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“No hay ninguna herida abierta y no guardo rencores”: Yesid Reyes

Un libro de Alberto Donadio sobre Alfonso Reyes Echandía, el presidente de la Corte Suprema que murió en la toma y retoma del Palacio de Justicia, recuerda al “mejor penalista de su época”.

Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
19 de diciembre de 2010 - 02:00 a. m.

Cecilia Orozco Tascón.- Muchos libros e informes se han escrito sobre los sucesos de la toma y retoma del Palacio de Justicia. Sin embargo ¿No cree que todavía hay vacíos y partes oscuras en la historia?

Yesid Reyes Alvarado.- Uno encuentra libros como el de Jaime Castro dedicado a demostrar que el presidente Betancur tuvo el control absoluto de la situación. Y, en contraste, otros como el que escribió un miembro del mismo gobierno, Enrique Parejo González. Los dos autores se sentaban en el Consejo de Ministros, uno al lado del otro. Pero sus recuerdos son completamente distintos. Cuando se presentan acontecimientos tan polémicos como los del Palacio de Justicia, lo normal es que haya una cantidad enorme de informaciones porque hay gente interesada en divulgar su propia versión de los hechos. Como nunca habrá unanimidad, siempre quedará la sensación de que la historia completa no está contada aún.

C.O.T- Alfonso Reyes Echandía, era el presidente de la Corte Suprema cuando el M-19 se tomó el Palacio. Es decir, su padre era el personaje más importante que estaba atrapado en esa edificación. Sin embargo, sobre él no se ha escrito casi nada ¿Por qué?

 Y.R.A..- Tal como ocurrió con los sucesos del Palacio, sobre mi padre también hubo, desde el comienzo, muchas versiones encontradas que resultaron ser interesadas. Por citarle solo un ejemplo, el primer gran interrogante sobre lo que ocurrió allí fue, y sigue siendo, quiénes y por qué retiraron la vigilancia que tenía el edificio, vigilancia que desapareció, sospechosamente, horas antes de la toma. Fuentes de la Policía sostuvieron entonces, que la suspendieron por orden de mi padre y dieron una fecha en la que se supuestamente se reunieron con él, en la Corte, para hablar del tema. Después averiguamos que se día mi padre no estaba en Bogotá. Los oficiales de la Policía que dieron ese testimonio fueron investigados por falsedad. Pero la Justicia Penal Militar los absolvió.

C.O.T.- También hubo versiones encontradas sobre la forma en que murió su padre…

Y.R.A.- Así es. Desde el principio, voceros del Ejército dijeron que el presidente de la Corte había muerto a manos de la guerrilla. Posteriormente se descubrió - por el resultado de la autopsia - que la única bala que tenía el cuerpo de mi padre, que se cotejó con todas las armas que utilizó el M-19, no provenía de éstas. Uno puede suponer, entonces, que Alfonso Reyes murió en medio del enfrentamiento del M - 19 con el Ejército y la Policía en el cuarto piso. Hay que recordar también que, contrario a las informaciones iniciales cuando se dijo que él había muerto el 7 de noviembre, quedó casi demostrado que perdió la vida el día anterior, 6 de noviembre.

C.O.T.- ¿Por qué lo dice?

Y.R.A.-  Porque se encontró su cuerpo en el cuarto piso, parcialmente calcinado. El incendio se inició el día 6, en esa planta. El Director de la Policía general Delgado Mallarino sostuvo, ante el reproche del ministro Parejo quien lo enfrentó por haberse tomado esa sección del palacio por la fuerza y sin autorización del Consejo de Ministros, que cuando la Fuerza Pública llegó a ese piso, la guerrilla ya había trasladado a los magistrados a otro lugar. Pero después, los cadáveres aparecieron allí, calcinados.  Por eso afirmo que faltaron muchos cabos por atar.

C.O.T.- Usted logró hablar con su padre cuando ya el M-19 se había tomado el Palacio de Justicia ¿Qué le dijo?

Y.R.A.- Hablé con él en dos oportunidades. A los pocos minutos de la toma, llamé a la oficina y estaba ocupado. Pero como los números de los teléfonos eran sucesivos, cambié el último dígito. Me contestó la secretaria de la oficina de al lado; me contó que estaba encerrado en la oficina con dos escoltas y que lo oía conversar por teléfono. Llamé más tarde y me contestó otra vez ella. Me indicó que los disparos eran muy intensos y que papá continuaba en su despacho. De repente, empezó a gritar. Dijo “se están entrando por las paredes, se están entrando por las paredes”, y la conversación se cortó.

