Cuando Shakira ya había aprendido inglés y grabado su primer álbum en ese idioma, hizo una colaboración con un artista haitiano que se convertiría en la canción más escuchada de la artista, con cerca de dos mil millones de reproducciones en Spotify. Era una cantante que ya había conquistado varios escenarios mundiales y a su ciudad natal, aquella que no daba mucho por ella en sus inicios, nunca le habían prestado tanta atención como cuando la nombró en esa canción.
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Era tan surreal como el nacimiento del mismo tema llamado “Hips Don’t Lie”. Wyclef Jean se le había aparecido en un sueño, como contó ella en la entrevista “No Lie: Shakira says Wyclef appeared to her in a dream” que le hizo MTV. Allí dijo que el haitiano se había comunicado con su equipo porque quería colaborar con ella justo el día que había soñado con él. Shakira le advertía al periodista que no era supersticiosa. Tampoco podía ser una simple coincidencia.
Ese sueño se convirtió en un videoclip y una canción que superó las expectativas. Una mezcla de reggae, salsa y cumbia que pondrían a Shakira y Barranquilla ante los ojos del mundo. El vieoclip del tema más de 1.500 millones de reproducciones en YouTube.
“En Barranquilla se baila así”, dicha en español por ella y por el haitiano, en medio de una canción cantada totalmente en inglés, fue la frase que la enmarcaría. Junto al movimiento de sus caderas al ritmo de la cumbia y la aparición de las marimondas en el video, que asemejaban un ambiente carnavalero, haría que Shakira renovara votos con Barranquilla.
—¿Cómo se entiende este reclamo? —le pregunto a la escritora Nadia Celis, quien tiene como uno de sus principales objetos de estudio a Shakira.
—Es un discurso que viene de una necesidad de traducir a términos locales y regionales un individuo que ya desborda esas fronteras —explica Celis—. Es un poco lo que se le reclama también a García Márquez.
Los primeros años de Shakira estuvieron directamente influenciados por el pop y el rock que, una vez ingresada al mercado internacional, se fue abriendo a los sonidos latinos, sin mostrar ninguna nostalgia por los ritmos autóctonos de su tierra, a los que poco a poco se fue acercando y tuvo como punto culmen su “Hips Don’t Lie”.
En noviembre del 2006 Shakira dio un concierto en su natal Barranquilla, ante 40 mil personas, que sirvió como una suerte de reconciliación con su tierra, en donde invitó al cartagenero Joe Arroyo, con quien cantó la salsa “Te olvidé”.
Shakira, en sus posteriores álbumes, exploró una faceta más amplia del Caribe, no limitándose al Caribe colombiano, sino al Caribe Latino, con mezclas con otros géneros como el merengue ripiao y posteriormente con el reguetón. Una búsqueda por sus raíces caribeñas que tanto le reclamaban. Aunque eso no sería suficiente.
Cuando la barranquillera lanza la producción “She Wolf” y se aligera en su indumentaria, cruza una línea que para algunos críticos y periodistas de la región no podía pasar. Para algunos mostraba más de la cuenta, como si el Caribe no tuviera aquellos cuerpos femeninos andantes en sus playas que, de hecho, el mismo Gabriel García Márquez denominaría en un perfil que escribió de la barranquillera como una “sensualidad inocente”.
—La gente tiende a mirar el mundo como blanco y negro, entonces cuando dos cosas coexisten es una contradicción. El espacio del Caribe es el espacio de la tensión, de la paradoja. Shakira encarna la capacidad de moverse entre múltiples identidades—explica la escritora Celis.
Otro momento clave de la Shakira en su representación caribeña fue cuando incluyó en su presentación en el medio tiempo del Super Bowl (2020), junto a Jennifer López, una champeta que bailó con tanta fuerza que resonó nuevamente en el Caribe. Era una canción africana, “Mama Icha”, que los picós habían popularizado antaño en Cartagena y Barranquilla.
—¿Hasta qué punto que punto todo este relato de caribeñidad y la latinidad real o es simplemente una estrategia de marketing? —le inquiero a la escritora.
—No creo que puedas distinguir eso y mucho menos en este tipo de figuras que son del mercado. Para mí es el fenómeno del caballo de Troya. Es decir, entras y para poder abrir los espacios te pintas el pelo, te adelgazas y cantas en inglés. Una vez que estás ahí adentro, puedes romper ciertos esquemas y posicionar un tipo de identidad que nunca había antes en ese espacio.
El Caribe ha hecho de Shakira una nueva mujer, trayendo a colación al periodista Juan Gossaín, que se refería al hombre del Caribe como “nuevo hombre”. Ese cruce casi que ilimitado entre las culturas que allí pululan han hecho de Shakira una mujer contradictoria, que cada vez está más cerca y más lejos del Caribe. Una mujer con la que se hubiese soñado la noche anterior.