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Roberto Carlos, la leyenda viva

Si hay algo de lo que jamás habla Roberto Carlos en sus entrevistas, es de su pierna derecha; o más bien, de su falta de pierna derecha.

Elisabet Cortiles
13 de diciembre de 2015 - 08:42 p. m.
El cantante Roberto Carlos. / Cortesía
El cantante Roberto Carlos. / Cortesía

El hombre del millón de amigos se ajusta cada mañana la prótesis que lleva por debajo de la rodilla y la acomoda, para evitar que se le note la cojera en los conciertos y las ruedas de prensa. Es un tema tabú, y es imposible encontrar una sola fotografía del cantante con una sola pierna; tampoco ninguna entrevista en la que hable sobre ese trágico episodio de su vida. En su caso, no fue una mina antipersonal la que acabó con el idilio entre Roberto Carlos y su miembro derecho; la encargada de separarlos fue una locomotora de vapor, un día en que Roberto Carlos tenía 6 años y jugaba en las vías del tren de Cachoeiro de Itapemirim.

No hacerle una sola pregunta sobre ello fue la única condición para poder entrevistar al cantante latino más grande de todos los tiempos. Bueno, esa, y la de llegar al famoso hotel Copacabana Palace –lugar de la entrevista– vestidos de blanco o azul. Antes de viajar a Río de Janeiro nos advirtieron que Roberto Carlos es un hombre lleno de manías, y una de ellas, desde hace más de 20 años, es que todo a su alrededor –personas incluidas– estén en estos dos colores. No importa el azul, puede ser navy blue –color que lleva el vestido de su banda– azul cielo, azul turquesa, o azul eléctrico, pero debe ser azul. Y el blanco crudo y los más de 40 tipos de blancos que son capaces de distinguir los esquimales, están permitidos.

El día de la entrevista, y para no correr riesgos, optamos por un vestido blanco puro. La decena de periodistas venidos de todo el continente y que hacían fila esperando su turno, parecían el mar de siete colores de San Andrés. Sólo una pobre desafortunada, una presentadora de República Dominicana, que no fue advertida, se presentó con unos shorts de cuero negro y una camisa a juego ante un más que disgustado Roberto Carlos.

El cantante brasileño nos reconoció que no se trata de simples caprichos de artista famoso, que él padece de una enfermedad mental conocida como Trastorno Obsesivo Compulsivo, y no tiene ningún problema en hablar sobre ello. Para los que todavía estén perdidos, es la misma enfermedad que padece Jack Nicholson en la película Mejor Imposible. TOC, como él lo llama, lo empuja a repetir una y otra vez las mismas acciones, como entrar y salir siempre por el mismo lugar, o nunca pasar por debajo de una escalera, o no dar conciertos en agosto, o firmar contratos, solo, en luna menguante.

Más allá del TOC, a sus 74 años Roberto Carlos es una leyenda viva de la música. Leyenda, porque lleva más de medio siglo triunfando sobre los escenarios y hace años que superó el millón de amigos y el millón de dólares en su cuenta bancaria; y viva, porque parece no envejecer en el tiempo, como si O rei do Brasil se conservara en un tarro de formol todas las noches. Sigue con la misma vitalidad de aquel niño de 14 años que llegó a Río para ser cantante y se hizo famoso imitando a Elvis Presley en un programa de televisión. Es un hombre sin apellidos, porque nunca los necesitó; llenó las emisoras de Gatos Azules, de Detalles, y de Amadas Amantes, y todavía hoy sus canciones son las más programadas en las radios de Latinoamérica. Fue en la balada, en que Roberto Carlos encontró su reinado, y una vez se puso la corona, nadie se la pudo sacar.

 

Por Elisabet Cortiles

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