C.O.T.-  Finalmente ¿Cuándo logró hablar con su padre?

Y.R.A.- Hablé con él en dos oportunidades. A los pocos minutos, llamé a la oficina y estaba ocupado; insistí hasta cuando me contestó alguien que se identificó como “Luis Otero, comandante de la operación”. Le dije que era Yesid Reyes y le pedí que me pasara a papá. Le pregunté si los guerrilleros estaban disparando. Me respondió que al menos los que estaban con él no lo hacían, pero que había disparos que venían desde afuera. Él me contó que había conversado con el director de la Policía y con el director del Das y que ambos le habían asegurado que el gobierno acababa de dar la orden de cese el fuego, pero que, por lo visto, esa orden no había llegado a las tropas.

C.O.T.- ¿Es en ese momento cuando usted decide contactar a Yamid Amat?

Y.R.A.- Sí, porque pensé que mi padre debería hablar en radio y decir que la orden del gobierno era la de suspender el fuego. Él estuvo de acuerdo. Colgué, llamé a Yamid y le dije que si quería hablar con papá. Esa es la grabación que existe sobre el presidente de la Corte. También hablé con Juan Guillermo Ríos que era el director del Noticiero de las Siete. Juan Guillermo llamó a Noemí Sanín, ministra de Comunicaciones, para pedirle que conversara conmigo. Pero ella contestó que ése no era un problema familiar sino de Estado y que no tenía nada de qué hablar conmigo. Durante casi una hora estuve tratando de ver si el gobierno cooperaba pero no tuve éxito. Decidí volver a llamar al Palacio. Me contestó Otero quien me dijo que la situación era grave. Le pedí que me pasara a papá y volví a hablar con él sobre la necesidad de que se cumpliera la supuesta orden del gobierno.

C.O.T.- Según se ha dicho, la ministra impidió que salieran al aire nuevas conversaciones con su padre o con otras personas del Palacio ¿Es cierto?

Y.R.A.- Sí. Cuando salió al aire la conversación de mi padre con Caracol, apareció la ministra de Comunicaciones prohibiendo la transmisión y amenazando con cerrar los medios si continuaban transmitiendo. Después no pude volver a contactar a papá. Esa fue la última vez que hablé con él.

C.O.T.- Acaba de publicarse un libro de Alberto Donadio sobre la frase que dijo en esa grabación su padre: “Que cese el fuego.” Y así se llama el libro de “homenaje a Alfonso Reyes Echandía”. Esas palabras de su padre han sido motivo de especulación, casi siempre para decir que el presidente de la Corte estaba intimidado cuando las dijo ¿Cree que su padre fue obligado por el M-19 a pedir tregua?

Y.R.A.- Mi padre era consciente de la gravedad de la situación pero en las dos oportunidades que hablé con él, me dijo, calmadamente, que el grupo de guerrilleros estaba dispuesto a conversar pero que debían suspenderse los disparos que venían desde la calle. Así que no creo en esa tesis que también expuso el ex presidente Betancur en el sentido de que mi padre fue obligado a pedir el cese el fuego.

C.O.T.- Afirma Donadio que del tono de voz de su padre, puede deducirse que estaba sereno ¿Usted concuerda con él?

Y.R.A.- Totalmente. Era la voz corriente de mi padre, fina y, como dato curioso, con el dejo chaparraluno que lo caracterizaba siempre. Además, insisto, la llamada a Caracol fue idea mía. No de papá ni de Otero. Fui yo quien sugirió la entrevista porque pensé de buena fe, tal como lo hizo mi padre, que era cierto lo que le habían asegurado a él los generales Delgado y Maza sobre la supuesta orden oficial de cese el fuego.

C.O.T ¿Por qué, en el caso de su padre, nunca se abrió una investigación para averiguar las causas de su muerte?

Y.R.A.- Francamente no puedo explicarlo. Lo primero que se hizo después de los hechos del Palacio de Justicia fue cobijar con dos amnistías al M-19 y tal vez eso hizo que se olvidaran las investigaciones, o que éstas pasaran a un segundo plano.  Con el paso de los años, se reabrió una investigación por los desaparecidos del Palacio que sigue siendo un tema de actualidad en la medida en que no se ha podido determinar qué pasó con ellos. Solo como consecuencia de esa investigación que avanzó bastante, se ha pensado en época más reciente en abrir investigación por los homicidios.

