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Las “Mil ciudades” de Andrés Cepeda

El décimo álbum del cantante bogotano cuenta con la participación del maestro Gonzalo Rubalcaba y de la Orquesta Sinfónica de Praga. Una producción que trasciende fronteras.

Un chat con...
05 de octubre de 2015 - 01:55 a. m.

“Mil ciudades” es su último trabajo discográfico. ¿Cuál es el contexto que rodea esta producción?

Lo lanzamos en septiembre, después de haber lanzado un sencillo. Estamos muy contentos, porque este álbum llega en un momento muy especial; es mi décimo álbum, pero es el primero con Sony Music. Es el primer álbum en el que cuento con un respaldo logístico y económico bastante importante. Me permitieron hacer algunas cosas que había querido hacer y era difícil lograr, me dieron rienda suelta.

El trabajo en la producción es muy distinto al trabajo en la composición. ¿Cómo fue componer con el colectivo La Corporación?

Mis tres compañeros de La Corporación son los tres amigos más criticones que tengo, entonces, desde que me conocen y los conozco, siempre tienen algo que decir de mi trabajo, y no siempre es bueno. Recuerdo que estábamos reunidos tres de nosotros hablando de los próximos proyectos y les dije: pues ya que tienen tanto que decir, hagamos un álbum juntos, por qué no empezamos los cuatro a componer, si tenemos tantas ideas hagamos algo con ellas. Empezamos a reunirnos cada dos semanas y nos encerrábamos en una finca y empezábamos a componer.

Es su décimo álbum. ¿Ese número significa algo para usted?

Caí en cuenta en una entrevista, que eran diez discos. Son diez discos de la carrera de solista, si incluimos los DVD que hemos realizado, dan diez discos. Jamás lo había pensado, pero es un disco muy importante en ese sentido.

Son mil ciudades y cada una tiene una parte importante en este trabajo discográfico. ¿Es distinto componer, realizar, producir en diferentes ciudades? ¿Es distinta la inspiración allí?

Pues la novedad de una ciudad nueva siempre va a imprimir algo en la experiencia que se está teniendo. Más que los lugares, pienso que la gente con la que se trabajó lleva algo más. Julio, por ejemplo, trajo unos personajes increíbles, trajo a Gonzalo Rubalcaba, le presentó una canción que teníamos ahí para que la realizáramos juntos, y al maestro Rubalcaba le gustó mucho.

¿Cuál es el tema musical en el que estuvo el maestro Rubalcaba?

“Bolero sin fin”. Precisamente está la Orquesta Sinfónica de Praga. Es una canción que quiero mucho, porque está el maestro Rubalcaba, porque está la orquesta, pero sobre todo porque es una canción que no nos cuenta una historia como tal, sino que nos dice por qué es tan importante la música para alguien. Habla de la relación que una persona puede tener con una canción o con un género, en este caso el bolero.

¿Cómo fue la experiencia de trabajar con el maestro Rubalcaba?

Contar con el maestro y con su buena onda para grabar con nosotros fue una validación gigantesca. Ver que el hombre no solamente llegó al estudio, tocó la canción y se fue, sino que llegó al estudio, hizo 14 o 16 tomas, más o menos, él mismo se sentó ahí a editarlas, le quitamos mucho tiempo de su vida... Para mí fue un regalo muy grande que él haya dedicado toda su atención a esta canción.

Hay una parte en ese “Bolero sin fin” que habla de acordes disonantes. Para usted, ¿cuáles son los acordes disonantes? ¿Qué tiene que tener un acorde disonante?

El acorde disonante tiene mucho que ver con el “feeling”. Si nos fijamos en algunas composiciones de “feeling”, son unas melodías y armonías muy caprichosas, muy coloridas, muy salidas del bolero. Eso, me parece, que identifica el tipo de bolero que estamos hablando. Esos boleros que traicionan la obviedad, esas canciones que traicionan lo predecible. Ese acorde disonante que hace la diferencia, que emocionalmente siente, que armónicamente pasó con la música. Creo que de eso se trata ese verso.

Ha hecho bolero en este disco y en otras oportunidades. Ha hecho balada, rock, pop, jazz. ¿Cómo son estas influencias en usted? ¿Cómo son estas distintas corrientes a través de su voz?

