Colombia, más allá del exitismo

Estar entre los 16 mejores del mundo se está volviendo costumbre, sin embargo, es más producto de la capacidad de los jugadores y del cuerpo técnico que por la infraestructura del fútbol nacional.

Luís Guillermo Montenegro
30 de junio de 2018 - 03:18 a. m.
Cristian Zapata y Wilmar Barrios, el primero cuota de experiencia en la selección nacional, el segundo representa la sangre nueva del equipo que brilla en Rusia 2018.  / EFE
Cristian Zapata y Wilmar Barrios, el primero cuota de experiencia en la selección nacional, el segundo representa la sangre nueva del equipo que brilla en Rusia 2018. / EFE
Foto: EFE - DIEGO AZUBEL

Una vez más la selección colombiana de fútbol está entre las 16 mejores del mundo. Y verse ahí, en el lote de los grandes, invita a preguntarse si los resultados deportivos van acordes con la infraestructura del fútbol nacional o son más producto del talento de los futbolistas que han integrado esta generación dorada y de la mano del entrenador argentino José Pékerman. (Vea aquí nuestro especial del Mundial de Rusia 2018)

Lo primero que hay que destacar es que en los últimos años se ha avanzado de manera positiva en el desarrollo del balompié en el país y ya la Federación Colombiana de Fútbol cuenta con una sede deportiva en Bogotá y está construyendo otra en Barranquilla. Además, cada vez se les dan a los protagonistas más herramientas para funcionar como una selección de élite. Claro está que las diferencias con las potencias siguen siendo amplias y no se puede comparar la maquinaria nacional con la que hay detrás de equipos como Inglaterra, España, Brasil, Argentina, Portugal e incluso México, sólo por mencionar a seis de los 16 que clasificaron a los octavos de final de Rusia 2018.

Así que teniendo en cuenta las limitaciones, hay que valorar lo hecho por parte del cuerpo técnico liderado por José Pékerman. Algunos lo critican porque supuestamente no trabaja, sin embargo, los resultados lo respaldan. Ha sido el único técnico que ha llevado a Colombia a dos Mundiales de manera consecutiva, clasificando las dos veces a la segunda ronda. En Estados Unidos 1994, Pacho volvió a lograr la clasificación, pero no cumplió con el objetivo de avanzar a la otra ronda. Luego, en Francia 1998, Hernán Darío Bolillo Gómez logró el cupo a la máxima cita, pero en la fase de grupos sólo sumó tres puntos ante Túnez.

Pékerman acostumbró a Colombia a estar en octavos de final y quizás eso se volvió tan normal, que ya no se valora como una gran gesta. Es como si fuese una obligación, cuando en realidad lo que esto quiere decir es que el DT sí ha logrado llevar a esta selección a dar un salto de calidad. Ya los más grandes respetan a Colombia, saben quiénes son sus futbolistas y a quién se van a enfrentar. (Le puede interesar: Cavani al borde de las lágrimas: "Esto es muy emocionante")

Atrás quedaron los tiempos en los que los integrantes de la selección se tomaban fotos con sus rivales y se iban de narices a pedirles las camisetas a las estrellas. Ahora la mayoría están acostumbrados a enfrentar a esas figuras. Es más, son sus amigos. Algunos hasta comparten equipo, como lo hizo James Rodríguez con Cristiano Ronaldo en el Real Madrid y lo hace ahora Yerry Mina con Lionel Messi en el Barcelona. Falcao García, por ejemplo, el goleador y capitán, es un futbolista de élite que todos conocen, y eso le da aún más valor al equipo. Él mismo ha reconocido a Pékerman como un hombre clave en su carrera.

Errores se han cometido por montones, pero quién en su trabajo no ha fallado alguna vez. Particularmente, en esta Copa del Mundo el entrenador argentino se equivocó en el partido ante Japón, alineando a muchos jugadores nuevos, a quienes les pesó el debut mundialista. Además, contó con mala suerte por la expulsión de Carlos Sánchez a los tres minutos de juego y fuera de eso se equivocó en los cambios. Pero también demostró que asume sus errores y buscó corregir. Ante Polonia, Colombia jugó el mejor partido de los últimos años, el más redondo en un Mundial. Luego, ante Senegal, la forma como se jugara importaba poco, lo que se necesitaba era ganar y eso se logró.

Queda la incógnita de saber cuál es la verdadera Colombia. La que hizo un supermundial en Brasil 2014 y pasó por encima de Polonia en Rusia 2018, o la que se complicó en la mayoría de juegos de la eliminatoria y ante Senegal en esta Copa del Mundo. Lo que no se discute es que estos futbolistas se entregan al máximo siempre, jugando mal o bien no negocian las ganas. Eso se puede notar, por ejemplo, en la actitud de James Rodríguez, quien por lesión no ha podido jugar como él hubiese querido y cuando salió en el primer tiempo ante Senegal sintió tanta rabia por no poder estar en la cancha que le pegó dos puños al césped y se fue por el túnel hacia los camerinos, con impotencia. (Lea también: Juan Mata: “España tiene el nivel para ganar el Mundial de Rusia”)

Ahora, de cara al futuro, un factor que no se puede pasar por alto es el estado físico del equipo. De los 23 jugadores ya hay tres que prácticamente no podrán actuar más: Cristian Zapata, Abel Aguilar y James Rodríguez. En comparación a hace cuatro años, cuando se logró la clasificación ganando los dos primeros partidos y descansando los titulares ante Japón, ahora en los tres encuentros iniciales se tuvieron que entregar al máximo los inicialistas, así que llegan al límite, contra un equipo inglés que sí pudo tomarse el tercer juego de la fase de grupos para cuidar a sus referentes.

Será una oportunidad de seguir demostrando evolución, de que este grupo de jugadores haga historia. Hablar más allá de los octavos de final ahora puede sonar necio, pero lo cierto es que el cuadro en el que quedó Colombia en Rusia 2018 da para ilusionarse con poder llegar más lejos que en Brasil 2014. Por ahora el siguiente paso es Inglaterra, el martes en el estadio Spartak de Moscú. Se espera una gran presencia de público colombiano, algo que también ha cambiado en los últimos años. La cultura futbolística ha crecido y eso es gracias a los resultados deportivos, a los sueños que genera este grupo de jugadores.

Por Luís Guillermo Montenegro

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