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Luego de más de un año de confinamiento causado por la pandemia del COVID-19, son muchas las reflexiones que resultan de esta experiencia en todos los escenarios sociales, en particular en el campo de la educación.
Miles de niños, niñas, adolescentes y jóvenes vieron cómo las aulas de clase se trasladaron a sus hogares y cómo las tecnologías de la información se volvieron claves para su desempeño académico. De igual manera, han observado un cambio en sus proyectos de vida presentes y futuros ante la incertidumbre y el cambio de las condiciones de la educación.
Ana María Ávila y Martín Hernández, docentes de psicología educativa de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz exponen las diez secuelas o efectos psicológicos más importantes que ha dejado la pandemia especialmente en estudiantes universitarios:
1. Sobre carga cognitiva: Ante la saturación de información y contenidos no solo de carácter académico sino también relacionados con la situación de salud, las consecuencias económicas, las implicaciones sociales, culturales y políticas; resulta casi imposible evitar la afectación psicológica y emocional para los estudiantes universitarios. Los últimos meses han sido una prueba de resistencia, persistencia, esfuerzo, fundamentales en la toma de decisiones, el desarrollo de pensamiento crítico, la autonomía y la gestión de acciones en coherencia con las prioridades que debieron definirse en cada caso particular.
2. Cambios en los hábitos y conductas saludables: Los horarios se transformaron, los espacios se unificaron, las relaciones interpersonales se limitaron, el tiempo y el espacio se convirtieron en un continuo del día a día para estudiantes y profesores. Seguimos el ritmo de las certezas mientras comprendíamos y nos adaptábamos a nuevas realidades, sin embargo, en esa acelerada dinámica de cambios, muchos de los hábitos cambiaron, ya no eran necesarios los cálculos de tiempos de desplazamiento, aseo, comida, sueño… al estar en casa – confinados- se modificaron las rutinas, en algunos casos, favorecieron la administración del tiempo y la productividad, en otros, ocasionaron pereza, desmotivación, baja productividad, incluso, deserción académica. El cuidado de la salud con todos los protocolos de autocuidado, se volvió un hábito, la proximidad de la enfermedad y la muerte de familiares y amigos se convirtió en un tema de conversación cotidiano, así empezamos a comprender que ciertamente la vida convive con la muerte y por eso es importante valorar cada momento compartido y reafirmar la amistad y el amor a través del cuidado de la salud.
3. Cambios en los hábitos y conductas académicas: dispositivos como la atención, la motivación, el acceso a los recursos tecnológicos y físicos para la educación, implican la adquisición de nuevas conductas y mecanismos para sobrellevar las demandas académicas, pero más allá de la exigencia, implica nuevas estrategias para aprender. Es importante en este punto pensar en las distintas etapas del proceso de formación, quienes iniciaron sus estudios durante la pandemia, llevan varios semestres estudiando desde la virtualidad, muchos sin haber pisado literalmente las instalaciones físicas de la universidad, sin haberse relacionado presencialmente con compañeros y profesores, sin una elección clara y voluntaria de sus grupos de trabajo o tal vez ya han generado estrategias para hacerlo, lo cierto es que cuando se dé el anhelado retorno a las aulas será importante generar nuevas re-inducciones y actividades para la re-adaptación a la vida universitaria como los demás las conocimos, pues bien sabemos que la vida universitaria es mucho más que la asistencia a clases. Tal vez el deseo del reencuentro haya sido y siga siendo uno de los factores protectores para evitar la deserción universitaria.
4. Cambios en los patrones de socialización e interacción social: sobra decir que las redes sociales se convirtieron en las redes de apoyo de muchos – si no de todos- los estudiantes universitarios y así como para algunos se mantuvo o incluso se fortaleció la interacción, otros también descubrieron o confirmaron la soledad en medio de las pantallas, pues la interacción mediada por likes genera percepciones y juicios de valor (autovalor) que terminan influyendo en el estado emocional y afectivo de los jóvenes.
5. Necesidad de autorregulación y gestión emocional: todo lo anterior implica la generación de estrategias de reflexión- acción frente a la propia vida, las metas, las acciones y sobre todo, asignar tiempos para el autocuidado. Gestionar adecuadamente las emociones resulta clave para enfrentar el estrés, ansiedad y/o depresión que se pueden generar en esta nueva realidad. El pasar por alto la forma en que la realidad particular afecta a los estudiantes constituye un factor de riesgo para la salud mental y el rendimiento académico, volviéndose este un aspecto fundamental de los claustros universitarios para la formación integral.
6. Toma de decisiones en medio de incertidumbres: Los últimos meses han generado un cambio en la toma de decisiones personales y académicas, quien decidió suspender sus estudios, posiblemente se ha dado el tiempo para proyectar nuevamente su plan de vida, quien continuó a pesar de las circunstancias tiene en sus manos la oportunidad de construir y desarrollar nuevas habilidades de aprendizaje, relación, comunicación. En todo caso, así como la toma de decisiones es un desafío de la actual normalidad, también es una oportunidad sin igual para replantear, fortalecer o concluir proyectos personales.
7. Flexibilidad cognitiva y autodisciplina: estas dos son tal vez las mejores enseñanzas de la pandemia para los estudiantes universitarios, la capacidad de adaptación y la supervivencia en el proyecto educativo se logran en la medida en que se desarrollen estas competencias, bien por quienes lo siguen logrando, quienes no, tienen una clave para el futuro próximo.
8. Nuevas formas de organizar el tiempo: las circunstancias han generado la necesidad de reconocer y asignar tiempos a lo que siempre ha estado allí pero que podía ser delegado o relegado; el tiempo en familia, el autocuidado, el descanso, la alimentación, el lugar adecuado para el estudio o el trabajo se reencuentran en un solo espacio y obligan o permiten nuevas organizaciones, más allá del conflicto de roles o monotonía que suele presentarse, surgen nuevas exigencias para organizar el tiempo que bien pueden generar saturación o bien permiten la construcción de acuerdos para la co-construcción colectiva de los proyectos personales, familiares y sociales.
9. Nuevas redes de apoyo: como consecuencias de la pandemia surgen nuevos problemas y necesidades, pero también se re-descubren nuevas posibilidades de interacción, espacios de diálogo y escucha, personas e instituciones con la disposición y capacidad de aportar en función de las realidades particulares. La compleja situación que vivimos ha generado a su vez el surgimiento de competencias socioemocionales como la empatía, la comunicación comprensiva, el trabajo colaborativo, la contención emocional, la palabra de aliento que motiva en medio de la desesperación, el apoyo económico y tecnológico de las instituciones, en fin, se empiezan a buscar o consolidar redes de apoyo que permitirán que las crisis encuentren las mejores salidas.
10. De-construcción y re-construcción del proyecto de vida: de las crisis, surgen los cambios, de los cambios las posibilidades, así que el camino que se proyecte para cada quien será aquel producto de las opciones que se construyan en las condiciones actuales.
Para resumir, el autocuidado, la capacidad de adaptación al cambio, la construcción de redes de apoyo, la comunicación comprensiva, la escucha empática, la generación de hábitos saludables, la autonomía y el trabajo en equipo se constituyen como bases de la re-construcción de proyectos personales, familiares, curriculares y sociales como herramientas psicológicas (cognitivas y socioemocionales) y educativas para enfrentar los desafíos frente a los efectos de la pandemia.