C.O.T.- El significado que Donadio le da a la frase “que cese el fuego”, es que siendo  Reyes un jurista, no podía expresarse sino como tal ¿Qué opina de esa interpretación?

Y.R.A.- Evidentemente mi padre fue enemigo del uso de la violencia y de la fuerza. Y siempre confió en que el ejercicio de la justicia y de la razón debería primar sobre la utilización de la fuerza. Pero también cabe la otra explicación: les creyó al director de la Policía y al director del DAS cuando le dijeron que la orden de cesar el fuego ya había sido dada.

C.O.T.- Lo que usted quiere decir es que el presidente de la Corte no estaba implorándole al Gobierno que se rindiera sino repitiendo la presunta orden de cese.

Y.R.A.- Exactamente. Pero de la misma manera, tiene razón Donadio cuando dice que mi padre era un convencido de que la forma de solucionar los conflictos era la del uso de la razón y de la justicia. 

C.O.T.-  Donadio asegura que “esas palabras (del presidente de la Corte) fueron el intento de un hombre de oponerse a la subametralladoras del M19 y también a los tanques del ejército”. Si esa fuera la posición de un magistrado hoy, muchos le pondrían el calificativo de terrorista. ¿Piensa que si él viviera hoy sería calificado como un hombre de izquierda?

Y.R.A.- Puede ser. Aparte de los libros que escribió sobre temas puramente temáticos de derecho penal, hubo uno al que le presto muchísima atención en los últimos años sobre criminología, que pretendía explicar por qué la gente llega al punto de cometer delitos. Mi padre le dedicó muchísimo tiempo al análisis de los factores sociales como generadores del delito, por ejemplo, diferencias culturales, diferencias económicas, etc. Por eso creó un centro de investigación en la Universidad Externado de Colombia. Mi padre era, sin duda, una persona con ideas liberales que se inclinaban a la izquierda.

C.O.T.- Usted recuerda en el libro de Donadio otras palabras de su padre: “el nivel cultural de un pueblo puede medirse por el grado de respeto y acatamiento que preste a sus jueces”. Esta frase sería también conflictiva hoy. ¿Está de acuerdo?

Y.R.A.- A las frases se les puede poner cualquier calificativo según quien las oiga, pero en estricto sentido, la forma institucional de solucionar conflictos es la administración de justicia porque evita que la gente recurra a la justicia privada o a la paralela. Cuando empezaron a atentar contra fiscales y jueces, mi padre hizo un llamado: que el Estado respalde con toda su fuerza la labor de los jueces. Ambas declaraciones se complementan.

C.O.T- Paradójicamente, en vez de que el Estado respalde a sus jueces 25 años después, los ha  desprestigiado cuando no combatido.

Y.R.A.- Es cierto. Las críticas reiteradas contra las decisiones de la Corte Suprema y de otros tribunales, llevaron a la pérdida de legitimidad de la justicia. Pero es peor que esa sensación estuviera siendo alimentada por el gobierno. Cada ataque a la administración de justicia es una invitación a resolver los conflictos por fuera de la vía judicial.

C.O.T.- Usted era muy joven cuando murió su padre ¿Cuánto lo marcaron los hechos del Palacio?

Y.R.A.- Mucho. Fue una ruptura muy grande. Mi vida es completamente distinta y podría decir que se divide en antes  y después del Palacio de Justicia.

C.O.T.- ¿Cuál fue el mayor cambio que sufrió?

Y.R.A.-  Fui bastante cercano a mi padre y me apoyaba muchísimo en él. De un momento a otro perdí ese apoyo que también era profesional. Yo era un aprendiz de penalista y por consiguiente cada duda o inquietud que tenía, la consultaba directamente con él, que era una autoridad en la materia. Desde el punto de vista de relación social también me hizo falta porque en buena parte siempre se me identificó como el hijo de Alfonso Reyes. Todo se modificó súbitamente con la toma del Palacio de Justicia: el entorno social, el referente  profesional y el referente personal. De todas maneras, lo que soy ahora se debe en buena parte a lo que recibí de él.

C.O.T.- ¿Hay heridas abiertas?

Y.R.A.- No, eso lo tengo claro. No hay ninguna herida abierta y no guardo rencores.

C.O.T.- Es muy difícil imaginar qué hubiera hecho su padre en el caso de ser él, el presidente de la Corte en esta época ¿Cómo habría reaccionado si hubiera sentido amenazada la independencia judicial?

