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Cuando Gustavo Cerati se emparrandó con “Los Caminos de la Vida” de Omar Geles

Esta canción, de la que se hicieron 37 versiones, fue uno de los grandes éxitos del cantautor Omar Geles. Una crónica en homenaje al cantautor vallenato, quien falleció el pasado martes a los 57 años.

Alberto González Martínez
24 de mayo de 2024 - 12:06 a. m.
Cerati arribó a Bogotá en su penúltimo concierto en la ciudad, llevado a cabo en 2006.
Cerati arribó a Bogotá en su penúltimo concierto en la ciudad, llevado a cabo en 2006.

Durante las honras fúnebres de Omar Geles, Péter Manjarrés tomó el micrófono. “Este es un homenaje con la canción más escuchada en el mundo. Con la de más versiones en el mundo”. Manjarrés exageró, sin embargo, ese sí fue el tema con el que Geles rompió las barreras del mundo. De su mundo.

El acordeón sonó y los asistentes a la Plaza Alfonso López de Valledupar cantaron junto a Manjarrés. Al coro, minutos después, se sumó doña Hilda Suárez, la mamá del cantautor cuyo corazón dejó de latir en una cancha de tenis el pasado martes 21 de mayo. “Los caminos de la vida son muy difícil de andarlos”.

Y así fue. Esa canción tomó unos caminos muy extraños. Llegó hasta el sur del continente y la popularizó Vicentico, un músico que, aunque nada tenía que ver con la puya, el paseo, el merengue o el son, quedó embelesado con la letra y se prometió grabarla a su estilo. Ahí empieza parte de esta historia y de esta crónica:

***

Un grito ensordecedor apareció, después de que silenciaran las guitarras. Doce mil personas lo protagonizaban. La Plaza de Toros La Santamaría estaba por reventar como las cuerdas de las guitarras de Gustavo Cerati cuando tocó su canción “Engaña”. Esa noche, el argentino se despidió con “Crimen”, aunque el público bogotano no quería despedirse.

―¡Otra, otra, otra! ―gritaban al unísono.

Era 2006, el penúltimo concierto del argentino en la capital colombiana y número treinta de aquella gira del álbum “Ahí vamos”. Cerati bajó las escaleras y abrazó con emoción al organizador. Era Julio Correal, quien también estaba alegre por hacer un “sold out”. El argentino se rio y le dijo:

―Julito, ese letrero toda la noche ahí iluminándome.

―Es uno de los patrocinadores, huevón ―le respondió Correal y se rieron juntos.

El argentino se refería a una publicidad de condones que estaba en la pared por donde bajan las escaleras. En el backstage se quedaron conversando con Naty Botero, la cantante que había hecho apertura del concierto. Ya era de madrugada, y comenzaba el 8 de septiembre, día de cumpleaños de Adrián Taverna, el sonidista. Cerati le recordó a Correal y debían llevarle una sorpesa.

La parranda en el camino

Se fueron de la Plaza de Toros para el hotel Dann Carlton de la 104 con 15. Tomaron aguardiente y la Avenida Caracas. Cuando atravesaron la calle 53, al músico argentino se le ocurrió una idea.

―Vamos a llevarle vallenato a Taverna ―le dijo al bogotano.

En la esquina estaba un grupo vallenato básico: cajero, guacharaquero y acordeonero. Correal detuvo el vehículo y les inquirió:

―¿Ustedes qué? ¿Están libres?

Antes de que respondieran ya estaban dentro de la van. Sin mediar palabra ni negociar el toque, retomaron su camino al hotel, desde donde comenzó la parranda. Correal les preguntaba a los músicos vallenatos que si sabían con quién estaban. Ellos simplemente sonreían y afirmaban con la cabeza.

La parranda en los caminos

A los instrumentistas vallenatos les pasó lo mismo que al público barranquillero cuando Soda Stereo estaba en sus inicios y dio un concierto a esa ciudad como teloneros en el que salieron chiflados, según cuenta la anécdota. No los reconocieron. Luego, debían convencer a la gerente del hotel que los dejaran seguir la parranda vallenata.

―Estamos superemrrubaos, venimos a festejar el cumpleaños de Adrián Taverna, vamos a subir a estos vallenatos allá a la habitación porque le vamos a llevar una serenata ­―le avisó Correal a la administradora con la emoción de los tragos.

―Ay, no, por favor, no, Julio, no, te lo suplico. No me hagas esto ―respondió angustiada a la mujer.

―Aquí hay una recepción amplia. Entonces lo hacemos aquí.

―Ay, no, por favor, no ―repetía ella en medio de su angustia.

―Pero, oíste, estamos de cumpleaños ―intervino Cerati.

Con esa frase bastó para que la gerente no siguiera con las súplicas y les asignó un lugar. Subieron sus habitaciones, se cambiaron y bajaron al cumpleañero. Llegaron a un salón alejado y allí continuó la inesperada parranda vallenata. Reían, gozaban y bebían. Taverna pidió “La gota fría”, mientras Cerati se sorprendía de los músicos.

―¡Pero son tres nada más!

Correal debió haber respondido que ellos también eran tres en Soda Stereo y lograron llenar estadios en toda Latinoamérica. Los músicos seguían interpretando los temas vallenatos que suena y resuenan en las cantinas colombianas, aunque Cerati no lo lograba reconocer ninguno de ellos. Hasta que, sin que nadie pediera, sonó una melodía que se le hizo familiar.

―¡Ah, mirá, la canción de los Fabulosos, boludo! ―le dijo a Correal.

―Eso es un vallenato famoso, Gustavo ―le respondió en tono de burla y, luego, le explicó que era original de “Los Diablitos” (1993).

―Ah, “Los caminos de la vida”. Mirá.

Después de esta canción, de la autoría de Omar Geles, Correal les pidió a los músicos vallenatos una puya para cerrar. Nuevamente, los músicos argentinos se sorprendieron. Intentaron aplaudir y seguir el ritmo, pero no podían. Intentaron bailar y tampoco. La parranda terminó a las tres de la mañana. Correal recuerda que Cerati estaba contento. Lo que no recuerda es ni cuánto ni quién les pagó a vallenatos.

***

Nota: Esta es una versión editada de “La noche en la que Gustavo Cerati se emparrandó con vallenato” publicada en El Espectador el 05 de septiembre de 2021, bajo la firma de Alberto González Martínez, quien para entonces pertenecía a la Fundación Color de Colombia.

Puede leer también: El último adiós a Omar Geles

Alberto González Martínez

Por Alberto González Martínez

Vallenato formado en la Universidad de Antioquia. Escribe sobre música, cine y demás temas culturales.albertosartreagonzalez@elespectador.com

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