carta, haces un proceso como de transmutación que es con el fuego, lo quemas y lo liberas, pero si están vivas tienes que buscarlas.
Me acuerdo es que en ese momento busqué al que hoy es mi exesposo, pero me sacaba excusas, no me quería escuchar.
Le dije a mi maestra que no iba a insistirle más. Y ella me pregunta: ¿A quién le duele? ¿A tu ego o a tu alma? Evidentemente le dolía era a mi ego. Le insistí muchas veces más hasta que me dijo que sí. Eso no me gustó tanto, pero me tocó doblegar el ego.
Mirándole a los ojos le dije yo la cagué en esto, perdón por esto. Y me acuerdo que fue hermoso porque desde ahí no nos separamos sino hasta ahora que nos acabamos de separar. Pasaron 11 años. Esos remiendos ayudan a restaurar, a reparar relaciones.
También remendó la relación con su papá…
Es de las cosas más bonitas que me ha pasado. Crecí con resentimiento contra mi papá porque, por lo general escuchamos es siempre la versión de la mamá.
Yo me crié con mi mamá y mi hermano. Y a mi papá lo vi muy poco cuando estaba chiquita y yo escuchaba era lo que mi mamá me decía: Que no llegó, que se fue donde los otros, que no sé qué.
De eso hablo en el libro y de lo que eso implicó en mí, porque en ese momento llegué a pensar que yo no era suficiente, porque mi pregunta era: ¿Y por qué yo no y ellas sí? Ellas mis otras hermanas, del otro matrimonio de mi papá.
Entonces, cuando empecé a hacer este remiendo, hice una lista de preguntas que tenía desde chiquita para mi papá y lo llamé y le dije que quería verlo. Le hice mil preguntas.
Y lo bonito fue darme cuenta de que lo que mi mamá me había dicho era su versión. Mi papá tenía otra versión. Mi papá estaba aprendiendo a ser papá. Lo casaron a los 18 años, porque dejó embarazada su novia, su primer matrimonio. Conocer su historia hizo que dejara de juzgarlo. El man hizo lo que pudo con lo que tuvo.
Y escribiendo esa experiencia entendí que tenía que divorciarme. Ese fue mi primer divorcio. Yo me fui de la casa muy chiquita. Me escapé a los 17 años, a los 18 ya estaba metida en un matrimonio, fui mamá a los 20. Todo lo que me dijeron que tenía que hacer para hacer feliz.
Y cuando mi hago el remiendo con mi papá, entendí que no debía seguir en ese matrimonio, porque en esa primera relación, de forma inconsciente, yo estaba buscando un padre. Y ahí fue cuando me divorcié la primera vez.
El suicidio…
La primera vez que lo intenté tenía 19 años o 20. Y era sencillamente porque yo no me amaba. Yo pensaba que, si ese man no estaba en mi vida, yo me iba a morir. Cuando él me dijo que ternináramos, yo dije: Yo a mi casa no vuelvo ni a bala.
No paraba de llorar, entré al baño y me tomé un veneno de ratas. Terminé en una clínica, me hicieron un lavado, me salvaron la vida, luego pasé por el siquiatra y a los 25 o 26 años, cai de nuevo en depresión. Yo me quería morir. No le encontraba sentido a la vida.
Y tenía un hueco acá y justo acá es el plexo solar. En ese momento yo no sabía de eso, que es nuestro centro energético, el que nos da la voluntad. Y pues yo lo sentía vacío, sentía un hueco horrible, me dolía, no me gusta estar viva y tomaba pastillas para dormir. Las mezclaba con un vino para estar siempre como dormida, pero nunca se pasó por la mente que existía una forma de cambiar todo eso, pero me daba mucho miedo que mi hijo sufriera por algo que yo hiciera así de feo.
Y pues pasó lo que te digo, que es como mi momento de iluminación, mi batazo y me pusieron un angelito en el camino que fue a mi casa y me dijo ven, yo te ayudo, te enseño a orar y yo: A orar, ¿qué es eso? Yo no creía en nada, ahora no tengo ninguna religión, mi religión es el amor, pero pasé por todas las religiones porque yo estaba en la búsqueda de encontrar una fuente que me nutriera.
Ya entiendo que todo eso fue una invitación al cambio, y que vivir es chévere, solo que hay que hacerse responsable de la vida y que a eso vine, a conocerme, a estar conmigo, a crecer, a evolucionar, a transformar lo que no me gusta, a irme mejor de cómo llegué.
Tuvo momentos económicos complejos, pese a que ganó buen dinero con su trabajo como actriz. ¿Por qué?
Recibí mucho dinero, pero yo conocía la gratitud y tampoco conocía el merecimiento, ni la abundancia. Yo crecí en escasez. Crecí pobre. Me, de niña, que me despertaba y mamá nos decía: No tenemos para el desayuno. Nos vamos a donde tu tía. Yo le voy a lavar la ropa y le voy a planchar y ella nos va a del almuerzo.
Empecé a trabajar desde los 16 años en una tienda de ropa, primero. Y luego ahí conocí a alguien que me metió a trabajar en radio. Me contrataron en Radioactiva, cuando tenía apenas 17 años, en Cartagena. Y con lo que gané ahí me pagué mi primer semestre de la universidad, como comunicadora social y periodista. Y empecé a ganar mucha plata desde chiquita, pero yo no tenía esa consciencia del dinero.
