Detener la propagación del virus se ha convertido en un reto para todos los países del mundo. Mientras se le hace frente a la pandemia de todas las formas posibles, evitando el contacto, las aglomeraciones, e incluso el distanciamiento de unos con otros, es inevitable sentir pánico. Las manifestaciones de cordialidad y de afecto son cada vez más escazas, y el afán por salir victorioso de estas situaciones atípicas, le han dado paso a otro tipo de expresiones como Namasté donde la kinésica y la proxémica cobran toda la relevancia e inciden en los patrones de conducta de los seres humanos.
Námaste o namasté es un saludo de origen sánscrito, que proviene de la India y que tiene aproximadamente 3.500 años de antigüedad. Muchas culturas lo han adoptado dentro de sus costumbres y puede tener dos significados: “mi alma saluda a la tuya” o “adiós”. Esta señal simboliza respeto y está asociada también a saludos, respeto y gratitud. La historia dice que al momento de decir esta palabra debe existir “una inclinación ligera de la cabeza hecha con las palmas abiertas y unidas entre sí, ante el pecho, en posición de oración”, Namasté es una connotación sagrada que, además, busca que los seres humanos, se reconozcan y valoren desde su propia esencia.
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Darse un beso en la mejilla, abrazarse y estrechar la mano son costumbres que se han ido perdiendo con el tiempo. Cecilia Pérez, psicóloga de la Universidad Complutense de Madrid, afirma que “la incertidumbre creó una nueva cultura afectiva y social” y que en ese afán por mantener vivas las relaciones humanas, es donde otro tipo de conductas empiezan a aflorar, no solo por la necesidad de escapar de la virtualidad sino porque permiten entender otras formas de cercanía con los pares, como en el caso de la práctica del “Namasté” una alternativa que no había sido muy explorada y que hoy por hoy es un homenaje a su origen: “Cuando te inclinas ante otro, estás honrando algo sagrado en él. Cuando te inclinas ante otro, estás reconociendo que es digno de respeto y dignidad”.
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Aunque con el paso de los meses las personas han aprendido a valorar más las palabras y a disfrutar al máximo de los pocos momentos que tienen para encontrarse con sus seres queridos, darles la oportunidad a estos nuevos hábitos de vida, mejoran las relaciones personales, Namasté es una transformación, un espectro de luz que va más allá de lo físico, es un ejercicio que le da paso al entendimiento, a ponerse en los zapatos del otro, desde el respeto, abriendo caminos para que quienes lo adopten traten a los demás como ellos quisieran que los trataran, donde lo positivo se convierte en una base de vida que va de la mano con la armonía y la plenitud, los juicios se vuelven inexistentes y los seres se vuelven más compasivos. ¡Namasté!
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