Todo lo que uno hace, todo lo que escucha, va haciendo parte de lo que uno quiere dejar plasmado en un álbum. Cada vez que hago un proyecto, sea de pop, rock o jazz, todo eso viene a sumarse inconscientemente para lo que uno vaya a hacer el próximo año. Pienso que con los proyectos de “Vivo en directo” ha pasado eso, me ha llevado a tomar ciertas decisiones inclinadas hacía allá, que terminan siendo inconscientes. Por ejemplo, hay una canción ahí, que es una de las que más me gustan, que es la canción de Paulinho Moska, que tiene una traducción muy linda de Jorge Drexler, que se llama “Pensando en ti”. Y el tratamiento que le quise dar a esa canción precisamente fue de un cuarteto de jazz, con un solo piano, un contrabajo, más adelante hay una sección de vientos, y esa es una decisión que no se toma conscientemente. Todo viene a juntarse.

Hay composiciones de Amaury Gutiérrez, Kany García y Tommy Torres. ¿Cómo llegaron esas canciones? ¿Las encargó?

Estamos hablando de amigos de hace mucho tiempo, gente con la que tengo una comunicación muy fluida, que cuando se enteran de que iba a hacer un álbum, en un tema de conversación, ellos me preguntan qué me gustaría hacer y les comento cómo me gustaría que fuese la canción.

¿Cómo fue el proceso con cada uno de ellos?

Kany estaba pendiente de que escribiéramos algo juntos y me mostró una canción que era muy linda. Lo mismo sucedió con Ricardo Montaner: teníamos guardadas varias ideas que desarrollamos en el disco. Son colaboraciones en las que hemos venido encontrándonos, ya sea por el trabajo, por amistad. Son los amigos que están ahí y se enteran de lo que uno está haciendo y quieren aportar.

En el tema musical “La felicidad” la definen como un vaivén, pero también como un tango.

Peleé mucho con Montaner, porque discutíamos si la felicidad es un vaivén, si era un tren o un barco. Fue una discusión larguísima, porque cada uno tiene una versión diferente de cómo es la felicidad. Llevar la idea de que la felicidad no se puede compartir ni anunciar a grandes voces, porque corres el riesgo de perderla. Finalmente, son canciones de amigos que saben que estás haciendo un disco y que te quieren ayudar.

Eso quiere decir que ha entrado mínimo diez veces a un estudio de grabación durante toda su vida.

Y más. Recuerda que empecé antes de que fuéramos conocidos como Poligamia en el año 92, que empezamos a hacer nuestro trabajo. Yo venía unos años atrás cantando jingles. Entonces han sido muchas veces, muchas horas.

¿Le sigue pareciendo motivador entrar al estudio o, por el contrario, se ha vuelto algo rutinario?

No, para nada es rutinario. Sigo llegando al estudio con la ilusión primípara de ese lugar donde vamos a hacer nuestra grabación. Recuerdo las primeras veces en las que tuve la oportunidad de grabar algo propio: es emoción, es muy grande. Uno vuelve ese lugar una cosa muy sagrada por varios días o meses.

Hay una canción que se llama “Mejor que a ti me va” y arranca con un “scratch” de un vinilo y termina con un tumbado algo latino. ¿De dónde surgió esta idea?

Esa es una idea que tuvo nuestro ingeniero de incluir el “scratch”. La canción originalmente es diferente a como salió en el disco. La canción parece una balada ochentera, pero también tiene como una salsa; es un juego de épocas. Y con Julio, que quiso darle ese “twist”, pensamos que era interesante sacarlo de un arreglo muy obvio de la balada muy americana.

Respecto a ese sonido del vinilo, ¿cuál es su sentimiento frente al acetato?

Reconozco que mis primeros demos los saqué en acetato. Sí, hay una nostalgia, que se ha vuelto una reavivación del tema, hay mucha gente coleccionando acetatos y muchos están sacando colecciones en acetato, porque cada vez hay más gente para todo. Somos muchos a los que todavía nos gusta comprar el disco físico.

En este disco, como en los anteriores, hay un viaje por los sentimientos. Por el amor, el desamor, la desesperación. ¿Cuál es el sentimiento en el que se siente más cómodo para cantar?

Hay unos que son de despecho que me fascina cantarlos, me siento bien interpretando ese tipo de emociones, pero hay otros, como el que escribió Juan Gabriel Turbay para este disco, que se llama Por el resto de mi vida y que es una canción supertierna, con un optimismo tremendo. Son dos emociones diferentes y las dos me gustan mucho.

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