Luego, cuando empecé como actriz, empecé a ganar unas cifras impresionantes, me empezó a ir increíble. Y llegaban campañas publicitarias, pero yo no tenía ni idea de cómo se manejaba el dinero. Me lo gastaba en ropa que nunca usaba. Como vivía todo el tiempo con ese vacío, me iba al centro comercial a gastar cosas que a veces ni le quitaba la etiqueta. Usaba las tarjetas de crédito muy mal. Era muy inconsciente en todo sentido. Les pagaba las cuentas a todos mis amigos que después no me aparecieron.
Y cuando caigo en este momento de depresión, de oscuridad, ni siquiera me salía trabajo. Me quedé paralizada. Cuando voy a revisar no tenía para pagar el arriendo, tres meses de arriendo debía y en la lacena tenía solo atún con piña, que era lo que comía cuando me tomaban fotos, para estar delgada, pero tocaba comer solo eso porque no había más. Y no me atrevía a decirle a nadie. El orgullo no me dejaba.
Una vez, después de hacer una rendición con el universo y entender que tenía que cambiar, me lamaron de un canal a decirme que no había cobrado una plata y eso me dio para vivir como dos o tres veces.
Ya luego me salió un casting para hacer una película en México. Me fui a México, me llevaron como una reina. Y entendí que la vida me estaba dando una oportunidad, para hacer todo diferente. Busqué ayuda, inicié terapia e hice cambios, porque no quería volver a estar en el hoyo otra vez. Yo quería seguir llenándome de bendiciones y de abundancia.
La Katherine de ahora ya tiene crédito en los bancos, tengo tarjetas que el manejo súper bien y cambié hábitos. Me tocó aprender a las patadas, pero aprendí.
¿Es cierto que en ese momento de oscuridad perdió la custodia de su hijo?
Falso. Salió publicado en algunos lados que me quitaron la custodia de mi hijo porque sufrí de alcoholismo. Yo no fui alcohólica, yo rumbeaba, normal, pero no tomaba todos los días. Eso es una vil mentira que publicó una revista que ni siquiera investigó. A mí jamás me han quitado la custodia de mi hijo.
Simplemente el papá me dijo que lo mejor era que nuestro hijo estuviera con él. En ese momento pensé que era lo peor que me podía pasar, pero hoy digo que fue lo mejor, porque gracias a eso mi hijo pudo compartir con su papá y yo pude encargarme de mí.
Si Alejandro no se hubiera ido con el papá, yo no hubiera tenido tiempo para poder darme cuenta de que yo tenía que ser mi propia madre, que tenía que encargarme de mí y poder, por ejemplo, irme a ese viaje a protagonizar esa película en México. Ahí fue cuando encontré el yoga. Y solo en la soledad es donde tú realmente puedes hacerte las preguntas incómodas, donde te puedes conocer a ti mismo, no en el ruido.
¿Jugó a ser la salvadora de sus parejas amorosas?
Muchas veces, Y me ahogué, pero entendí que me tenía salvarme primero, ese era el primer cambio. Y después que recorrer un camino encontré el propósito de mi vida, que va más allá de hacer un personaje en un en una serie, una novela o una película, que me encanta porque lo disfruto un montón y me divierto, pero es que esto tiene más poder. Compartir las experiencias que le puede servir a mucha gente en el mundo.
Jugué mucho a ser la salvadora, la rehabilitadora de gamines. Creía que los podía cambiar, y lo hice, o sea, mi trabajo lo hice muy bien. En este momento son seres increíbles, maravillosos, que están listos para hagan casting con todas las mujeres más divinas, porque son manes increíbles y me acabo de divorciar de uno absolutamente maravilloso, pero no era el momento para estar con él.
Tuve uno que me sufrir mucho. Me dejó cuando yo estaba súper enamorada, otro llegó con problemas de alcohol y con problemas de drogadicción. El man ahora es maratonista, es un alto ejecutivo de una súper empresa, es un ser absolutamente sobrio que no se toma un solo gramo de nada, ni se mete nada.
Tengo otro que tuvo cáncer y se curó estando conmigo. Después me dejó por una reina de belleza.
Otro que llegó con un dolor en el corazón porque le habían matado a su hijito de 11 años y tenía problemas de alcohol también. Y luego se fue.
Yo me quedaba ahí porque sencillamente yo necesitaba sentirme valiosa para ellos, porque ellos se volvían unos dependientes de mí y yo era su salvadora. Y eso se siente muy bien. Y eso lo entendí después. Claro, yo era una dependiente emocional, como no había tenido la atención de mi papá de chiquita, entonces estos hombres sí se morían porque yo estuviera en su vida, porque yo los estaba salvando. Ya no quiero más de eso.
Ya no tengo que salvar a nadie, ya me salvé a mí, ya entendí que no hay príncipes azules, que hay manes que también están haciendo su proceso. Hay seres humanos hermosos que también se están rehabilitando a sí mismos, que están haciendo su proceso de autoconocimiento. Hay gente súper conectada, que quiere también expandirse, que quiere crecer en conciencia, que quieren tener una vida mejor. Esos son los que quiero mi vida. Ya no quiero más de lo otro.
¿Qué ha aprendido de sus dos divorcios?
Que uno sí puede decir hasta aquí llego, gracias, este ciclo ya se cumplió y voy a empezar de nuevo. Uno sí puede ponerse sus alas una y mil veces. Uno sí puede decir gracias por el tiempo que vivimos, pero no tienes que quedarte en una relación donde no quieres estar por el resto de tu vida, porque te toca. No nos toca nada.
Lo único que es cierto es que nos vamos a morir algún día. Entonces hay que ser valientes. Aprendí también que ya no puedo seguir rehabilitando gamines.