Y.R.A.- Mi padre era muy radical en ese aspecto. Y no solamente él, En su época, los magistrados insistían mucho en hacer respetar la independencia de la Corte. Desde luego, también eran tiempos en que los mandatarios y los miembros de la Corte eran ajenos a los medios. Por ejemplo, la exposición de mi padre a la prensa en el año 85, cuando era el presidente de la corporación, fue mínima. No tengo idea de cuántas veces saldría  en prensa pero en todo caso no fue más de tres o cuatro veces, dos de ellas antes de morir, durante la toma del Palacio.

C.O.T.-  La Corte Suprema ha estado en el ojo del huracán y no se recuerda otra época de la historia colombiana en que varios magistrados tuvieran que ser protegidos internacionalmente por el riesgo que corren sus vidas ¿Qué opina de la actitud del ex presidente Uribe frente a la Corte y la respuesta que ésta le dio?

Y.R.A.- El gobierno del ex presidente Uribe se equivocó cuestionando públicamente las decisiones judiciales, entre otras cosas, porque le hace un grave daño a la institución judicial. Sí el Presidente no confía en la administración de justicia, no puede exigirle a los ciudadanos que la respeten. La Corte, como dice usted, por segunda vez se ve muy amenazada en épocas reciente y ha reaccionado de una forma que tal vez no sea del todo acertada porque salió a dar la pelea  en los medios de comunicación, y eso la dejó muy expuesta. Sin embargo, creo que al final la Corte tiene un balance bueno y por eso la opinión de los colombianos ha estado mayoritariamente a favor de ella.

C.O.T.- Usted es penalista. Acaba de ser nombrada una Fiscal General de una terna en la que no había ningún especialista en derecho penal ¿Cree que a la elegida le harán falta esos conocimientos?

Y.R.A.- Siempre he dicho que el Fiscal General debe ser penalista. Lo que sucede ese que los jefes de Estado han estado más inclinados a nombrar en la terna, profesionales del derecho que no son expertos en penal, salvo el caso de Alfonso Gómez Méndez. La ausencia de la especialidad va a suponer problemas prácticos porque el sistema nuevo requiere intervención personal del Fiscal en audiencias orales ante la Corte Suprema, de procesos complejos. Aun cuando se elimine esa facultad, tal como se ha propuesto, sigo pensando que el organismo estatal encargado de la persecución del delito, debería ser manejado fundamentalmente por un penalista. Es cierto que la Fiscalía, como el resto de las instituciones, tiene problemas administrativos importantes. Sin embargo, el interés público en la actuación del Fiscal General está centrado en los procesos, no en la resolución de los líos administrativos.

C.O.T.- En las actuales circunstancias ¿Cuáles son las calidades que debería demostrar la nueva Fiscal para tener éxito y desactivar las críticas que ya se le están haciendo?

Y.R.A.- Necesita ser muy independiente en su trabajo. Eso es clave para que la Fiscalía deje de ser vista con desconfianza por la ciudadanía y para que sea percibida como un órgano autónomo dentro del Estado. Es muy importante que la Fiscal forme un buen equipo en el área del derecho penal. Y necesita, desde luego, iniciar una reorganización administrativa de la Fiscalía que le permita disminuir los niveles de congestión de los procesos que en buena medida se le debe a una inadecuada distribución orgánica de sus labores.

“Un personaje admirable”

Alberto Donadio acaba de publicar el libro “Que cese el fuego. Homenaje a Alfonso Reyes Echandía”. Lo escribió para honrar la memoria del presidente de la Corte Suprema de 1985 que murió trágicamente junto con  otros magistrados, empleados y guerrilleros del M-19, los responsables de la toma del Palacio de Justicia ocurrida hace  25 años. Donadio decidió recordar a Reyes Echandía “porque en un país donde son tan escasas las figuras públicas que inspiran respeto, él es un personaje que podemos admirar incondicionalmente, sin temor a equivocarnos, sin llevarnos ninguna sorpresa, sin tener que arrepentirnos”. Alfonso Gómez Méndez, uno de los alumnos más cercanos al profesor Reyes, asegura de él que “fue, de lejos, el mejor penalista de la época”. Caústico analista de la historia nacional, Gómez le atribuye el intento tácito, de quienes han investigado y escrito sobre la toma y retoma del Palacio, de minimizar la figura de Reyes Echandía, al “pacto de silencio que todavía existe alrededor de esos acontecimientos y a la interpretación innoble que los sectores de extrema derecha le quisieron dar a sus famosas palabras antes de su muerte: ‘que cese el fuego’, en un país donde antes y después no se ha hecho otra cosa que negociar”. 

Por Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador

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