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De Suiza para el mundo

El país helvético ha ganado un gran espacio dentro del contexto mundial, gracias a su liderazgo en diferentes espacios de la creación y la industria. Relojes, chocolates, quesos, aseguradoras, bancos, farmacéuticas y hasta navajas hacen parte de la lista de honor.

Redacción Especiales
14 de julio de 2009 - 12:02 a. m.

La historia es enigmática, es precisa, es única. Es esa porción de conocimientos que los letrados se han encargado de retratar paso a paso, revelando las huellas que deja el hombre por el camino que ha construido y da la vuelta al mundo. Suiza, imponente, con su bandera ondeante y dueña de una herencia de perfección, nobleza y riqueza, ha logrado asentarse en el corazón de Europa para echarle un vistazo a la comunidad internacional y escribir parte de esa historia para dejar saber que si de buenos oficios necesita el mundo, los suizos cuentan con un Estado neutral dispuesto a mostrar por qué los seres humanos deben vivir en paz.

En Suiza se respira aire puro y el transporte público funciona con la misma precisión de la que gozan sus relojes hechos a mano; la vida de barrio aún existe y el orden y la limpieza brillan por su presencia. Como los grandes países del globo, ofrece una impresionante oferta de eventos culturales y deportivos de talla internacional, conciertos, festivales de ópera, restaurantes, ferias, exposiciones y una emocionante vida nocturna. Esto es, junto a una desarrollada economía de valor agregado con la que posicionaron industrias como la metalúrgica, eléctrica, la química, la agraria, turística y gastronómica, la forma en la que sus habitantes han dado a conocer a Suiza en el mundo. Esa Suiza que, a doce horas de vuelo, a casi media vuelta al mundo, a 9.150 km, también está presente en Bogotá, en Colombia.

Su agenda está copada, pero siempre hay un espacio preciso para quienes quieren adoctrinarse sobre esos secretos de la convivencia pacífica, del respeto y fomento de los Derechos Humanos, de la preservación de los recursos naturales, de la defensa de los intereses económicos, de la expansión financiera que busca luchar contra la pobreza y ayudar al desarrollo mancomunado de la sociedad. Esos objetivos que trazaron en sus inicios los  hombres que concibieron desde las montañas de Los Alpes, la Suiza humanitaria, que previene la violencia armada y que en Colombia tiene como propósito, entre muchas otras misiones, contribuir a facilitar una negociación política, con el fin de lograr una paz justa y duradera.

Así es, en pocas palabras, este país miembro de las Naciones Unidas que se reconoce internacionalmente como independiente y sin intereses ocultos ni segundas intenciones estratégicas. Que aunque no forma parte de la Unión Europea, está aliado con varios acuerdos multilaterales, entre ellos comerciales y de libre circulación de personas. Y con otras organizaciones, la Suiza de hoy mantiene sus relaciones con la Asociación Europea de Libre Comercio, el Consejo de Europa, la Organización para la Seguridad y la Cooperación de Europa, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo y como observador, a la Organización de Estados Americanos, OEA.

Ginebra, en Suiza, es esa “capital internacional” donde se asientan algo más de 200 organizaciones internacionales y diplomáticas de 170 naciones distintas. Es la casa de las Naciones Unidas y también aguarda la sede general del Comité Internacional de la Cruz Roja, fundada en 1863 por el suizo Henri Dunant. Tal vez uno más de los tantos atractivos que tiene la tierra de Jean-Jacques Rousseau, Ferdinand de Saussure y que adoptó entre sus brazos a Calvino y Voltaire.

Y más allá de una rica cultura política y organizacional, es ejemplo de economía y desarrollo empresarial, que también está viajando por el mundo entero y ha tenido importantes asentamientos en Colombia. No en vano las compañías suizas tienen el reconocimiento de ser las que mayores inversiones hacen en investigación, basando su efectividad en el mercado en esa exclusiva cualidad de la que gozan aún muy pocos: una mano de obra altamente calificada y una producción de alto valor agregado.

Lo que inició como una producción de medicina artesanal en la tierra de la Cruz Roja, se muestra hoy como una industria farmacéutica líder en el mundo, de ahí que en los rincones más lejanos de la tierra aparezcan productos de sus marcas más emblemáticas, o que para ir más lejos y con la precisión del tiempo, tengan desde 1921 el Laboratorio Suizo de Investigación Relojera y que para mostrar la exactitud de la industria de los cronógrafos, tengan sus máquinas en las tiendas más exclusivas de Colombia.

La Suiza de estos tiempos es como la de antaño, cuando se enseñó que la calidad de sus productos era la imagen de su gente frente al mundo. Que respetar al peatón era un concepto social lleno de armonía y tolerancia, que el ciclista es un actor más de la vía y que todos los derechos imaginados deben ser respetados. Esa buena señal de llevar su experiencia al resto de la humanidad, de dar ejemplo con un sistema social y seguro de desempleo de admirar. De ser, más allá del centro de Europa, los ojos del mundo moderno capaces de vivir sonrientes y cargados de buena actitud. Esta es, en palabras concretas, la Suiza que vive el mundo actual. Esa que hoy, 101 años después de empezar a tejer los hilos de una exitosa relación bilateral con Colombia, se mantiene más vigente que nunca y que ponen, siempre en la pizarra del deber, la amistad de dos pueblos lejanos en distancia, pero cercanos en el trabajo por una sociedad más equilibrada, de convivencia y hermandad.       

Por Redacción Especiales

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