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“Colombia y el mundo viven tiempos inciertos”, dice Juan Eduardo Zuluaga, director de una pequeña caja de compensación en el corazón del Eje Cafetero. Los ciudadanos desconfían de las instituciones, los extremos ideológicos han colonizado la vida pública y la polarización ha hecho que millones de colombianos con necesidades insatisfechas den por perdida la posibilidad de transformar su realidad.
El Espectador habló con Zuluaga sobre cómo, desde Confa Caldas, han apelado a la transparencia y la ética para devolver la confianza a los ciudadanos y seguir impulsando el desarrollo regional.
Su trabajo, dice con modestia, es solo un medio para cambiar la vida de miles de familias afiliadas a la caja. Pero va mucho más allá: Confa Caldas ha contribuido a cerrar brechas sociales mediante auxilios económicos que permiten a los caldenses acceder no solo a bienes esenciales como la vivienda o la salud, sino también a oportunidades de educación, cultura y recreación.
En una época en la que millones de colombianos aún carecen de necesidades básicas satisfechas, Zuluaga ha logrado que la entidad se consolide como un canal para transformar vidas. Gracias al espíritu de compensación familiar, miles de personas pueden hoy acceder a educación, subsidios y vivienda digna.
Como en el resto del país, las cajas de compensación promueven la equidad y el bienestar mediante un sistema que redistribuye los ingresos. Una familia que antes veía limitado su proyecto de vida por falta de recursos puede escalar en la pirámide social gracias a los auxilios educativos o los subsidios de vivienda que gestionan estas entidades. En Caldas, este modelo ha cambiado realidades: jóvenes que acceden a la universidad, adultos que disfrutan de espacios culturales y hogares que logran materializar el sueño de un techo propio.
En 2024, por ejemplo, el Sistema de Compensación Familiar destinó cerca de 1,9 billones de pesos en subsidios, otorgó 180.000 becas educativas y facilitó que 120.000 familias accedieran a vivienda en toda Colombia. Detrás de esas cifras, comenta Zuluaga, está el bienestar tangible de las familias: “son servicios que garantizan derechos y mejoran la calidad de vida de las personas”.
El don de la buena gestión
El director de Confa Caldas explica que detrás de cada historia —una familia que recibe su primera vivienda o un emprendedor que logra consolidar su negocio— hay un sistema robusto y transparente. Lo llama “gobierno corporativo”: una cultura organizacional basada en la ética, la transparencia y las buenas prácticas.
Bajo este esquema, Confa ha desarrollado mecanismos de control y rendición de cuentas que garantizan la legitimidad de sus decisiones. Cada año, los miembros del Consejo Directivo suscriben una declaración de intereses, inhabilidades e incompatibilidades, y se abstienen de participar en deliberaciones donde pueda existir conflicto. “Son medidas sencillas, pero esenciales para asegurar la objetividad y fortalecer la confianza institucional. ¿En qué repercute esto? En mayor transparencia y credibilidad a la hora de cerrar brechas”, señala Zuluaga.
La transparencia, de hecho, es parte de la cultura organizacional. Desde 2017, la entidad publica anualmente su Reporte de Transparencia ante la Procuraduría General de la Nación, una práctica que refuerza la lucha contra la corrupción y la defensa de los derechos de la comunidad. Este 2025, por cuarto año consecutivo, Confa obtuvo la máxima calificación (100 puntos) en el Índice de Transparencia y Acceso a la Información (ITA), que mide el cumplimiento del deber de divulgar información pública, clara y accesible.
¿Modelo sostenible?
Zuluaga, junto con los directivos de las otras 41 cajas de compensación del país, participó esta semana en la edición 35 del Congreso de Asocajas, que reunió a cerca de 100 expertos para debatir sobre el papel de estas entidades en la movilidad social y la sostenibilidad.
Más allá de cerrar brechas económicas, las cajas están redefiniendo su misión con una mirada sostenible que pone a las personas en el centro del sistema. “Hablar de sostenibilidad también implica hablar de transparencia”, insiste Zuluaga. “Porque si servimos a las necesidades de la gente, dependemos de la credibilidad y la confianza que los afiliados depositan en nosotros”.
El enfoque sostenible, explica, no se reduce a una tendencia global, sino que representa un nuevo modo de hacer gestión pública y privada, donde la ética es el punto de partida. Confa Caldas ha entendido que la sostenibilidad se construye no solo desde los resultados financieros o la ampliación de servicios, sino en la coherencia entre lo que se promete y lo que se cumple.
La historia de Confa Caldas demuestra que la sostenibilidad no se mide solo en cifras ni en metas cumplidas, sino en esa coherencia que se traduce en confianza. En un país que atraviesa desafíos sociales y políticos profundos, Zuluaga apuesta por mantener la fe en las instituciones, fortalecer la cultura ética y seguir trabajando con el mismo propósito que dio origen al sistema de compensación familiar: servir a la gente.
Porque en esa coherencia, sostenida por la transparencia, el servicio y el compromiso, es donde las instituciones recuperan su legitimidad y los ciudadanos, su esperanza.