Casemiro es el sargento de la selección de Brasil

Para Tité, el volante del Real Madrid es el hombre clave en su selección, el que trabaja para que los demás puedan brillar.

Camilo Amaya - Enviado especial Rusia
27 de junio de 2018 - 02:00 a. m.
Casemiro lleva 150 minutos en cancha durante esta Copa del Mundo. En el empate a un gol contra Suiza fue sustituido por Fernandinho.   / AFP
Casemiro lleva 150 minutos en cancha durante esta Copa del Mundo. En el empate a un gol contra Suiza fue sustituido por Fernandinho. / AFP

En la sala de prensa del estadio de Luzhnikí, en Moscú, dos hombres hablan fuerte mientras miran la pantalla de un celular. De lejos, parece una pelea, ya de cerca es solo un diálogo entre dos periodistas brasileños, un poco escandalosos. Es su manera de vivir el fútbol, de analizarlo, de sentirlo. El tema de conversación es Casemiro, el volante de la selección dirigida por Tité, al que comparan con un sargento: no es la figura mayor, es decir un general, pero sí se hace imprescindible para lograr una victoria. Su charla tiene como soporte el triunfo sobre Costa Rica por 2-0, encuentro en el que el jugador del Real Madrid solo falló cinco pases de los 94 que dio durante los 90 minutos. “Es una máquina. Es limpio para quitar la pelota, para entregarla, hasta para pegarle”, dice uno mientras el otro asiente con la cabeza. (Vea nuestro especial sobre el Mundial de Rusia 2018)

Florentino Pérez, presidente del equipo merengue, tiene un meme guardado en su celular en el que se ve un mapa de la tierra y tres cuartos de la superficie están cubiertos por agua, el otro por Casemiro. Es una manera graciosa de expresar lo que hace el brasileño en la cancha, lo que significa para uno de los clubes más poderosos del planeta y para su selección también. El futbolista de 26 años, que se llama Carlos Henrique Casemiro, nació en una ciudad de ricos (Sao José dos Campos), pero en un barrio de pobres. Un padre que dejó el hogar cuando él tenía tres años, una madre que trabajaba más horas para ganar cada vez menos y dos hermanos menores, la motivación de un niño que cautivó en las divisiones inferiores del Sao Paulo, porque jugaba como un adulto, porque paraba y pensaba como un grande, con apenas 10 años.

En ese entonces, en medio de la escasez, Casemiro viajaba una hora y 16 minutos para llegar desde su casa a la sede del gigantesco club brasileño. De hecho, algunas veces, cuando tenía partido los fines de semana, trataba de convencer a cualquiera de sus compañeros para que le diera posada. Y si no tenía suerte dormía en la calle, sin remedio, sin temor. “En varias ocasiones lo hospedé porque me daba tristeza verlo solo, sin tener para dónde coger”, dijo, en una entrevista para O Globo, Jesús Moreira, su primer entrenador, el mismo que quedó cautivado por su contextura y por su manera de utilizar el cuerpo para sacarles ventaja a los demás. (Lea: Brasil, a resarcir su historia tras el papelón de hace cuatro años)

Casemiro nunca tuvo espacio para las lamentaciones o melancolías, pues compadecerse de sí mismo siempre fue algo denigrante para él. Aún lo sigue siendo, pues todavía lo dice cuando le preguntan por su vida, eso sí, después de mostrar una sonrisa indeleble. Su juego, sin importarle nada, lo llevó al primer equipo del Sao Paulo, después al Porto y luego a la filial del Real Madrid, conjunto al que llegó pasado de peso, sin la aprobación del español Rafael Benítez, por ese entonces DT del equipo principal y quien miraba de manera detenida las nuevas contrataciones de todas las divisiones de la casa blanca.

“Todos hablan de Neymar, de Coutinho, de Gabriel Jesús, pero lo que no se dan cuenta es que, para que ellos puedan hacer su trabajo, detrás hay otro empujando fuerte, quitándoles una preocupación. Y ese es Casemiro, el que cualquiera querría en su 11 titular”, dice Carlos Eduardo Mansur, periodista brasileño, que va por todo Rusia detrás de los pentacampeones del mundo. (Lea: Una vida más para Argentina: venció 2-1 a Nigeria y avanzó a octavos)

Esa vocación al sacrificio ha hecho que Tité lo destaque como el jefe de Brasil, el jugador que cumple con la parte táctica para que otros se encarguen de la magia. “Le exijo que juegue como lo hace en su club. Impecable en todos los aspectos. Sin su trabajo, los cuatro de adelante no podrían hacer lo suyo”, dijo el seleccionador en la rueda de prensa antes del partido de hoy contra Serbia, el último de la fase de grupos para los suramericanos. Casemiro también es un amuleto para su país, pues para encontrar la última derrota de su selección con él en el terreno de juego hay que ir hasta el 9 de junio de 2012, al amistoso con Argentina en Estados Unidos, duelo que favoreció a la albiceleste por 4-3. Desde ese momento han sido 17 triunfos y cinco empates, cuando él ha jugado.

Hoy, Casemiro volverá a tener la misma misión: estar en el medio para ser la conexión entre la defensa y el ataque, estar bien ubicado para anular las arremetidas del rival y, por qué no, aportar a la ofensiva, pues también tiene cualidades para ir hacia adelante. El sargento de Brasil no necesita ser un general, siempre y cuando siga divirtiéndose mientras gana. (Puede leer: Imanol Ibarrondo, el hombre detrás de la fortaleza mental de México)

Por Camilo Amaya - Enviado especial Rusia

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