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¿Qué encontrará el público en la versión 11 del Festival Internacional de Ballet?
Lo primero que va a encontrar es un cambio de esquema. Este año, el festival tiene como lema “La cultura por la paz”. Y es que ésta tiene que ver con la educación artística y el arte, ya que son el mejor medio para transformar, desde lo sensible, a los seres humanos. El arte ayuda al desarrollo de una conciencia en relación consigo mismo, con el ambiente, con nosotros; se desarrolla porque el arte trabaja con la sensibilidad. Por lo tanto, el componente educativo que manteníamos durante los festivales anteriores ha cambiado.
¿Cuál es el futuro del ballet en Cali y en Colombia?
Aquí en Cali lo veo muy negativo. Ha existido un retroceso en la educación artística profesional. Ahora se están evaluando las clases de ballet con los mismos criterios de otras materias. La parte artística ha perdido su valor. Creo que eso pronostica un futuro muy triste y ha afectado el desempeño de la Compañía Colombiana de Ballet, única en el país.
¿Por qué se acordó realizar el Festival de Ballet cada dos años y no anual, como era su costumbre? ¿Interfería con la Bienal de Danza?
Claro, la Bienal se atravesó en las fechas del Festival pasado y la Alcaldía me llamó y propuso que se realizara cada dos años, con el fin de que cada evento tenga su espacio propio. Me pareció bien. Nos dio más libertad para los preparativos y para presentar un gran espectáculo.
El hecho de que sea bienal, ¿no marca un retroceso en su planificación?
No, en nada. El Festival ya ha tenido un reconocimiento muy marcado a nivel mundial. Es más, Roger Salas, el gran crítico de danza español, reconoció que Cali había hecho un triángulo de la danza hispanoamericana con Miami y La Habana. Dijo, además, que Cali tiene la ventaja de poseer un festival abierto a todos los géneros de la danza en materia profesional.
¿Cómo hacer para que el ballet interese más a la gente?
Es un tema de educación. Motivando a la población a que participe. Yo creo que la ciudad espera mucho el ballet. Hace unos días, durante el lanzamiento del Festival de este año, el público, con semejante ovación, pareciera que me estaba diciendo: “¿Usted dónde estaba?”. Ese gusto por el ballet se logró en los diez años de trabajo. Entonces hay que mostrar las nuevas tendencias. En muchas ocasiones, cuando la gente habla de ballet, se refiere al Quijote, el Cascanueces o la Bella Durmiente. Ese es el ballet de tradición, pero el ballet contemporáneo tiene una gama extraordinaria de enfoques que los coreógrafos han logrado proyectar, porque en el arte las cosas suman, no restan.
La operación del Festival de Ballet se otorga por licitación, y la Fundación para el Desarrollo de la Danza y las Artes Escénicas Danza Conmigo ganó esa convocatoria.
Esta fundación fue creada para, primero, ayudar a los estudiantes de Incolballet. Después la convertimos en una fundación de apoyo para la creación del Centro de Investigaciones de la Danza, y todos esos proyectos se fueron desdibujando con mi salida de Incolballet. Y en todo este tiempo, apoyada por el Teatro alla Scala, de Milán, hemos investigado el contexto del espectáculo en vivo en la ciudad y propusimos formar gente del sector cultural que no tiene oportunidad para tener procesos de formación. Ya realizamos un primer taller en diseño de luces, además de otro para maquinistas teatrales, que es lo que aquí se conoce como tramoyista.