Anadel Peñaranda llegó a Cúcuta hace 18 años, tras recorrer el largo y pedregoso camino que separa a la ciudad de su natal San Calixto, un municipio rural ubicado al este de Norte de Santander y del que tuvo que huir junto a su familia, producto del desplazamiento forzado en la zona. Suya no fue la elección de movilizarse, suya fue la elección de adaptarse a las nuevas rutinas urbanas que no incluían la labor de riego y arado en la tierra, a la que se había dedicado hasta ahora.
“Nosotros somos campesinos, digo nosotros porque llegamos con mis 12 hermanos, y no teníamos idea de la ciudad. Toda la vida la habíamos pasado en San Calixto donde las dinámicas diarias son muy distintas a las de Cúcuta”, cuenta la mujer que guarda en sus ojos la visión de un futuro mejor y en su delgada contextura la fortaleza de quien sabe lo que es huir con la tula al hombro. Fortaleza que la llevó a decir que sí cuando sus primos le propusieron trabajar en una fábrica de confección, aun cuando nunca había usado una máquina plana.
Anadel ha ido comprobando, con disciplina de hormiga, lo que es ver los sueños materializarse. Tras adquirir la experiencia de la confección, de los proveedores, de los cortes en los moldes, de las dinámicas con la lavandería, decidió crear su propio taller, y con él empezar a fabricar el anhelo de generar empleo, de ayudar no solamente a su familia sino a otras personas a convencerse de que el presente no tiene porqué nublar la ilusión del futuro.
“En este proceso varias cosas han marcado mi vida. Una de las que recuerdo con mucho amor es enseñarle a mi papá a coser. Él, un campesino acostumbrado a trabajar la tierra, ahora estaba sentado frente a una máquina ayudándome a armar pantalones para enviar al interior del país. Trabajó con nosotros siete años, y actualmente le ayuda a uno de mis hermanos”. Lo que empezó con tres máquinas compradas gracias a un préstamo, hoy se ha convertido en el trabajo de más de 25 personas que día a día construyen un sueño llamado Confecciones Solei.
La marca propia que hace unas semanas lograron registrar en la Cámara de Comercio de Cúcuta. Un trabajo en conjunto entre Anadel y su esposo Jorge Páez a quien conoció hace 15 años y quien desde entonces se ha convertido en socio, coequipero y compañero de grandes batallas. “Prácticamente desde que nos conocimos trabajamos juntos. En ese momento yo tenía un carro y lo cambié por una máquina y ella me enseñaba lo que iba aprendiendo, ya después fui soltándome hasta que conseguí trabajo y más adelante decidimos independizarnos”.
El camino no ha sido fácil, pero ha estado acompañado de importantes ayudas como la que recibieron de la Alcaldía de Cúcuta a través de la Secretaría de Posconflicto y Cultura de Paz. “La Secretaría lanzó una convocatoria para asociaciones y una prima me ayudó a inscribirme, salí beneficiada y gracias a eso recibimos una máquina plana y un mesón que sigo usando para hacer los cortes. Con la máquina hoy generamos cuatro empleos adicionales”, cuenta Anadel con mucho agradecimiento.
Pues además del apoyo material, la Secretaría de Posconflicto y Cultura de Paz le ha brindado a Confecciones Solei asistencias técnicas en temas relacionados con planeación estratégica, organización administrativa y registro de marca, producto de esto, fue que el emprendimiento logró constituir legalmente su marca propia.
“Yo me siento muy agradecida con la vida por todo lo que ha venido pasando. Mi sueño siempre había sido generar empleo y ayudar a otras familias que viven necesidades por diferentes razones y hoy lo estoy cumpliendo. Lo que quiero es seguir creciendo, que Confecciones Solei logre apoyar a tantas personas que caminan en busca de una oportunidad laboral diariamente. Quiero devolverle a la sociedad todo lo bueno que he recibido en este camino”.